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América Latina se mueve, ¿hacia dónde?

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Estas últimas semanas se han producido en la región acontecimientos políticos de cuantía, tantos que invitan a repensar su enigmático presente. Elecciones presidenciales en Argentina, Uruguay y Bolivia, regionales en Colombia y estruendosos movimientos populares, plenos de violencia, en Ecuador, en  Chile y en la misma Bolivia como consecuencia de los mentados comicios que resultaron traumáticos. Y como lejanos símiles de estas sacudidas las calles de Irak, Hong Kong y el Líbano… se llenan de protestas, de petitorios e ira, también de sangre. Moisés Naím habla de un fenómeno de contagio.

Es extendido criterio entre nosotros que cualquier acontecimiento que suceda en este mundo lo valoramos en función de la significación que tiene para nuestro conflicto, para esta desintegración nacional. Y se explica, tanto hemos padecido en alma y cuerpo, así resulte paradójico con los valores que pretendemos rescatar. Por ejemplo, Trump hace desastres en casi todo el planeta, pero Trump es nuestro más consistente aliado. Para algunos el teorema es simple (y falso): como estos cancerberos son de izquierda, todo lo de derecha es bueno.

Visto así podríamos decir que los acontecimientos no han resultado, hasta ahora, de la manera más deseable. Se perdió, sobre todo, Argentina. Doloroso porque es uno de los hermanos mayores, vuelve el fatídico peronismo y además después de haber practicado una verdadera orgía de corrupción. Habrá que borrar un aliado incondicional, sustituido por una dirigencia que mantuvo apenas ayer el más amoroso contubernio con nuestros déspotas. Quedan algunas incógnitas al respecto, menores creo: cuánto puede el presidente Fernández y cuánto la vicepresidente Fernández; Maduro no es amigo recomendable para nadie; Argentina atraviesa una severa crisis económica, se tendrá que moderar el populismo de los descendientes de Evita, y seguro que su solución no pasa por este masacrado país. Pero, en fin, se perdió un amigo irreprochable.

Por el contrario, da la impresión de que la derecha va a ganar la segunda vuelta en Uruguay, pequeño e ilustre, tan poco solidario, tan esquivo, con el drama venezolano.

A estas alturas no se sabe si Evo va a quedar, si va a haber segunda vuelta, si la comisión ad hoc va a cantar fraude, o habrá nuevas elecciones, o una indeseable batalla campal en las calles entre moros y cristianos. Pero aun quedando Evo, la situación no cambia mucho para nuestros cálculos locales.

En cuanto a Colombia el uribismo salió muy golpeado, por ende Duque, pero eso no debe cambiar demasiado su política exterior, al menos en lo inmediato.

Total que, básicamente, hay que llorar a Argentina, aunque Guaidó parece jugarle al menos unos quintos a un Alberto Fernández distinto y autónomo.

Los motines callejeros de Ecuador dan la impresión de haberse apaciguado con la rápida condescendencia del presidente. El que sigue enrollándose es el FMI, ya lo estaba en Argentina, ahora en Ecuador. Esto no nos toca directamente pero es una lección a futuro, después de que se cumpla el mantra, que alguna vez será. (Habría que recordar que Carlos Andrés Pérez decía que en América Latina solo dos personas podían aplicar el paquete fondomonetarista, neoliberal, Augusto Pinochet porque era un tirano y él porque era el Superman de la popularidad. Como se sabe, lo pagó con lágrimas de sangre).

En cuanto a lo de Chile, ríos de tinta correrán para explicar cómo pasa lo que pasa con el mejor alumno del subcontinente, 10% de pobreza, 2% de inflación, 6% de desempleo, PIB per cápita más alto de América Latina, desarrollo sostenido… democracia armónica durante treinta años, pasó de la izquierda a la derecha y viceversa sin problemas mayores. Además del institucionalismo consuetudinario, la prudencia cívica y hasta la frialdad sentimental, según los antropólogos de botiquín. Y mire usted la que han armado y que hasta ahora no para a pesar de los ruegos y las concesiones presidenciales, con una energía furibunda y destructiva en algunos y manifestaciones como nunca se vieron en Chile. Explique usted las razones. La desigualdad distributiva dicen, los apetitos conminativos de las clases medias más recientes, el hombre más rico del país como presidente, la pérdida de conexión popular de los partidos, los precios del metro… Mejor dejarle el problema a otros, con el insólito acertijo nacional nosotros tenemos para años de hipótesis.

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