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Mundial de Rugby: El regreso a las bases, la clave del éxito surafricano

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Rassie Erasmus asumió la conducción técnica del combinado sudafricano a principios de 2018 y de inmediato impuso un objetivo claro: recuperar las bases del rugby sudafricano. La victoria frente a Gales 19-16 en la segunda semifinal del Mundial de rugby de Japón 2019 resultó la exaltación de esta premisa.

La chatura del partido, que sólo tuvo atractivo por el dramatismo del final, se explica por la propuesta de ambos equipos y, naturalmente, por lo que estaba en juego: el pase al partido decisivo. En ese contexto, Suráfrica resultó un justo ganador, ya que se impuso en los aspectos donde es más fuerte: en las formaciones fijas, en el maul, en el juego de forwards.

Finalizado el ciclo de Heyneke Meyer tras la medalla de bronce conseguida en Inglaterra 2015, su sucesor Allister Coetzee intentó imprimirles a los Springboks un juego más abierto y dinámico, consecuente con el éxito de los Lions en el Super Rugby.

La era de  Rassie Erasmus

No obstante, Coetzee no logró trasladarlo al seleccionado, que entró en una crisis de identidad y sufrió derrotas contra los Pumas, Italia, Irlanda y Gales (dos veces). Luego de dos años fue reemplazado por Erasmus, que oficiaba como director de Rugby de la unión sudafricana (SARU). El impacto fue progresivo, pero llegó al Mundial con el título del Rugby Championship bajo el brazo (primero desde el Tri Nations 2009) y la condición de candidato.

En el International Stadium de Yokohama, 67.750 espectadores fueron testigos de una verdadera demostración de rugby surafricano. Imposición con los forwards, juego corto, batalla en el breakdown, mucha utilización del pie, imposición física aun cuando la pelota pasa por los backs.

El try de Damian de Allende, el mejor de los Springboks en los últimos dos partidos, es una demostración cabal de lo anterior. Penal ganado en el breakdown en defensa, line-out en 40 yardas, maul para avanzar varios metros y generar envión, mini breaks de Malcolm Marx y Handré Pollard, definición de De Allende, que en 20 metros quebró tres tackles y aterrizó en el in-goal.

No fue muy preciso en el juego con el pie, sobre todo cuando el encargado de ejecutar las patadas fue el medio-scrum Faf de Klerk. Tampoco estuvo seguro Willie le Roux en el fondo de la cancha con las recepciones. Dos factores que redundaron en una mayor paridad.

En cuartos de final, contra Japón, se había impuesto con una fórmula parecida, con la diferencia que la resistencia de los locales se quebró mucho antes que la de Gales, que nunca se rindió.

El aporte de los jugadores que ingresaron desde el banco fue decisivo. El tercera línea Francois Louw recuperó la pelota que derivó en el penal de la victoria cuando el que atacaba era Gales. Marx, como se dijo, fue decisivo en el try.

Francois Steyn, el único sobreviviente de la conquista de Francia 2007 (podría convertirse en el segundo sudafricano con dos títulos, igualando a Os du Randt), puso el partido en el freezer sobre el final con un kick preciso.

La mayor deficiencia de los surafricanos sigue estando en la defensa por las puntas. Ya sea por fallas en el reposicionamiento como por la poca ductilidad en el tackle de los wings Mazakole Mapimpi y Sbu Nkosi. Hay que ver si llega a la final el diminuto Cheslin Kolbe, el más desequilibrante de los backs surafricanos, que se perdió el partido con Gales por una lesión en el tobillo sufrida ante Japón.

La revancha

Tras perder en el debut contra Nueva Zelanda, Sudáfrica llega como punto al duelo frente a los ingleses, que arrasaron a los All Blacks en semifinales en una demostración de rugby contundente. Será una revancha de la final de 2007, cuando Suráfrica se impuso 15-6 en un partido sin tries.

Eddie Jones, el entrenador de Inglaterra, era asistente de Jake White. Él también impuso una premisa similar en el seleccionado inglés. Como aquella vez, como este sábado, no se esperan demasiadas luces. Allí, los Springboks se sienten cómodos.

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