Apóyanos

Henry Heimlich: las vicisitudes del hombre que creó técnicas que han salvado millones de vidas

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

Es difícil imaginar cuán complicado era un problema antes de que fuera solucionado.

En la década de 1970, atorarse con algo que habías introducido en tu boca era cosa seria, tan seria que -en ocasiones- era fatal.

Y lo sigue siendo, solo que por mucho tiempo, no había una táctica efectiva para evitar que, por ejemplo, fuera la 6ª causa principal de muerte accidental en Estados Unidos: unas 4.000 muertes anuales, muchas de ellas niños.

Una tráquea bloqueada a menudo deja a la víctima incapaz de respirar o hablar, y haciendo gestos frenéticos para pedir ayuda por algo que se asemejaba a un ataque al corazón. En cuatro minutos, un cerebro sin oxígeno comienza a sufrir daños irreversibles. La muerte sigue poco después.

Los golpes en la espalda recomendados en esas situaciones, obviamente, no siempre eran efectivos. Nadie sabía bien qué hacer.

Un día de 1972, un cirujano torácico estadounidense leyó un artículo en la prensa sobre lo que describían como «una epidemia de muerte en Estados Unidos por asfixia».

Le llamaban «la enfermedad del filete de res» pues, entre los adultos, generalmente ocurría cuando tragaban trozos de carne grandes sin haberlos masticado bien, y se atoraban. Pero el riesgo entre los niños era igual de grave, dada su costumbre de tragarse objetos extraños.

Cualquiera que fuera el objeto, se quedaba firmemente atrancada en la tráquea, e impedía que la persona pudiera respirar.

Al cirujano se le ocurrió que en los pulmones debía haber suficiente aire como para expulsar lo que estuviera atrancado.

Una tráquea bloqueada a menudo deja a la víctima incapaz de respirar o hablar | Foto GETTY IMAGES

Pero había que sacarlo de una vez y lograr que saliera con fuerza, en otras palabras, convertir a los pulmones en fuelles, apretándolos con fuerza.

El doctor se llamaba Henry Heimlich y probablemente tienes una idea de qué fue lo que se le ocurrió: la maniobra que lleva su nombre.

La maniobra

Heimlich dedicó dos años a explorar técnica para desalojar cuerpos extraños sólidos de la garganta de una persona que se está ahogando.

Cuando estuvo listo, en 1974, la presentó pero fue recibida con sospecha: en opinión de algunos, era un truco poco científico y posiblemente inseguro que podría ser demasiado difícil de realizar para quienes no eran especialistas e incluso podría causar lesiones internas o huesos rotos en una víctima que se estaba asfixiando.

Heimlich decidió mandar la información a la prensa y, poco después, el dueño de un restaurante en Bellevue, Washington, usó la técnica para rescatar a una clienta.

La publicidad se disparó y, finalmente, el procedimiento recibió la aprobación de la Asociación Médica Americana, en un artículo en su diario que acuñó el nombre de la maniobra de Heimlich.

Con alta publicidad y respaldo de celebridades, la maniobra fue adoptada por la Cruz Roja Estadounidense y la Asociación Estadounidense del Corazón, originalmente como una segunda opción después de dar golpes en la espalda y luego como la respuesta principal a la asfixia.

Desde ese momento, el doctor Heimlich empezó a recibir cartas de niños y adultos agradecidos por haberles salvado la vida o haberles permitido salvarle la vida a alguien.

A lo largo de los años, historias de celebridades a las que había salvado de asfixiarse, como el ex presidente Ronald Reagan, la estrella del pop Cher, el ex alcalde de Nueva York Edward Koch y los actores de Hollywood Elizabeth Taylor, Goldie Hawn, Walter Matthau, Carrie Fisher, Jack Lemmon y Marlene Dietrich, volvieron famosa a la maniobra y a su creador.

La primera vez

Pero no era la primera vez en que Heimlich había salvado una vida.

La primera había sido en 1941, cuando aún no era doctor y estaba viajando hacia Nueva York en un tren que tuvo un accidente: se descarriló y parte de él cayó en un lago.

Heimlich fue a ver si podía ayudar y vio a un hombre cuyos sus pies estaban bajo una rueda del tren mientras él trataba desesperadamente por mantener la cabeza fuera del agua.

