Esta reflexión sobre el lenguaje y las reiteraciones y clisés de muchos periodistas y políticos, la escribí el jueves en la mañana: ¡todavía había luz!
El mantenimiento del patrimonio no ha sido cualidad de la petrofilia. Por el contrario, el despilfarro y la distancia entre el trabajo y el producto han dominado la eticidad de la nación. Eso, con el comandante, de alguna manera oculta, apareció como cualidad: el despilfarro. No fue cosa de ideologías: fue cosa del poder y su preservación.
Repiten el discurso fatigado del sabotaje y el imperio, una repetición que ahora tiene sabor a despido. ¿Son de derecha?, ¿de izquierda? Y, en el mundo, ¿quiénes son de izquierda y quiénes de derecha?
A la penuria por la alimentación y las medicinas, se agrega un listado total de carencias: gasolina, agua, transporte, iluminación, cocina, educación…
Habrá un gobierno de transición, unas elecciones y un nuevo mandatario, pero los enredos y dificultades dominarán la escena, hasta el punto de la desilusión y de nuevas divisiones.
¡Habrá que endurecerse!
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¡El lenguaje de muchos políticos y periodistas está lleno de atajos y lugares comunes que no iluminan! Eso es pertinaz en los voceros del gobierno y notable en esa repetición del sabotaje cibernético.
Se generan los llamados gaveteros en los que habrá de colocarse gente, situaciones, personas u organizaciones que pretenden ahorrarles a los otros el trabajo de pensar.
Tal cosa ocurre desde hace mucho tiempo, pero se ha remozado a propósito de las crisis europeas y latinoamericanas. Hay ultraderecha, derecha moderada (matizada), derecha radical (ufana), izquierda radical, terrorista y algo más confuso aún: centroderecha. Se usa una suerte de lentes graduados y cubicados en cuyas cuadrículas se colocarían las novedades. Una hechura del viejo enciclopedismo.
Hubo tiempos en los que servían como criterios de demarcación la originaria geografía de la Asamblea Nacional francesa en la que los revolucionarios, que querían acabar con la monarquía, se colocaban a la izquierda. Una historia muy repetida.
Ahora, ¿cuáles son los criterios?: ¿cambiar “las cosas” ?, ¿profundizar las mismas cosas?, ¿el sexo de la gente?, ¿el aborto?, ¿la prevención del embarazo?, ¿el color de la piel?, ¿el derecho a migrar?, ¿la propiedad privada?, ¿las fronteras?, ¿el autoritarismo?, ¿el apoyo o la condición militar?, ¿la naturaleza?, ¿la democracia?, ¿la “mayoría” ?, ¿el “pueblo” ?, ¿las tradiciones culturales…?
A esos clisés o gaveteras se le agrega el mazacote de la verdad digital “enredada”.
Es importante ver cómo surgen y se establecen nuevos valores, que vendrían a resultar en nuevos criterios de demarcación, pero ya sin esos referentes topográficos balurdos de “derecha” o “izquierda”. Valores no universales, pero sí referidos a la propia historia.
Por ejemplo, profundizar la democracia es, para mí, llevarla hasta los espacios de las aulas escolares en los que se cultivaría la dignidad (la calidad de la persona), la participación (como manera de realizar la dignidad), la solidaridad (como necesidad y vigencia del “otro” en cada quien), la continuidad con la naturaleza (como tenencia de sí mismo no separable de ella).
Esos valores serían los grandes referentes para la percepción y tenencia de “sí mismo” como persona y la construcción de proyectos de vida.
Son estos valores de “derecha” o de “izquierda”, los que con mucha diferencia les abren espacio a la diversidad, que sería así otro gran referente ético.
En este lío de país y detrás de cada tema o problema social, económico, de vida y salud, tendría que plantearse la discusión y tomar decisiones. No podemos saber cómo será ese país y si habrá que –cómodamente– colocarlo en las gavetas de la izquierda o la derecha. En eso estamos cuando pareciera que la incertidumbre le cede el espacio a la construcción. Como a todos, me asusta el lío y, a la vez, me apasiona la interrogante. Irá naciendo este nuevo país.
@perroalzao
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