Por NELSON RIVERA
Sigamos a Moisés Naím en la diversidad de su trayectoria pública: Licenciado en Ciencias de la Administración, ha sido docente en una escuela de negocios −el IESA, Caracas− y máxima autoridad académica del mismo centro. Fue ministro de Fomento y director del Banco Central de Venezuela. Ha sido conferencista, promotor y miembro de think thanks. Ha dirigido publicaciones de la talla de Foreign Policy. Es autor de libros de gerencia, economía y, en la última década y media, de textos que diagnostican el presente y se proyectan hacia el futuro. Escribe artículos que se leen en varias lenguas. Mantiene un espacio de televisión, Efecto Naím, especie de mirador de los asuntos planetarios.
A lo largo de este múltiple recorrido, algo se ha mantenido incólume: el vínculo de Naím con la racionalidad. Frente a sus alumnos, en su gestión como ministro, en centenares de artículos e intervenciones públicas, Naím razona. Sus argumentos son los del reportero investigador que lleva en los bolsillos y en su memoria inmediata, cifras, tendencias, reporte de investigaciones. Un hombre a la caza de conocimientos con los que cumplir su deseo de explicar el mundo. Desde esa posición, de apego a hechos, lógicas y procedimientos, Naím ha ejercido y ejerce su vocación más visible: la de opinar y pronosticar.
¿Qué impulsa a este hombre, que por más de cuatro décadas ha agitado las banderas de la racionalidad analítica, a incursionar en la ficción? Antes de publicar Dos espías en Caracas (2019), Naím había escrito en 2016, el guion de una serie para la televisión de Colombia, El comandante, basada en la vida de Hugo Chávez Frías. Estas dos obras parecen apuntar en una misma dirección: encontrar en la ficción herramientas con la que desentrañar la realidad. En este caso, la que debe ser una de las cuestiones que más le inquieta: el lado oscuro del poder, los modos y los impulsos que impulsan el poder hacia lo ilícito, a conductas que están fuera de lo jurídico y lo ético. La cuestión de fondo de Dos espías en Caracas remite a la condición ipsocéntrica del poder: concentrado en sí mismo y en la construcción de formas de dominación y mecanismos de inmunidad. En una escena, Fidel Castro le recuerda a Hugo Chávez Frías, en una frase, la lógica despojada y despiadada del poder. Le dice: «No le debes nada a nadie, Hugo. ¡A nadie!». El poder solo se debe a sí mismo.
El vértigo de los hechos
Dos espías en Caracas es un thriller. El fallido golpe de Estado pone en movimiento a las unidades de inteligencia de Estados Unidos y Cuba. Eva López, mejicana miembro de la CIA, y Mauricio Bosco, agente del castrismo, viajan a Caracas con el mismo propósito y tras las mismas presas: entender qué fuerza, controlada por quién y con qué fines, ha sido la responsable de la intentona, que no estaba en las previsiones −los escenarios− de ninguno de los dos poderes.
El que sea una novela documentada, de múltiple y firme anclaje en hechos conocidos, no lastra el relato. La narración fluye. Aunque la novela transcurre por episodios que han sido narrados, documentados, revisitados una y otra vez por reporteros, protagonistas, víctimas, historiadores, políticos, juristas, escritores, biógrafos y defensores de los derechos humanos, Naím los utiliza solo hasta un cierto punto: entonces, para ir más allá, acude a la ficción. Se hace preguntas en los límites y las responde desde la imaginación. Pero no es nunca descabellado. Sus invenciones tienen el atributo de lo verosímil. Vienen de lo real y se internan en lo probable. Han sido concebidas por un autor inseparable del poder: lo ha conocido desde adentro o se ha dedicado a observarlo −diré, de interrogarlo− de modo obsesivo.
Y es en esto donde reside la riqueza narrativa de la historia: Naím es un experto en las lógicas y procedimientos del poder: en sus rivalidades simétricas, en lo que tiene de gran ambición y avidez simbólica, y en lo que tiene de mísero, impostado y vulgar. Entre esas dos dimensiones, la retórica y la terrena, los personajes de Dos espías en Caracas, que incluyen a Hugo Chávez, avanzan y tropiezan, rivalizan y se enamoran, ocultan y se exponen, se aproximan y se traicionan. Los movimientos de atracción y repulsión, implícitos en la fenomenología del poder, son la fuerza que moviliza a los personajes, de la primera a la última página.
Pero todavía hay algo más que quiero destacar: el atributo memorístico de Dos espías en Caracas. El eficaz prosista de los artículos semanales o de libros como Ilícito o El fin del poder, o el más efectista de 111 sorpresas del siglo XXI, reconstruye, al paso de su narración, los hitos de dos décadas. La novela devuelve al lector momentos que posiblemente ha olvidado. El rigor del reportero Naím, del hombre que sigue a la realidad y la archiva, es el rumor de fondo, el bajo continuo sobre el que actúan los personajes, hasta la escena final, donde la novela alcanza su culmen, pero también su atmósfera de silencio.
*Dos espías en Caracas. Moisés Naím. Penguin Random House Grupo Editorial. España, 2019.
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