Me sentí arreado contra mi voluntad ciudadana cuando la vieja guardia cuarto republicana, enquistada en los partidos políticos, los tradicionales y los recién fundados, impidieron la realización de elecciones primarias para la escogencia y designación de sus candidatos al primer foro político de la República. Salvo para expresarme en un par de artículos, reconocía nuestra impotencia tratando tímidamente de poner el dedo en la llaga – no elegíamos libremente, sino bajo las órdenes y coordenadas de los Ramos Allup, los Manuel Rosales, los Julio Borges y los Leopoldo López y sus huestes, verbigracia: los principales culpables de la entrega de la República a las hordas caudillescas y militaristas del castro comunismo vernáculo. Y sus herederos.
Quise votar en mi circunscripción –El Hatillo– por María Corina Machado, por quien ya lo había hecho, o, en su defecto, por quien ella delegara para representarla, dada la absurda y abusiva decisión de arrebatarle su curul e inhabilitarla bajo cualquier pretexto. Me lo impidió la confabulación de la cohabitación. Meses después supe que le había dado mi voto a ciegas y por cumplir con mi obligación ciudadana, a un desconocido, hoy desde hace meses asilado en la embajada de Chile: Freddy Guevara. Más despilfarro, imposible. Los mismos que nos impidieron ejercer la democracia en su plenitud, permitieron participar de elecciones con el chavo madurismo sin reclamar por el cercenamiento de los derechos de una figura social y política de la talla de la fundadora de Súmate. ¿Llamar legítima a una asamblea elegida bajo esas leoninas condiciones, en las que un anónimo personaje absolutamente desconocido por las amplias mayorías, como el joven Juan Guaidó, encontraba alfombrada sus absolutamente injustificadas ambiciones presidenciales ?
Hasta el día de hoy, salvo haberle servido de plataforma de lanzamiento al joven diputado de La Guaira por Voluntad Popular, el oprimido pueblo de Venezuela no tiene nada de qué agradecerle a ese cuerpo legislativo. Se ha negado a seguir la voluntad mayoritaria de invocar el artículo 187#11 constitucional, para darle sustento legal a una intervención humanitaria de nuestros vecinos y aliados. Perfectamente conscientes de que esta satrapía cubana sólo saldrá bajo la fuerza impositiva de las armas. Tampoco ha invocado el mecanismo de intervención respaldado por Naciones Unidas ya aplicado exitosamente en otras circunstancias similares a la nuestra, como es el decretado R2P, acrónimo de Responsability To Protect. La responsabilidad de proteger a los pueblos asaltados y oprimidos yendo en su legítimo auxilio con todos los medios necesarios. Una responsabilidad de Estado, que ni siquiera debiera ser invocado por los pueblos desprotegidos, sino ser aplicado automáticamente cuando un pueblo es sometido a una tiranía.
Que otro hubiera sido el proceder si en dicha asamblea precocinada en los fogones de las burocracias partidistas hubieran tallado figuras como María Corina Machado y otros voluntariosos e intraficables combatientes por la libertad, huelga ser señalado. ¿O alguien cree a estas alturas del partido que de tener lugar unas presidenciales sin obedecer la voluntad de las mayorías se logrará otra cosa que legitimar la tiranía?
La voluntad colectiva es caprichosa, cambiante y altamente inestable. Hace una semana Juan Guaidó era el líder indiscutido y el candidato salidor de unas presidenciales. Hoy, tras los bochornosos sucesos de Cúcuta y el derrumbe de Voluntad Popular, Primero Justicia y sus oscuras trapisondas, ni él ni Leopoldo López cuentan con la unanimidad necesaria como para asumir el desafío. Sólo la conformación de un poderoso bloque unitario, en el que participen nuestras más importantes figuras políticas e intelectuales, de alta respetabilidad y reconocimiento públicos, por ajenas que sean al menudeo político cotidiano, pueden garantizarnos una ruta segura hacia la redemocratización de la República.
No hay mal que por bien no venga, dice el refrán. Si de algo podría servir la debacle de Cúcuta y el derrumbe de sus protagonistas, es de haberle allanado el camino a nuestras mejores opciones políticas. Hasta ahora marginadas por la autocrática imposición de la vieja politiquería. Todo el poder a los mejores. Es nuestra consigna.
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