Así que se metió al lago, lo agarró y lo mantuvo a salvo por más de una hora.

Cuando llegaron los paramédicos le dijeron: «Salvaste una vida».

Estrellas como la legendaria Marlene Dietrich contaban sus experiencias con la maniobra de Heimlich | Foto GETTY IMAGES

Con el tiempo, Heimlich se graduó como cirujano torácico y salvar vidas se convirtió en su profesión.

Luego se unió a la armada de EE.UU., y una vida que no pudo salvar lo inspiró para inventar un dispositivo ampliamente utilizado por los médicos durante la Guerra de Vietnam, y en la actualidad: la válvula de drenaje torácico de Heimlich.

«Una noche, cuando la guerra estaba llegando a su fin en 1945, me trajeron a un soldado chino con una herida en el pecho», contó Heimlich. «Lo operé. Pero murió».

«Nunca olvidé cómo murió en mis manos»

En 1962, 17 años después de la muerte de ese soldado chino, tras notar que, en muchos casos, los soldados heridos no morían por los disparos o porque se desangraban, sino porque la sangre que se derramaba por las heridas se acumulaba en el pecho y aplastaba los pulmones, inventó el dispositivo que lleva su nombre.

Era fácilmente portátil y drenaba el líquido de heridas abiertas en el pecho, con una válvula de aleteo para evitar el flujo de retorno; es decir: lo que debe de salir sale pero nada entra.

Sólo con ese invento, se puede decir que Heimlich contribuyó a salvar miles, o millones de vidas.

De la gracia a la desgracia

A pesar de ello, desde la década de 1980 hasta su muerte, en diciembre de 2016, Heimlich se vio cada vez más envuelto en numerosas controversias.

Heimlich fue, desde la década de los 80, un personaje muy controvertido. Pero a él sólo le importaba que la gente a la que había salvado lo recordara | Foto GETTY IMAGES

Una de las peores fue por su defensa de la malarioterapia, cuya hipótesis es que al infectar deliberadamente a pacientes con malaria -una enfermedad que se podía curar- se aumenta su resistencia a otras infecciones, incluido el VIH, el virus que causa el SIDA.

Argumentaba que las fiebres palúdicas podrían estimular el sistema inmunitario para combatir enfermedades más graves.

Señalaba que los estudios realizados en Austria en 1922 utilizando la malaria como tratamiento dieron como resultado que ese investigador ganara el Premio Nobel, refiriéndose a Julius Wagner-Jauregg, un psiquiatra austriaco que recibió el nobel de Medicina en 1927 por el desarrollo de la terapia de la malaria para el tratamiento de la neurosífilis.

«¿Cómo pueden aquellos que no tienen resultados atacar a alguien con una idea nueva?», preguntó Heimlich en una entrevista con la revista Enquirer en 1993. «Al menos tengo resultados probados».

Pero los expertos en salud y las agencias gubernamentales han subrayado que tales tratamientos son inútiles y peligrosos.

Grupos de derechos humanos criticaron los ensayos experimentales llevados a cabo en África y China, calificándolos de primitivos.

Hoy en día se recomienda primero tratar con 5 palmadas en la espalda y, si no funciona, 5 «compresiones abdominales» (por desacuerdos con el doctor Heimlich, le cambiaron el apelativo a la maniobra, aunque la gente sigue llamándola con su nombre) | Foto GETTY IMAGES

Del mismo modo, su promoción de la maniobra de Heimlich para sacar el agua de los pulmones de las víctimas que se ahogaban, y para tratar el asma, la fibrosis quística e incluso los ataques cardíacos, fue vehementemente disputada, y se advirtió que ponía la vida de la gente en peligro.

Dolorosamente, entre sus críticos más feroces estaba su hijo, Peter, quien durante décadas condujo una campaña contra su padre, acusándolo de ser un fraude.

A pesar de todo, lo largo de los años, la maniobra de Heimlich (para el propósito original) ha sido acreditada con salvar decenas de miles de vidas.

Al fin y al cabo, como él mismo dijo en una entrevista en 2013: «Lo único que necesito es que las personas cuyas vidas han sido salvadas por la maniobra de Heimlich recuerden mi nombre».

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional