La más clara manifestación de desparpajo pudimos observar quienes nos interesamos en conocer más detalles del encuentro público sostenido por Timochenko, el sanguinario ex jefe guerrillero de las FARC, y el ex presidente de Colombia Juan Manuel Santos en la ciudad mexicana de Guadalajara durante la Feria del Libro que se celebraba en esa ciudad la pasada semana.
Un Santos cómodo y acostumbrado a las candilejas que logró alcanzar gracias a su premio Nobel de la Paz, y un Timochenko tranquilo y afable por encontrarse ungido de una impunidad sin límites -inconcebible para quien fue protagonista de horrorosas matanzas, violaciones, desapariciones forzadas- fueron capaces de abordar en un coloquio, ante un numeroso público, temas muy espinosos sin un dejo de reproche moral o ético. Lo que más bien se ponía de bulto era una cierta complicidad y euforia en torno a los buenos resultados que ambos sienten haber conseguido para el país que los vio nacer.
El conversatorio fue organizado con motivo de la presentación al público lector del libro La batalla por la paz, que lleva la rúbrica de quien fuera mandatario de Colombia y gran protagonista del proceso negociador con la guerrilla, coronado con el acuerdo de La Habana en el año 2016.
Una especie de desprecio por la verdad que ambos le deben a la ciudadanía colombiana estuvo presente en las presentaciones de cada uno de ellos. En las entrevistas a la prensa que siguieron al coloquio ambos esquivaron hechos que hoy son la nefasta consecuencia de una paz amañada y sin un asidero de justicia para los agraviados: la nueva forma de la violencia colombiana. Poca o ninguna importancia se le dio al resurgir de las FARC. Timochenko tuvo la osadía de quitarle toda la relevancia que sin duda tienen los 3.000 disidentes de las FARC, quienes públicamente han puesto fanfarria a su retorno a las armas y hacen causa común en esta insurgencia con el ELN, la otra fuerza subversiva colombiana.
Para ambos personajes toda la violencia infligida a los colombianos parece ser solo una consecuencia natural de la guerra interna colombiana que tanto el ex jefe la guerrilla como el ex presidente hoy admiten y exculpan. Dentro de lo banal, igualmente, cayó la consideración de la complicidad de la insurgencia fariana con el narcotráfico para armarse de los recursos necesarios para la guerra. Ello tampoco les provoca a los principales actores de los Acuerdos de Paz escozor de ninguna naturaleza. Por el contrario, Santos afirmó que el narconegocio se controlaría el día en que su consumo fuera legalizado.
La visita de estos dos personajes a Guadalajara será recordada en el país mexicano por lo extravagante. Mientras Santos recibía el doctorado honoris causa de la Universidad de Guadalajara por sus aportes a “la negociación, la paz y la reconciliación en beneficio de la humanidad”, la Federación de Estudiantes Universitarios le entregaba a Rodrigo Londoño el ‘Galardón de Corazón de León’, el reconocimiento a quienes trabajan en la construcción de un mundo mejor.
El ambiente no puedo ser mejor para que ambos líderes se animaran a intercambiarse en público regalos destinados a su menor hijo (en el caso del guerrillero) y a su pequeña nieta (en el caso de Santos). Es importante cavilar un poco sobre el mensaje enviado por el segundo al primero. El título del álbum infantil ofrecido por Santos a Londoño era En un mismo barco, en referencia a la necesidad de remar en una misma dirección.
A buen entendedor…
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