Cuando evaluamos los obstáculos para lograr una eficiente unidad de la oposición, además de vernos a nosotros mismos, concentrarnos en el ombligo y maximizar nuestros errores, tenemos que reconocer y medir cuáles son las fuerzas que soportan al régimen de Maduro, más allá de la obstinación ideológica de apostar al socialismo como solución para la humanidad. Algo que ya nadie cree.
Conocer descarnadamente a quien enfrentamos es imprescindible para zanjar entre posiciones adversas. Me atrevo a decir que Maduro se apoya en dos bastiones fundamentales: el narcotráfico y la codicia económica de los militares que pretenden desplazar la participación económica de los ciudadanos y convertirnos en el primer país del mundo con economía militarizada, amparada por la ley Padrino, cuyo lema puede ser: “Todo para los militares, nada para el pueblo”. Su objetivo no disimulado es crear un motor militar, concebido como un sistema integral de mercado, comercialización y distribución de los productos terminados de la industria militar. Valga la pregunta: ¿Qué producen los militares?
Ante este poder económico militar, qué pueden hacer los civiles desarmados, qué pasará con los equilibrios, competencias y productividad, si los que dirigen el susodicho motor tienen como fortaleza el uso exclusivo de las armas. FANB, maneja cerca de 20 empresas casi desconocidas. Por supuesto, un banco (BanFanb), la Compañía Anónima Militar de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas (Camimpeg), escondida bajo el manto de Petróleos de Venezuela, dirigida por Manuel Quevedo, otro militar más.
Estamos frente al creciente poderío económico de la dirección de la FANB, que no beneficiará nunca a los soldaditos, plataforma para una nueva oligarquía militar multimillonaria forjada a costillas de un país hambreado. Suena profundamente ridícula y cínica la frase de Padrino: “Chávez bajó a Bolívar de las estatuas y lo puso a caminar con el pueblo”. Padrino una vez más abusa, Bolívar no tiene nada que ver con la extorsión, el robo, la infancia muriendo por desnutrición, el asesinato y la prisión para cualquier intento de ejercicio de la libertad y mucho menos con obesos militares corruptos.
El motor militar es nuestro más poderoso enemigo interno. El otro gran enemigo, como alerta Pedro Benítez, es el narcotráfico. Un fantasma que persigue a los altos dirigentes del régimen chavista, que penetra en las entrañas de Latinoamérica “con esa fuerte inclinación por desafiar a la autoridad (en particular la del ‘imperio’) para Chávez era casi inevitable involucrar a su régimen en el narcotráfico y esa sería la auténtica razón por la cual rompió las relaciones de colaboración de Venezuela con la DEA en 2005, con la acusación de que en realidad esa agencia protegía el narcotráfico. Algo así como el ladrón que grita: allá va el ladrón”.
La intención es resaltar los dos grandes pilares en que se asienta la permanencia de Maduro en el poder y la dificultad para lograr la unidad de la oposición, son dos y superpoderosos: la insaciable codicia económica de los dirigentes de la FANB y las conexiones con el narcotráfico, según Benítez, legado de Fidel, una de las más poderosas fuerzas antiestabilizadoras de un país triunfante hasta ayer como Chile. Ambas fuerzas maléficas alimentan la más poderosa confabulación para impedir, a través de inteligentes campañas comunicacionales, que la oposición logre una unidad poderosa. Hora de preguntarnos cuál es el camino y cuánta fuerza necesitamos para derrotar la corrupción militar y el cachondeo criminal entre Maduro y el narcotráfico.
Leo a la oposición opositora de Guaidó y en medio de sus reclamos y denuncias, que pueden en algunos casos tener alguna base, vislumbro la sonrisa y el brillo de los dientes de oro de los que dirigen el motor militar y de quienes reciben respaldo del narcotráfico para eternizarse en el poder. La pregunta siguiente sería cómo una oposición civil y desarmada puede enfrentar estas temibles fuerzas, ¿qué, cuánta y cuál fuerza necesitamos? Mi amigo Sudán Macció nos recuerda: “No olvidemos que somos un país ocupado por los cubanos desde hace 20 años, y los venezolanos, lejos de darnos por aludidos, vivimos intelectualizando y racionalizando nuestra desgracia. Lo que aquí nos estamos jugando es la supervivencia de la cultura occidental”.
Nuestra única arma es lograr la unidad perfecta frente al motor militar, Cuba y el narcotráfico, bestias que al final pueden ser tigres de papel, si 80% de los venezolanos con plena conciencia elige rechazar la militarización total del país y la injerencia criminal y corrupta del narcotráfico, fuerzas capaces de destruir a nuestro país hasta el último ladrillo. Recordemos, la caída del muro de Berlín, la fractura de la Unión Soviética, monstruos aparentemente invencibles. Además, los venezolanos son hoy las personas más anticomunistas del mundo.
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