Por CARMEN RUIZ BARRIONUEVO
En el cuento «La sombra de oro» de José Balza se desarrolla una poética personal asentada sobre la percepción de las cosas y el desarrollo del poder de la memoria. Ambas vertientes incursionan en sus ficciones para convertirse en un procedimiento personal, en un engarce capaz de hacer coexistir las dualidades y multiplicidades de los seres. Tal es el sentido del itinerario que el personaje central de este cuento realiza en el descubrimiento de sí mismo, para objetivar, al final de su trayectoria, una poética escritural. Al mismo tiempo el engranaje de la memoria se sirve de las ondas concéntricas de la frase para resolver el desdoblamiento de la voz narrativa en sendos momentos temporales, el presente del adulto y el pasado actualizado del niño, adoptando una fórmula que espejea metaliterariamente en la escritura. Ese desdoblamiento es resultado de la duplicidad temporal, pero también de la reflexión introspectiva que proyecta el adulto sobre la infancia, de tal modo que coexisten dos personas individualizadas y una sola al mismo tiempo, personalidad doble y única que diseña la frase final, al retomar el inicio del cuento en un sesgo también metapoético: «Nadie puede recordar aquella historia de mi infancia. Y yo también podría perderla si no estuviese ahora dentro de la sombra dorada del caimito, que parece escribir, con el sol, esos días de los ocho años y de aquella aparición obsesiva» (1).
Es así como la intención metaliteraria forma parte de un concepto más profundo de su planteamiento narrativo, porque repercute en el carácter de la escritura al proponer sin reservas que la importancia del estilo y la armazón textual fundamentan todo el trabajo literario y que tal esfuerzo consiste en una calculada dosificación, en «Una combinación delicada de lo estático y el movimiento» (2). Además, para Balza la escritura de sus «ejercicios narrativos» se apoya casi siempre en una actitud introspectiva, integrada también en el acto de la memoria, que debe ordenar sus percepciones. De ahí la exigencia compositiva. Aunque tampoco debe olvidarse que de la memoria proceden los varios planos temporales que se armonizan en frecuentes dualidades o multiplicidades. Tiempo, espacio y esencia acrecientan su combinatoria para presentar un conjunto con perfecto engranaje, si bien no deja de sentirse siempre gobernado por el espíritu de otra de sus sentencias: «El cuento −de acuerdo con su desarrollo− será la exacerbación de un personaje, de un ámbito o de un hecho. Pero no de todos ellos a la vez» («El cuento… 478), con lo que Carlos Noguera ha concluido que existen en la obra de Balza tres clases de cuentos que se corresponden con esos motivos y procedimientos (3).
Esta organización también implica en ocasiones algunas diferencias de tratamiento, porque en los cuentos de ámbito y de personaje abundan más las referencias metapoéticas expresas, frente a otros construidos en torno al desarrollo de un suceso que acusan los efectos de los varios puntos de vista, de las historias paralelas y la multiplicidad. Un caso muy evidente se nos ofrece en el cuento titulado «Chicle de menta» donde el espacio es recreado mediante una sutil persistencia en la imagen, al enmarcar al joven personaje, y al dosificar las leves pinceladas del paisaje. Más tarde, la aparición de la muchacha es realzada por la «luz dorada, [y la] sonoridad de las arpas». Imágenes y sensaciones que ostentan de nuevo un referente metaliterario: «Porque no me interesa escribir el relato de ese amor, […] quiero aprehender su atmósfera» (La mujer de espaldas… pp. 27-28). Esta misma construcción se apreciaba en el relato antes citado, «La sombra de oro», que también puede situarse entre los cuentos «de ámbito». Si aquí se erige como metáfora la sombra del caimito, en el anterior, sucede lo mismo con el chicle de menta, cuya sensación invade las imágenes.
Es lógico por eso que los textos de Balza destaquen por la continua vigilancia de un ritmo y un lenguaje, ya que este propicia el engranaje y el traspaso de lo temporal. Como se afirma en «Chicle de menta»: «¿Ves cómo alcanzo a seguir fielmente la línea de tu historia? Puedo contarla, […] puedo trasladarte al futuro o al pasado: poseo el lenguaje» (La mujer de espaldas… 29). Son «ejercicios narrativos» los suyos, en suma, que se apoyan en la consciencia de que todo se mantiene por el aliento de la palabra que elabora el espacio y el tiempo, y cuyos nexos engarza el conjuro de la memoria.
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NOTAS
- Citamos por José Balza, La mujer de espaldas y otros relatos, Caracas, Monte Ávila, 2ª ed. Prol. de Carlos Noguera, 1990, p. 23.
- José Balza, «El cuento: lince y topo: Teoría y práctica del cuento» en Carlos Pacheco y Luis Barrera Linares, Del cuento y sus alrededores. Aproximaciones a una teoría del cuento, Caracas, Monte Ávila, 1990, p. 479.
- Carlos Noguera, “Ejercicios narrativos: la síntesis de Proteo” en La mujer de espaldas y otros relatos, op. cit. p. 13.
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