Un convento en Toscana, Italia, deberá cerrar sus puertas porque la madre superiora se ha visto obligada a abandonar los hábitos por una historia de amor.
El diario español ABC reseñó la historia de María Teresa Saccente, de 40 años de edad. La describe como una monja enérgica, siempre sonriente y con gran capacidad para gestionar la reestructuración del monasterio y la acogida del turismo religioso.
Hace tan solo cuatro años, abrió el Monasterio de los Padres Capuchinos, construido en 1611. Tras mucho tiempo de abandono, se concedió su gestión a las monjas benedictinas de la Congregación Olivetana, de vida monástica.
El convento dispone hoy de 19 camas y con gran espacio para la celebración de bodas, bautizos y comuniones.
La superiora mantenía una relación sentimental, que se habría interrumpido en algún momento por su propia decisión.
El obispo de Arezzo, Ricardo Fontana, confirmó también que la superiora tuvo que dejar el velo y los votos religiosos: «Yo no tengo nada que ver, ha intervenido la Santa Sede y todo se acabó», afirmó.
El cierre se hizo inevitable porque en el convento solo quedaban una monja de 80 años de edad y dos novicias. Muy pocas manos para hacer frente a una gestión compleja del espacio religioso.
Quienes acudían al monasterio de San Bernardo Tolomei reconocen que nunca se había visto semejante entusiasmo, porque el convento había renacido. En el municipio de Sansepolcro se lamenta ya su cierre, como reconoce el alcalde Mauro Cornioli: «El pueblo echará en falta este lugar espiritual y su espacio de acogida».
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