El presidente Juan Guaidó se dirigió a todos los que quieran o queramos escucharlo para decirnos que, no como presidente encargado o presidente de la Asamblea Nacional, sino como un «político joven», está dispuesto a escucharnos también.
Desde este espacio de reflexión, que es como concibo y comparto con ustedes mi columna en El Nacional, quiero dedicarlo a todos y cada uno de ustedes, los que no ceden a la tentación primaria del insulto y de la reactiva descalificación hacia las propias filas, de lo que no deseo por cierto llamar oposición. Espero nos entendamos como alternativa y esperanza de liberación de nuestra nación venezolana; tan ultrajada por la narcotiranía que hasta hoy la secuestra a fines de este muy duro año de lucha 2019 para Venezuela.
A lo largo de las tres últimas décadas, decenas de nuevos movimientos de personas destacadas, algunas vinculadas al mundo empresarial, otras al mundo académico-profesional, creyeron crear alternativas de movimientos diferentes, más puros que aquellos que nos trajeron a la debacle de nuestro sistema político cuasidemocrático. Con Acción Democrática y Copei se habían establecido finalmente unos pilares básicos, después de la lucha contra la dictadura gomecista. Fueron los años veinte del siglo pasado. Esencia de identidad histórica democrática naciente, que nos daría las primeras oportunidades de probar a qué sabían las instituciones semiindependientes en un Estado semidemocrático en construcción: Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Bajo la ingenuidad y la ambición desmedida del personalísimo caudillesco nos perdimos. Esto lo he dicho repetidas veces en mis artículos. Solo si superamos esto podremos obtener nuestra libertad y reiniciar la construcción democrática en Venezuela.
Tres décadas han pasado desde aquel 1989, cuando Venezuela se disponía a reformar su sistema político. Tres desde aquel Caracazo, muy adelantado a los tiempos convulsionados en nuestra América Latina de hoy. Tres décadas desde que cayera el muro de Berlín y se iniciara un giro hacia mas economía libre y más mercado. Menos falacia de la promesa del Partido Comunista con su planificación central en la economía de Europa. Casi tres décadas también, sin un claro norte para Venezuela. Sacrificando el intento renovador de Carlos Andrés Pérez en legítimo ejercicio de la presidencia. Se sacrificaba así también un posible nuevo modelo de gestión gubernamental. Más moderno y más eficaz. Más de cara al futuro que hacia las viejas estructuras del partidismo corrompido adeco.
Andrés Velasquez, desde una izquierda democrática llegaba a ser gobernador del estado Bolivar, y a plantearse algún día ser presidente, o intentaría en unas más divididas que reñidas elecciones, en diciembre de 1993. Caldera resultaba por segunda vez presidente de Venezuela. Igual pasaba con los sueños del MAS de llagar a Miraflores, con sus líderes Petkoff, Tablante y Pompeyo.
Henrique Salas Romer fue ejemplo de un liderazgo que surgió desde su posición de independiente electo en las planchas de Copei por el estado Carabobo. Presidente de la Comisión de Asuntos Vecinales, le dio contenido y fuerza a su labor parlamentaria hasta abrazar en 1998 la oportunidad de ser candidato presidencial, después de haber sido gobernador en dos ocasiones, bajo una elección y reelección, popular, clara y contundentemente expresada.
Antonio Ledezma, al separarse de aquella Acción Democrática que sacrificó a Carlos Andrés Pérez, se erigió en otro ejemplo de liderazgo. Con un movimiento nuevo, creando así otro equipo de lucha, logró la Alcaldía Mayor de Caracas. Ello sin escatimar riesgos y amenazas desde el régimen autoritario, en su contra que ya era más bien dictadura encubierta con ropajes electorales. Mediante argucias, como desde la Contraloría por ejm., descalificaba a posibles candidatos como hicieron con Leopoldo López reiteradas veces. Desconocían, a cada evento electoral que perdían, las atribuciones, presupuestos y áreas de competencia de tales alcaldías o gobernaciones. Para ello utilizaron desde un principio las guarniciones militares, y a los oficiales generales colocados en estas para derribar la democracia
¿Para qué el recuerdo de los episodios que les comento tal cual van viniendo a mi mente? La razón es sencilla, superemos ese falso dilema de los últimos tiempos que ha sido para muchos “siempre crear otro movimiento o más bien rescatar lo mejor de los que tenemos”. ¿Necesitamos un caudillo o más bien un equipo humano de líderes desde distintas organizaciones partidistas y de la sociedad civil integradas? Soy Venezuela debe integrarse a construir ese equipo. Es un asunto que parece no solo no entenderse, sino más bien no asumirse como imprescindible. La conformación de un órgano central de lucha, al que he llamado Estado Mayor, o cualesquiera otra denominación que se le quiera dar, debe impedir el cometer nuevos y fatídicos errores, que sacrifiquen más tiempo y más vidas
Estamos en la hora para avanzar y ganar la libertad de Venezuela. Confiemos en nosotros mismos, y en nuestra capacidad de consensuar el plan estratégico necesario y definitivo para el año 2020. Antes que la supuesta erradicación de todos los males del ser humano que habita en la llamada “oposición” debemos iniciar el pensamiento por el cual entendamos, y apoyemos plenamente el reto de gobernar al país a partir del enfrentamiento a los usurpadores de los poderes públicos. Afianzar y asumir nuestros poderes legítimos es vital. Presidencia encargada, Asamblea Nacional existente y TSJ en el exilio, cuya mayoría por cierto ya se expresó para designar la nueva junta directiva por los dos años venideros 2019-2021, es lo que todos debemos respaldar para estar lo antes posible asentados en Caracas para cumplir la reconstrucción de nuestra patria venezolana y cumplir nuestros deberes y derechos ciudadanos.
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