“Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia”
Simón Bolívar
El dicharachero popular simplifica las complejidades al anotar que nada es más nocivo y peligroso que “un bruto con iniciativa”. Quiere decir entonces el filósofo de la calle muchas cosas, que van del carente de sesos, al ignaro, al lego y miren que se pueden parecer todos. Lo dañino consiste en reunir las limitantes con oportunidades extraordinarias de desarrollo y así, tiene y puede ser torpe o estúpido pero irradiando a su entorno con los efectos de sus acciones. Si a ello le sumas el egoísmo, la arrogancia y la vanidad como genética dominante, tienes la tormenta perfecta que construye la más perjudicial tiranía.
Estar en manos de un mandatario que confunde competencias con sugerencias y legalidad con convicciones personales es, francamente, radiactivo, para los destinatarios del poder y en Venezuela, los hemos padecido dolorosamente y, como pueblo, los hemos expiado gravosamente en estas dos últimas décadas. Y aún falta lo peor pareciera vislumbrarse.
Hemos de aprender que los anuncios de la emoción no pueden estar desprovistos de razón y así, hemos visto manejar el país, tal vez en el inicio, inspirados en buenas intenciones. Se quiso acrecentar la inclusión de sectores desfavorecidos y se dilapidó sumas enormes atendiendo programas inconsistentes y así las cooperativas primeramente y las misiones luego, complaciendo en la apariencia a los pobres sin perder de vista el verdadero propósito, escondido entre líneas y arengas, campañas publicitarias, desmontaje de la institucionalidad para edificar en paralelo el Estado chavista que, como hemos otras veces afirmado, se inspiró en Ceressole y en la apropiación del poder para el deletéreo tridente de pueblo, ejército y caudillo.
Desmontó el movimiento lo bueno del orden que atacó y dejó lo malo, solo que lo amplió hasta la metástasis consistente en la más absoluta irresponsabilidad e impunidad de su conducta criminal que victimó a la nación
El cándido cuerpo político delegó su soberanía en el difunto comandante y el susodicho se adueñó de todo, feudalizando la otrora república de Venezuela, vulgarizándonos, envileciéndonos, dividiéndonos y lo más pernicioso, construyendo una entelequia que llamaron proceso, revolución y que no fue capaz de otra empresa que la bellaquería, la desmoralización, la corrupción y la enajenación del país entre las inexplicables debilidades y fascinaciones por Cuba y la inoculación en el cuerpo social de su virus ideologizante.
En el ínterin se fraguó el más impresionante despliegue de incompetente soberbia que se haya tal vez visto en la historia del mundo, al menos en la llamada modernidad. Se arruinó al país rico, se hundió al corcho macroeconómico venezolano. Se desarraigó a millones de compatriotas a los que se compelió a intentar la aventura de sus vidas para transitar la calle de la amargura y el desprecio en el continente que le debe a nuestro gentilicio su libertad y buena parte de su historia. El chavismo nos llenó de desprestigio al tiempo que nos hundió en el desastre.
Los que no obstante escupen, agreden, repudian a nuestra diáspora y perdonen la digresión, aún nos deben, entre otras experiencias, Pichincha y Ayacucho, además de un mejor pero mucho mejor trato que les dimos cuando vinieron por decenas y centenares de miles buscando un futuro y paliando un hórrido presente.
Hay que decírselos y gritar porque cese la violencia y la humillación contra los nuestros y el Estado que obtuvo un asiento en la fatuidad de la Comisión de Derechos Humanos no se ha quejado del trato que sector público incluido promueven hacia los nuestros, rapaces y despiadados en Ecuador y Perú. La revolución de todos los fracasos nos empujó hacia este barranco y nadie de ellos lo asume, por cierto. ¡Cuánto daño nos ha hecho el haber creído en la redención de la demagogia y el populismo!
El daño hecho a la institucionalidad no tiene límites. Inficionarla de personalismo, repitió el caudillismo que, como una tara hereditaria, nos ha acompañado desde que nació esta patria pero nunca con el desdén que por el porvenir se tuvo en estos años sombríos de despersonalización de la república, de desfiguración y neurosis.
Pero, ¿cómo mantener, sostener, sustentar este asalto de la mediocridad y el resentimiento al poder que nos ha gobernado sin rendir cuentas ni aceptar el retorno democrático a la voluntad genuina del pueblo que despierta y advierte el costo de oportunidad que ha pagado y el tamaño de su ademán suicida?
Responder la interrogante nos adentra en la especulación, pero hemos de intentarlo. Cavilamos antes sin atinar, sin comprender que pudo desmembrarnos, desprotegernos, marginarnos entre nosotros mismos y arribo a una estación de mi pensamiento que me turba y aun en la vergüenza, sin embargo, me percato de que tratarán de acabar, culminar ahora, el despojo de nuestra naturalidad, racionalidad y espiritualidad crítica. Solo así se puede completar el cambio y convertirnos en otro pobre pueblo como el cubano, otrora brillante pero hoy sin presente, sin pasado, sin esperanza.
