Asumo la irreverencia que despierta las mentes de latinoamericanos durante lustros obligados idolatrar malnacidos, sometidos al nuevo desorden mundial. Dignatario cada ciudadano víctima de una casta internacional de arrastracueros convertidos en infractores pudientes.
Experimento una tragedia llamada Venezuela. No estoy lejos de esto que ya no es república. En la Universidad de Los Andes [Estado Mérida], fuimos primeros computarizados. La nación se universalizaba, la adquisición de procesadoras de palabras advertía que la comunicación digital era bienvenida en las casas de estudios superiores. El internet impactó tanto la psiquis del ser humano como los vehículos terrestres de combustión o aéreos a propulsión, nuestro alejamiento desaparecía. Distancias esfuman cuando podemos comunicar sabidurías, sentimientos y necesidades a todos los habitantes del planeta. Es maravilloso. Pero, nos confiscaron la posmodernidad ilustrada en tecnologías de multimedia.
(Final de la década de los años 90, siglo XX) Estaba por asaltar nuestra institucionalidad pública la canalla predadora y bárbara: asesinos, ladrones y esclavistas petrodolarizados que demolerían todo. Hoy ella decide cuáles productos podemos consumir los habitantes, penalizó la compra de ropas, calzados, el acceso al conocimiento e información. Dio riendas al prócer impreso norteamericano mientras congelaba los salarios. Repartieron licencias a los acaparadores, adeptos de la especulación y engaño para socavarnos. Ella difunde que es superfluo defender los Derechos del Hombre. Se burla del famélico y sus enfermedades, fomenta la escasez de insumos médicos, provoca desesperación al ciudadano indefenso y en situación de orfandad jurídica.
En nuestro despojado país se oficializó el mendrugo, miramos vecinos abrir sus bocas como pichones en nidos a la espera de alimentos para subsistir. La estafa, intimidación, irrespeto por la propiedad privada, ventajismo y hostilidad son la fracturada y vertebral columna de los condenados. Los portales de Internet están bloqueados. Si nunca fuiste violento, tu instinto de supervivencia te catapulta hacia dimensiones misteriosas: donde, tenebrosos, blandimos machetes y armas de guerra, decapitamos, disparamos, abatimos. Estás ofuscado, te atormenta vivir caótico e inseguro, quieres matar a quienes han demarcado tu movilidad y emprendimiento. Estás ansioso por enfrentar y eliminar a los abusadores, restituir el Estado de Justicia y Derecho. Disciernes al respecto con tu prójimo, pero no entiende tu idioma.
Venezuela no es una república sino, repito, sino premeditada tragedia. La canalla predadora y bárbara la urdió durante años. Confesos sus exponentes, tuvieron un éxito relativo. Los apropiadores indebidos de recursos nacionales e instituciones, como las Fuerzas Armadas, saben que en cualquier momento serán ajusticiados, de un modo u otro. El cableado que permite desplazar cabinas del metro cable está caliente y tenso. Se ha dilatado y, hágase la muerte.
@jurescritor
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