«Es necesario desear la inmortalidad junto con el bien, si el amor tiene por objeto la perpetua posesión del bien». (Sócrates – El Banquete).
Continuando con este sublime tema del amor, debemos afirmar que el amor nos conduce a la apreciación de la belleza. Sócrates nos conduce por el sendero para llegar al verdadero amor a través del conocimiento en la escala ascendente. Eros, dios del Amor, guía al ser humano por la senda del bien; por tanto, un enamorado está dispuesto a sacrificar su vida por el otro, ya sea hombre o mujer.
El amor es entrega y desprendimiento, y nos coloca en la posición de la unión con el Uno. Cuando dos personas se aman, se puede afirmar que trascienden la dualidad y es el sendero hacia la inmortalidad. El que ama nunca muere, es eterno.
El amor nos devela la belleza y la armonía. Cuando se ama, estamos más allá de lo físico, estamos en lo trascendente, pues el amor es trascendente y el querer es no trascendente. El querer es «egoísta», se apropia de la otra persona, es su posesión y florecen las pasiones como los celos, maltratos, la muerte; en una palabra, se convierte en un tirano que obliga a cumplir sus propias leyes. Los seres humanos, al observar al sexo opuesto, solo mira su físico, se quedan en lo estético y no trascienden a los estados de la belleza espiritual. Esto se puede lograr sacralizando todo acto que realicemos; es menester tener en cuenta que todo el Universo lo sostiene una Gran Energía, es sagrada, pues contiene la vida y la continuidad de la Creación, que todavía no ha terminado, y el amor es Luz y parte de ella trasciende la dualidad, convirtiéndonos en Uno con el Uno.
Somos inmortales porque somos parte de esa Gran Energía Universal que la sostiene. Al comienzo vimos cómo Eros, el dios del Amor, el dios del bien, el principio de los mayores bienes, para nosotros, es el origen del bien en la humanidad, según la mitología griega. También el ser humano, en aras del amor, realiza otros bienes en sus profesiones o virtudes artísticas, tales como Medicina, Derecho, Pintura, Música, Escritura, etc.
También es una forma de concebir el bien y el Amor en el servicio o plasmando un mensaje en el lienzo o en el papel, y esto nos hace virtuosos para la belleza. El que AMA es más divino que el amado, porque esta poseído por la Gran Energía Universal. El Amor es la energía más grande del Universo y el de la mayor dignidad, y es el más eficaz para que florezcan las virtudes y la felicidad. El querer es temporal; el Amar es eterno y trascendente, el amor nunca se termina.
En el mundo profano escuchamos: ya no amo a esa persona, se me acabo el amor, esto no es así. Solo es temporal el querer, porque está sujeto a las cosas materiales que lo sostienen, que por lo regular son sexo, dinero y compromisos. Es duro escuchar esto, pero es la realidad en este plano dual. El querer no trasciende, es terrenal, solo el Amor trasciende la dualidad y se convierte en uno: el que ama y el amado; se basa en el compartir, el desprendimiento y la confianza. En el querer aman más sus cuerpos que sus almas y solo atienden sus deseos.
Le preguntaron a Buda: “Maestro, yo quiero ser feliz, ¿qué debo hacer? El maestro Buda le respondió: ‘Quita la palabra YO, que es Ego. Quita la palabra Quiero, que son deseos, y te queda la frase ser feliz”. Lo mismo lo podemos aplicar para el Amor: Yo Quiero Amar, te queda la palabra Amar, libre del ego y los deseos, enemigos del Amor.
Es un ser vil aquel que ama más lo físico que el alma, pues está enamorado de algo que no es constante; tan pronto termina la lozanía del cuerpo o los interés materiales, se marcha. En cambio, el que está enamorado del ser, que es permanente, lo virtuoso, lo sigue estando a lo largo de la vida, porque está unido a lo espiritual, a lo estable, indisoluble y eterno.
Es así cómo Sócrates dice que el candidato para la iniciación, plena en el amor tiene que estar enamorado y engendrar pensamientos nobles. Pero pronto tiene que ver que la belleza no está solamente en el cuerpo, y entonces debe despreciar la pasión individual de la misma. El paso siguiente es aprender a valorar la belleza del alma más que la del cuerpo, y el hombre es guiado a la belleza del conocimiento.
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