Repito para que quede claro: quieren modificarnos, alterarnos, adulterarnos. Para hacerlo, y como nos enseñó en Rebelión en la granja y en 1984 Orwell, emponzoñarán intoxicándonos en la prole, desde el sistema educativo.
He pensado y no es difícil constatar, que a la clase militar la sacaron de su riel disciplinado de defensores de la soberanía y los transformaron en pretorianos del régimen. La escuela militar tuvo como lema y orgullo ser el ejército forjador de libertades para devenir con el chavismo, cuna de la revolución bolivariana y socios de la nueva oligarquía que se vela tras las etiquetas y onomatopeyas de la lisonja y el arrobamiento. Perdimos buena parte entonces de nuestras inmunidades y quedamos indefensos, mórbidos, expuestos. Torcieron las bayonetas al cambiarlos del lado de la patria hacia la acera de los enchufados concupiscentes.
La estrategia del sistema totalizante que la ideología desarrolla, conoce varias etapas para fagocitarse lo que queda del alma republicana, del gen libertario que creímos tener en nuestro ADN ciudadano. Controlando la educación, a la postre tomarán, piensan, el espíritu del venezolano que viene. Venderían otra vez la quimera de hombre nuevo y en realidad, impondrán su voluntad a otro contingente humano hasta que se resigne o crea descubrir una parodia de final hegeliano de la historia, falseando como siempre la verdad, por supuesto.
Primero con las misiones complacieron a la turba oclocrática, inflaron la burbuja de las vanidades y repartieron cartones para enmarcar y exhibir, cual Don Francisco en Sábado Gigante. No hacía falta el esfuerzo ni el conocimiento para tener un título. Sistematizaron simultáneamente el acoso a la autonomía universitaria asfixiando las universidades nacionales autónomas privándolas de medios y suprimiendo con criterios clasistas el ingreso discriminando a la clase media y a los colegios privados y católicos.
La reciente sentencia 324 de la Sala Constitucional del 27 de agosto de 2019 es otro zarpazo en la misma dirección, desmeritando así el principio de la jerarquía en la educación y bajeándolas para manipularlas. Al hacerlo y es importante detenerse allí, destruirían las bases conceptuales de la fundación republicana y en eso andan como lo demuestra lo acontecido en la Universidad de Oriente.
Luego acometieron contra los maestros degradándolos paulatinamente, desconociendo su esfuerzo, desvalorizando su función social, arruinándolos, empobreciéndolos, proletarizándolos. Débiles, precarios podían ser apartados o sustituidos por zombies traídos y formados en poco tiempo no para educar sino para adoctrinar. Entre la ruindad de sus correligionarios y la deserción por la minusvalía, creen los militaristas, populistas, castrocomunistas, chavistas, rematarán el guion del sainete que entre risotadas y agresiones se confunde con la tragedia que se trama como fondo.
Los guarismos actuales confirman que la deserción de los muchachos y de los miembros del magisterio es la más importante desde 1958, según la memoria educativa que científicamente lleva Luis Bravo y esos héroes anónimos de la Escuela de Educación de la Universidad Central de Venezuela. Aburrimiento y desesperanza, pragmatismo y descomposición se mezclan para producir el fiasco en forma de remedo educativa que el Estado chavista auspicia.
Maldición viva, pues, en la rutina de una tragedia mayor que el país sufre militantemente, sin ilusiones ya, sin acabar de encontrarle salida y vigilia a esa pesadilla y dejándose hacer, esgonzados, tambaleantes, defenestrados.
El momento histórico universal no ayuda tampoco; este solipsismo en que existimos, individualistas, autistas por deseo propio, asquerosamente relativistas y de allí pretendidamente independientes que gusta más que libres, acompaña este desenfreno cultural y espiritual. El mal aprovecha los cultivos endógenos, pero además, corroe y explota por simpatía al Estado como persona moral creada para servir y la mundología anómica latinoamericana de estos días, así lo confirma.
Para nosotros los venezolanos ya no es un tema de oposición u opositores sino de supervivencia ciudadana. No son unos y otros sino todos los que en su vacío de humanidad y de identidad están alcanzados. El Estado venezolano ya no es lo que fue y menos lo que debe ser, es un Estado inmoral, fallido, forajido. Estamos en disolución, desagregación, dislocación al menos.
¿Reaccionaremos? ¿Sucumbiremos? ¿Soportaremos? Son interrogantes que nos hacemos y, sin creer seriamente que tenemos la impugnación o el don clarividente opinamos. Tengo fe empero como Toynbee, en el hombre y sus capacidades para regresar del infierno y prevalecer.
De allí que venga a mi memoria un artículo de Mires sobre Camus y el hombre rebelde que reivindica en él, una decisión, una ontológica afirmación para esta hora aciaga y triste que, desde la libertad responde con un definitivo e inquebrantable NO. ¡Siempre les diremos NO!
@nchittylaroche
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