Sí, señores lectores, muy doloroso el sufrimiento actual de nuestra amada Venezuela. Tristemente se asemeja a una crucifixión y muerte. Pues, solo un grupito de privilegiados disfruta a diestra y siniestra de las inmensas riquezas de nuestro país. Pero, la otra parte, la gran mayoría de los venezolanos desprovistos de ese privilegio, incluyendo a los inocentes niños, sufren toda clase de carencias, como si no fueran hijos de esta gran patria.
Ciertamente, el mayor sufrimiento lo padecen los excluidos, los desprotegidos de alimentos y medicinas, con lo cual se les priva del derecho a la salud (artículo 83 de la Constitución Nacional). Igual, y consecuencialmente, se les impide, también, ejercer el derecho y cumplir la obligación de recibir una adecuada educación integral (artículo 103 de la Constitución Nacional). Al respecto, el artículo 102 de la Constitución Nacional establece: “La educación es un derecho humano y un deber social fundamental, es democrática, gratuita y obligatoria. El Estado la asumirá como función indeclinable y de máximo interés en todos sus niveles y modalidades…”. A propósito de estas normas cabe una interrogante: ¿Estará el Estado cumpliendo verdaderamente y a cabalidad con estos mandatos constitucionales, o solo estarán procurando, quienes detentan el poder, y por conveniencia política, no ocuparse de la educación, lo cual les sirve a su indeclinable propósito de arrimar la cultura a un lado?
La verdad es que sin salud, sin educación y sin una adecuada preparación para el trabajo, ¿cómo puede un país desarrollarse cultural y económicamente? Urge, pues, para esta sufrida y destruida Venezuela, un Líder que presida un gobierno que la reconstruya sabiamente. Esto parece bien difícil hallarlo entre los enguerrillados partidos políticos, pero fuera los hay. Creemos que quienes no sienten verdadero afecto por el país carecen de la condición esencial para afiliarse políticamente. Ese ideal nuevo gobierno debe tomar como prioridad ocuparse muy seriamente de la educación en general –no de los fusiles- y, de manera especial, la educación para el trabajo, tanto en las ciudades como en el campo, pues éste es el productor agropecuario. Sabemos muy bien que con buena educación se hace patria, y para que esta sea productiva es necesario que cada persona se desempeñe en una actividad generadora de riqueza.
Sabemos muy bien que es un privilegio asumir la Presidencia de la República. Pero, acceder a esa codiciada posición no indica, en modo alguno, que esa persona posea la preparación ni la capacidad suficiente para desempeñarse eficientemente en tan digno cargo, razón por la cual, antes del acto electoral debe hacérseles cuidadosa evaluación a los aspirantes.
(Hasta el próximo año, Dios mediante. Feliz Navidad a los lectores y a los integrantes del cuerpo de redacción de El Nacional).
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