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Nancy Pelosi frente al impeachment

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La Comisión de Asuntos Judiciales de la Cámara de Representantes, encabezada por el demócrata Jerrold Nadler, presentó a consideración de su plenaria los “artículos del allanamiento” del juicio al presidente Trump. De ser aprobados estos, Trump quedará indiciado por abuso de poder y obstrucción de justicia, todo circunscrito al caso Ucrania.

Las pruebas y testimonios son contundentes: Trump intentó condicionar la ejecución del apoyo financiero militar al gobierno de Ucrania, a que su presidente le apoyase en las elecciones de Estados Unidos. Un auxilio, además, que consistiría en maquinar una investigación contra Hunter Biden, hijo de Joe Biden (su principal opositor político y el candidato favorecido en las encuestas para ganar la nominación del Partido Demócrata y derrotarlo en las elecciones de 2020). La basura que Trump quería arrojar contra la reputación de los Biden se basaba en un infundio para infamar a Biden hijo, quien ejercía como director de una empresa de energía cuando su padre estaba a cargo de la Vicepresidencia. Esa empresa había sido investigada por un escándalo de corrupción, con el cual los Biden no tienen conexión alguna, puesto que esos hechos ocurrieron antes de que Hunter Biden fuese directivo.

Obviamente, Trump buscaba enlodar a Biden durante la elecciones, amplificando ese ruido fabricado desde Ucrania. Por cierto, la misma estrategia en redes sociales utilizada en 2016 contra Hillary Clinton con el asunto de los emails. La denuncia anónima de un funcionario de la CIA, que escuchó la conversación como parte de los controles de seguridad que la comunidad de inteligencia aplica en comunicaciones de Estado, disparó las alarmas y trajo las cosas hasta donde se encuentran: quedó develado que Trump incurrió en una violación grave de sus responsabilidades constitucionales (“abuso de poder”); y, una vez descubierto y frustrados sus propósitos, la Casa Blanca bajo sus lineamientos intentó fabricar una argucia para justificar su conducta, hasta el punto de interferir, manipular e impedir la actividad investigativa del Congreso (“obstrucción de justicia”).

Es, sin duda, un episodio escandaloso, impropio de Estados Unidos y sus instituciones, análogo al escándalo de Watergate, pero agravado por un hecho: la intención de manipular la ejecución de una asistencia militar, aprobada de forma bipartidista por el Congreso, con base en razones de seguridad nacional, invitando a un gobierno extranjero a intervenir en la política interna de Estados Unidos.

La acusación contra Trump es concreta. Muy fácil de comprender. Sustentada en la transcripción de las conversaciones entre ambos mandatarios, así como en el devastador testimonio de embajadores y funcionarios del propio gobierno de Donald Trump. A pesar de su contundencia y gravedad, la acción del Congreso no ha podido atravesar las fronteras partidistas. Por tanto, el escenario más probable es que los “artículos de la acusación y allanamiento” a Trump sean aprobados solo por la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes. Pero el enjuiciamiento y remoción del presidente corresponde al Senado, donde los republicanos conservan la mayoría y pueden, por tanto, frustrar el apoyo de las dos terceras partes de la Cámara Alta, necesarias para poner final al mandato de Trump.

Ahora bien, aprobada la acusación contra Trump en el Comité de Asuntos Judiciales o en la Cámara de Representantes, ¿qué puede ocurrir, como alternativa a un juicio fallido en el Senado? Pues, que la presidente y líder demócrata, Nancy Pelosi, use sus facultadas discrecionales para remitir al Senado la acusación en la oportunidad que juzgue conveniente. De la misma manera que el líder de la mayoría republicana, el senador Mitch McConnell, ha convertido al Senado en un cementerio de proyectos de ley aprobados por la mayoría demócrata en la Cámara, sin llevarlos a discusión plenaria, Pelosi podría manejar los tiempos del proceso, una vez aprobada la acusación contra Trump, con la finalidad de divulgar los méritos de esta en la opinión pública, mientras se avanza en otros frentes de la lucha política y legislativa.

Entretanto, no cabe duda de que Trump no está cómodo, ahora que la Cámara ha aprobado el impeachment. En realidad, Nancy Pelosi y el liderazgo demócrata no tenían otra opción que traer el proceso hasta esta etapa. Pero ahora está claro que sí tienen opciones para poner los focos sobre la acusación contra Trump y enfatizar la gravedad que tiene, antes de obsequiarle una victoria partidista en el Senado. La opción más importante es litigar el caso en la opinión pública hasta quebrar la voluntad de la mayoría del Senado, o simplemente dejar que los electores tengan la última palabra, dejándoles muy clara la trascendencia de los delitos cometidos por Trump y los riesgos de su permanencia en la Casa Blanca para el futuro de la democracia estadounidense.

 

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