Una vez más, y ya van 80, la Filarmónica de Viena ha saludado al Año Nuevo con su tradicional concierto. En este los tradicionales valses de los Strauss hicieron por primera vez hueco a Beethoven, y en el que el fin de fiesta de la Marcha Radetzky sonó limpia de reminiscencias nazis.
El director letón Andris Nelsons, que se estrenaba en la tarea de conducir desde el atril este saludo al primero de enero, cumplió su deseo expresado unos días antes de «compartir con la gente la alegría» y empezar el año con algo positivo.
Pese a estrenarse en este recital, Nelsons, de 41 años de edad, conoce bien a los filarmónicos, con lo que lleva una década colaborando.
Homenaje al festival de Salzburgo
La complicidad entre foso y atril fue patente desde que sonó la obertura de «Los Vagabundos», de Carl Michael Ziehrer, una primicia en el Concierto de Año nuevo y con la que arrancó el recital.
A partir de ahí, los valses y polcas de los Strauss marcaron el programa, entre ellas «Saludos amorosos», de Josef Strauss, un especial mensaje de los filarmónicos al Festival de Salzburgo, al que están muy vinculados, y que este año celebra su centenario.
Otro aniversario, el 150 del edificio del Musikverein, en cuya Sala Dorada se celebra el recital, fue recordado con «Disfrutad de la vida», un vals de Johann Strauss hijo, y «Flor de hielo», una polca mazurca de su hermano Eduard, compuestas para el baile inaugural que se celebró el 15 de enero de 1870.
Cumpleaños de Beethoven
Pero si hay un cumpleaños musical en 2020, es el 250 aniversario del nacimiento del compositor alemán Ludwig van Beethoven, que desarrolló en Viena la parte más importante de su obra
Durante la pausa del recital, la radiotelevisión austríaca ORF, que lo retransmite a 95 países, emitió un simpático corto en el que una joven busca hojas de partitura de Beethoven en distintas localizaciones relacionadas con el compositor, donde encontraba a grupos de filarmónicos que las interpretaban.
Tras la pausa, la Filarmónica se lanzó con la obertura de la briosa «Caballería Ligera» de Franz von Suppé, muy adecuada para acabar de despertar a las decenas de millones de personas que siguen el concierto por radio y televisión
Coreografía española
En la segunda parte, como desde hace años, a la música se unió la danza, con la emisión de dos piezas de ballet.
El coreógrafo José Carlos Martínez, hasta el pasado septiembre director de la Compañía Nacional de Danza, ha sido responsable de las dos escenas, grabadas en agosto.
En la primera, bajo los acordes de «¡Abrazaos por millones!», de Johann Strauss, cuatro bailarines del Ballet Estatal de Viena, vinculado a la Ópera de Viena, recorrieron el Palacio de Invierno del príncipe Eugenio de Saboya.
La segunda acompañó la interpretación que la Filarmónica hizo de seis de las piezas de «12 Contradanzas», la primera obra de Beethoven que suena en el Concierto de Año Nuevo.
La Filarmónica ha querido homenajear a un compositor al que considera «culpable» de su propia existencia, como ha indicado su presidente, Daniel Froschauer, al entender que la necesidad de una orquesta profesional capaz de ejecutar la «música visionaria» fue el germen de la compañía.
Para acompañar esta obra, Martínez, premio Nacional de Danza en 1999 y antiguo bailarín solista de la Ópera de París, ha creado un minimusical con estética de 1950 en el que cuatro bailarines visitan varios escenarios relacionados con Beethoven.
Un director trompetista
La anécdota de la segunda parte vino con «El galope del postillón», de Hans Christian Lumbye, y para el que Andris Nelsons desdobló sus funciones: dirigió a la orquesta y protagonizó los solos de trompeta.
Tras el programa oficial, con el vals «Dinamos» de Josef Strauss, llegó el momento de las irrenunciables propinas que la Filarmónica de Viena regala cada primero de enero.
La primera fue una sorpresa: una polka rápida de Josef Strauss.
Luego, como es tradición, Nelsons y los filarmónicos desearon al público un «Prosit Neujahr», o sea, Feliz Año Nuevo, antes de tocar «El Danubio azul», el vals más conocido del mundo, obra de Johann Strauss hijo, y que no puede faltar el primero de enero en Austria.
Una Radetzky limpia
Y, para rematar el concierto, el himno oficial para arrancar con energía cada nuevo año desde Viena: la Marcha Radetzky.
La obra, compuesta por Johann Strauss en 1848, fue la única pieza del patriarca de los Strauss que se escuchó hoy en la Sala Dorada.
La que sonó este año nuevo tuvo mucho significado, político e histórico.
La marcha Radetzky que lleva sonando en el Concierto de Año Nuevo desde 1946 no es la original. Es una partitura con los arreglos que introdujo en 1914 el austríaco Leopold Weninger.
Este compositor se afilió luego al partido nazi y realizó numerosas obras para ensalzar su ideario antisemita y xenófobo.
La Filarmónica hasta 2013 no hizo memoria histórica sobre sus vínculos con el nazismo. Quizo presentar una nueva versión, limpia de esos arreglos, argumentando que, con los años, la partitura de Weninger ya se había ido modificando.
El resultado fue una marcha Radetzky menos marcial, más festiva. En ella, el propio Nelsons se encargó de atemperar por momentos las tradicionales palmas con el que público la acompaña.
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