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Ojos bien cerrados: la cinta de Kubrick que empeoró la relación de Nicole Kidman y Tom Cruise

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Stanley Kubrick, cineasta talentoso, provocador e inclasificable, solía generar en cada rodaje un clima cargado de tensión e incertidumbre. Y el de Ojos bien cerrados, su última película, estrenada hace 20 años, estuvo rodeado de inconvenientes y polémicas. Además, se transformó en la cinta más larga en rodarse de la historia y aparece en el Libro Guinness por haber insumido 400 días. En la época de Ojos bien cerrados, finales de los años 90, eso tampoco era usual. Hecho que inquietó a Warner y generó una expectativa previa que no benefició a su recepción.

De todos modos, las críticas no fueron homogéneas (el abanico de sensaciones incluyó tanto la calificación de fracaso como la de obra maestra), el paso del tiempo consolidó el prestigio de la película y el resultado comercial no fue tan desastroso como se insinuó más de una vez. Así se gastaron cerca de 65 millones de dólares, pero la recaudación en todo el mundo superó los 160. Empujada seguramente por el magnetismo de los dos protagonistas, Nicole Kidman y Tom Cruise, pareja en la vida real y también en la sugestiva historia que ideó Kubrick a partir de Traumnovelle. Novela corta del escritor y médico austríaco Arthur Schnitzler aparecida en 1925.

Una fuente de inspiración de Kubrick para Ojos bien cerrados fue Die Strasse, película de Karl Grüne, de 1923, considerada un exponente del expresionismo alemán. El obsesivo director neoyorquino trasladó la historia de la Viena de principios del siglo pasado a la Nueva York de los 90. Que recreó con el estilo deliberadamente artificial del Hollywood caracterizado por los imponentes decorados de la época de oro de los grandes estudios.

Kidman y Cruise

Kubrick estuvo amasando el proyecto durante más de 20 años. Quería una pareja real para insuflarle potencia y verdad a una historia singular, intensa y perturbadora que remitiera al cine de grandes maestros como Ernst Lubitsch, Max Ophuls y Josef von Sternberg. Primero pensó en Alec Baldwin y Kim Basinger, casados en aquellos tiempos, pero finalmente se decidió por Kidman y Cruise.

Kidman y Cruise se conocieron en el rodaje de Días de trueno y se casaron poco antes de cumplir un año de noviazgo. Él tenía 28 años y una carrera en plena explosión en Hollywood; ella 23 y empezaba a despuntar como la actriz que brillaría muy pronto en películas como Todo por un sueño y Retrato de una dama.

Los problemas entre los artistas empezaron con la adopción de sus hijos, a los que Cruise se propuso educar bajo los cánones de la cienciología. Atento a esas rispideces, Kubrick las alimentó con cierta perversidad: la revista Vanity Fair aseguró que el propósito principal del realizador fue encontrar el tono de la película psicoanalizando a sus protagonistas. Pero Kidman advirtió que esa terapia inoportuna creó aún más problemas: Cruise escuchó demasiadas cosas que no le gustaron de boca de ella.

Stanley Kubrick con los protagonistas de la película| Foto Warner

Con la intención manifiesta de difuminar al máximo posible la línea divisoria entre realidad y ficción, Kubrick les pidió a Kidman y Cruise que durmieran en la habitación de los personajes durante buena parte del rodaje de la película. Así eligieron los colores de las cortinas del espacio y llevaron ropa de cama y buena cantidad de indumentaria para seguir el juego del director. Sin embargo, se encontrarían con un director frío y muy resuelto a tensar la cuerda hasta límites insospechados. Se dice que para rodar la escena de un minuto en la que Kidman tiene sexo con un desconocido, Kubrick programó 6 días de ensayo para la actriz y un modelo masculino con el que probaron decenas de posturas sexuales. También  prohibió la entrada de Cruise al set durante todo ese período.

El problema con las escenas eróticas

Al disgusto del actor se sumó el de la productora, alertada por el alto voltaje de las escenas eróticas de la orgía que había filmado Kubrick. Un camino seguro a la calificación «X» en Estados Unidos, a la vez vía directa a un muy probable fracaso comercial. Finalmente se distribuyeron dos versiones de la película: la destinada al mercado estadounidense abrevió esas escenas e incluyó algunos trucos en las imágenes para tapar desnudos.

Se supo no hace mucho que en esa fastuosa fiesta, puesta en escena esencial de esa exploración por los mecanismos de la sexualidad y el inconsciente y exaltación de las fronteras difusas entre realidad e imaginación, Cate Blanchett fue quien dobló la voz del misterioso personaje enmascarado que interpreta en la película la modelo Abigail Good. Y que fueron Kidman y Cruise los que sugirieron la convocatoria de la hoy consagrada actriz australiana durante la etapa de posproducción.

Escena de Ojos bien cerrados | Foto Warner

El desgaste psicológico de la filmación de Ojos bien cerrados no afectó solo a la pareja protagónica. También produjo la salida de Harvey Keitel y Jennifer Jason Leigh, reemplazados por Marie Richardson y Sydney Pollack. La contratación de Pollack, quien además de actor ya era cineasta,  y fue un intento de la productora por controlar un rodaje que parecía desmadrarse.

El mérito del filme

 A 20 del estreno de la película, su reveladora radiografía de la amarga vida subterránea de una pareja burguesa aparentemente modélica sigue impactando. Kubrick supo despertar los fantasmas escondidos tras la fachada normal de una relación aletargada para hacer aflorar de ese modo una angustia largamente reprimida. Los condimentos de la historia son picantes: amor, sexo, fantasías, fidelidad, confianza, inmoralidad, tristeza, pasión, traición, locura, deseo, decepción. Pero lo que a la distancia parece evidenciarse de manera categórica es la efectividad de su metodología. Apoyado en su calidad de demiurgo obstinado, se animó a contratar a dos grandes estrellas para ponerlas completamente al servicio de su plan maestro.

En Ojos bien cerrados, como en casi toda la filmografía de Kubrick, las ideas priman sobre los personajes, igual que las imágenes sobre las palabras. Actores y actrices son meros engranajes de una maquinaria bien aceitada. Las bases de su sofisticado cine aparecen regularmente encarnadas en sus complejos personajes. El Victor Ziegler de Pollack propicia en Ojos bien cerrados los primeros escarceos amorosos de esos protagonistas abrumados que son presas fáciles para la manipulación, un arte que Kubrick dominó como pocos.

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