A pesar de todos los avatares a que hace frente Colombia, 2019 cerrará bajo el signo positivo del crecimiento. Lo decía El Tiempo en estos días pasados: Colombia es la niña bonita de la región para los organismos internacionales y así lo reconocen todos.
Eso nos lleva a interrogarnos dónde estará concentrada la atención del gobierno en el año que entrará en breve si el terreno de lo económico está en relativa calma, y ello a pesar de no haber recibido una atención sostenida de parte de la administración actual. Las cifras oficiales, las de la academia y las de las instituciones de observación de los hechos públicos continentales le dan al país una buena calificación: Colombia es el país de más crecimiento entre los de mayor tamaño en el subcontinente.
Los números del FMI indican que la tasa de crecimiento será de 3,4%, un porcentaje que se encuentra por encima del promedio mundial. Y ese ente considera que el año que entra Colombia alcanzará al menos 3,6% de expansión, un porcentaje muy superior al 1,8% que se proyecta a nivel regional.
Una parte sustantiva de esa dinámica económica es inercial. Colombia tiene una tradición de buen manejo de los temas fiscales y monetarios en lo público, y en lo privado es preciso reconocer que su empresariado no se deja avasallar por las reinantes circunstancias internacionales que afectan tanto a Colombia como al resto del planeta.
Dentro de las fuerzas vivas del país no es que reine un total entusiasmo ante el futuro, pero su evaluación es más bien positiva. Así lo ven analistas, empresarios y dirigentes gremiales. Sin embargo, hay igualmente consenso en que es preciso emprender reformas en educación, salud, pensiones y ajustar la normatividad laboral. Lo anterior debería contribuir a cerrar algo la brecha de desigualdad que, a pesar del dinamismo interno, aún impera en el país. El detonante de los estallidos sociales de las últimas semanas, al igual que el de otros países de América Latina, tiene que ver con los niveles de las pensiones a primera vista, pero lo que traducen es el malestar colectivo por la fractura que experimenta esa sociedad y que ha hecho crisis desde el 21 de noviembre.
Según expertos, el problema radica en que varios de los principales indicadores sociales están en rojo: el desempleo ronda el 11%, la desocupación juvenil es cercana a 20% y el índice Gini, que refleja la desigualdad, está empeorando, lo que quiere decir que la brecha entre ricos y pobres es cada vez mayor, e incluso que la tendencia decreciente de la pobreza ha comenzado a revertirse y miles de personas están regresando a esa condición, luego de la recuperación registrada en la primera década de este siglo. Impresiona constatar que 1,1 millones de personas volvieron a caer en la cuneta de la pobreza en los últimos 2 años, incrementándose el contingente de excluidos del progreso económico de 8,5 millones a 9,6 millones.
En otras palabras, las condiciones sociales del país están en franco deterioro. A ello se suma la molestia ciudadana por la corrupción, el incumplimiento de compromisos en la asignación de recursos para la educación y la salud, y los anuncios sobre reformas en temas laborales y pensionales. Ni hablar del efecto perverso generado por la migración venezolana que está provocando rechazo y desesperanza.
Un elemento imposible de soslayar es el lento cumplimiento de las tareas pendientes del Acuerdo de Paz de La Habana. Con respecto a ello el país continúa dividido, pero el desagrado es creciente por el incremento de la violencia generada por los disidentes de la guerrilla, el fortalecimiento del ELN, la relación del narcotráfico con la jerarquía gubernamental venezolana y el distanciamiento de Estados Unidos, hasta el presente el mejor y mayor soporte con que ha contado Colombia.
Todo lo anterior está dicho para hacer hincapié en que el gran reto del gobierno de Iván Duque para 2020 está más en el terreno de lo social y en el difícil campo de su estrategia política. Lo económico con relativo poco esfuerzo va a poder mantenerse arrojando resultados aceptables. No resolver la brecha de lo social puede llevar a Iván Duque a escribir las peores páginas de su historia. Hoy su aprobación alcanza a solo 1 de cada 5 de sus compatriotas.
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