En enero de 2018, la noche de Míchigan se iluminó con una misteriosa bola de fuego, seguida de fuertes explosiones.
Era un visitante del espacio exterior: un meteorito que dejó decenas de llamadas al 911 (servicio de emergencia) y pedazos de piedra oscura sobre la nieve.
Pero también información importante sobre su origen: el lugar del cosmos de donde provenía.
Y es que por años, una de las preguntas que no han podido responder los astrónomos es de dónde vienen gran parte de los meteoritos que llegan a la Tierra, dado que no pueden rastrear su ruta específica a través del tiempo (hay demasiadas variables que podrían haber afectado su movimiento).
«En este caso, la muestra nos llega. No tenemos que ir a la muestra», le cuenta a la BBC Peter Brown, experto en asteroides en la Universidad de Ontario Occidental de Canadá.
Aunque se han recuperado decenas de miles de meteoritos a lo largo de los años, los científicos solo han podido rastrear las órbitas de un pequeño número de ellos.
Y ahora, elementos de la vida cotidiana que aparentemente nada tienen que ver con tecnología están contribuyendo de forma insospechada a la ciencia, como sucedió con el que cayó el año pasado en Míchigan, Estados Unidos.
Nuevas técnicas
El estudio del origen del meteorito de Míchigan -o de Hamburgo, como se le llamó por el pequeño suburbio de Detroit donde cayó- supuso una forma de investigación novedosa.
Brown y sus colegas reunieron información y videos sobre los avistamientos en las redes sociales para reconstruir una órbita potencial.
Luego, el equipo trabajó con las imágenes que habían tomado varias personas con sus celulares para calibrar sus observaciones.
«Pasamos mucho tiempo revisando YouTube y Twitter», dice el experto.
Los investigadores encontraron que el de Hamburgo era bastante típico: probablemente ingresó a la atmósfera con una masa que oscilaba entre 60 y 220 kg y un diámetro de entre 0,3 y 0,5 m.
Viajó a unos 16 km/s y la energía total producida por la bola de fuego que generó equivalía a entre dos y siete toneladas de TNT.
Debido a que la región donde cayó es densamente poblada, Brown cuenta que había muchas grabaciones que capturaron la caída.
Rastrearon casi 30 videos únicos que fueron lo suficientemente nítidos como para revelar detalles sobre el trayecto que siguió el objeto celeste.
De estos, solo un puñado fue lo suficientemente bueno para que los miembros del equipo realizaran una calibración detallada.
¿En qué consistió el estudio?
La tarea fue de por sí complicada.
Primero, los científicos debían tener una referencia posicional que ayudara a determinar desde dónde se tomó el video.
Idealmente, la misma cámara se colocaría en el lugar exacto donde se vio originalmente la caída, aunque a menudo se usó una cámara similar.
Las mediciones de esos videos revelaron entonces el ángulo en el que viajaba el meteorito entrante.
Además de las imágenes con celulares, los investigadores observaron otras con herramientas profesionales.
Si bien fue más fácil trabajar con los datos oficiales, Brown comenta que los teléfonos inteligentes y las cámaras de las tabletas a menudo tienen una resolución más alta, lo que brinda datos de mayor precisión si se pueden calibrar.
La creciente prevalencia de este tipo de cámaras «casi ha revolucionado esta área», afirma.
¿Desde cuándo se estudian las órbitas de los meteoritos?
Si bien los humanos han recolectado meteoritos durante miles de años, no fue hasta 1959 que se identificó la primera órbita de un meteorito.
Las cámaras operadas por el Observatorio Ondrejov en la República Checa registraron la caída de uno llamado Pribram, lo que permitió a los investigadores rastrear su órbita hasta el cinturón de asteroides.
Para el año 2000, se conocían cuatro lugares en los que se originan las órbitas de los meteoritos.
Tres de ellos eran del tipo «condritas H«, la clase de meteoritos ricos en hierro que más comúnmente cae y el grupo al que pertenece el de Hamburgo.
Desde 2000, las posibilidades de calcular las órbitas de los meteoritos han aumentado y hasta la fecha, se han logrado identificar las de unos 30 de ellos.
Si bien la difusión de cámaras dedicadas al rastreo de estos objetos ha jugado un papel importante, Brown dice que las grabaciones de usuarios comunes han contribuido también a avances en este campo.
La caída del de Hamburgo «estuvo muy bien registrada, y eso es lo que la hace tan interesante», opina Brown.
Después del que generó una bola de fuego en Chelyabinsk en 2013, «no hay otro que haya tenido tantos videos grabados».
¿Por qué es importante conocer el origen de estos meteoritos?
Aunque las «condritas H» constituyen la mayor parte de los meteoritos que sobreviven a la inmersión en la atmósfera de la Tierra, su origen sigue siendo un misterio.
En 1998, los astrónomos propusieron el gran asteroide (6) Hebe como el principal cuerpo primario desde el que se desprendían estas rocas extraterrestres, pero no hay consenso al respecto.
De los aproximadamente 30 meteoritos con órbitas conocidas, casi la mitad son «condritas H».
Hasta ahora, sin embargo, esos objetos no parecen provenir del cinturón de asteroides externo, el lado que mira a Júpiter, donde Hebe orbita.
En cambio, parecen comenzar su viaje desde el cinturón medio e interno, más cerca del Sol.
Pero el meteorito de Míchigan tampoco parece ofrecer soluciones al respecto.
De acuerdo con Brown, «desafortunadamente ofrece más preguntas sobre la órbita de las ´condritas H´ que las que responde».
Serán necesarias nuevas grabaciones futuras que, desde un teléfono cualquiera, podrán continuar ayudando a descifrar uno de los misterios que todavía nos guarda el universo.
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