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Construir la fuerza

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Es tiempo propicio para sacar saldos de las luchas libradas en el año que concluye con un fracaso de las expectativas. Es más apropiado hablar de resistencia y no de oposición en medio de un régimen que pisotea todos los derechos humanos.

El no haber alcanzado este año el cese de la usurpación demanda la revisión a fondo de todas las estrategias y caracterizar, con precisión, la monstruosidad de quienes enfrentamos.

No es pecaminoso ser exigentes con el liderazgo de la resistencia; sabemos que una sociedad sumisa y pusilánime condiciona un liderazgo mediocre. Resulta natural ser demandantes con quienes conducen el rescate de las libertades públicas. No es tiempo para complacencias cómplices.

Nunca estaremos dispuestos a tirar el país a pérdida, porque formamos parte de la legión luminosa de la nación que persevera en la lucha, enseña, trabaja y aprende, llamando las cosas por su nombre y practicando la integridad. Jamás hablaremos de normalización en esta anormalidad; la unidad es un propósito común y no una mercancía en manos de un cogollo.

La terrible realidad muestra una hemorragia de venezolanos saliendo del país, en un insólito proceso de emigración mayor que el de Siria, proporcionalmente peor a lo sucedido en la guerra federal de 5 años. Consecuencia de la gestión del andamiaje criminal, el país ha perdido la capacidad de producción en 60% de los bienes y servicios producidos en 5 años. Una moneda muerta como el bolívar es indicativa de la mayor destrucción del Estado y de la sociedad. Llamamos a la configuración de un liderazgo que exhiba claridad de propósitos, firme e íntegro.

La única forma de sacar la usurpación es de raíz; en el ínterin lesionan gravemente, día a día, la soberanía nacional en comandita con los forajidos del eje del mal manteniendo el control absoluto sobre el territorio y sus recursos.

La reincorporación de los diputados al Parlamento de los diputados del oficialismo que dejaron de serlo fue un grave error que afectó la credibilidad de la dirección política. A pesar de lo rudo de la situación, nos negamos a la resignación, apaciguamiento y normalización a juro.

Los electores no acudirán a unos comicios parlamentarios organizados por un CNE dominado por los rojos y apuntalado por la corrupción, el control de la Fuerza Armada y la justicia. Descartamos la cohabitación. De las primeras cosas que ha debido asegurarse la junta directiva del Parlamento es la integración de una Comisión de Contraloría dinámica, transparente y volcada a la investigación de cualquier cantidad de escándalos de corrupción. Manteniendo siempre el control de sus integrantes, como hacen los buenos managers de equipos.

Cada paso que demos debe orientarse al avance, sin esguinces, en la construcción de fuerzas que lleven al cese de la usurpación.

¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!

 

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