El vacío dejado por Donald Trump cuando decidió retirar sus tropas del norte de Siria ha sido visto por Rusia como una oportunidad para imponerse como mediador en la crisis actual entre Turquía, los kurdos y su nuevo aliado: el gobierno de Bashar al Asad.
Desde que el presidente ruso, Vladímir Putin, ordenara el inicio de operaciones militares aéreas en territorio sirio en 2015, su país ha mantenido una importante influencia militar y política en la región.
Pero ahora, la incursión militar turca en el norte de Siria, que tenía por objetivo obligar a las milicias kurdas a abandonar una «zona de seguridad» de 32 km, podría ser la oportunidad que Putin estaba esperando para expandir su influencia en Medio Oriente.
Esta posibilidad hace que suenen las alarmas en Europa y especialmente en Estados Unidos, pues el deseo de Trump de sacar a su país de lo que calificó como una «ridícula e interminable guerra» parece haber resultado contraproducente para su gobierno.
Este martes expiraba la tregua de 120 horas pactada entre Washington y Ankara. El gobierno turco había advertido que retomaría los ataques en el norte de Siria si los kurdos no se retiraban del territorio y si el gobierno estadounidense «no cumple con sus promesas».
Pero al final fue Putin el que logró convertirse en mediador.
Tras una reunión del presidente turco Recep Tayyip Erdogan con su homólogo ruso celebrada en Sochi el mismo martes, ambos gobiernos anunciaron que llegaron a un acuerdo para la creación de una zona de amortiguación a lo largo de la frontera entre Turquía y Siria «libre» de combatientes kurdos.
Las fuerzas kurdas sirias tienen 150 horas para retirarse a más de 30 kilómetros de la frontera, dejando atrás el territorio que habían controlado hasta principios de este mes, cuando Estados Unidos comenzó a retirar sus tropas.
La guardia fronteriza del gobierno de Bachar el Asad y la policía militar rusa tendrán la misión de verificar que las milicias kurdas han abandonado el territorio.
Turquía quiere reubicar en esa franja fronteriza a los millones de refugiados sirios que en la actualidad se encuentran en su territorio.
Según expertos, una mayor presencia rusa en Siria representará una nueva base para expandir desde allí su influencia hacia el resto de Medio Oriente y África.
Tres décadas después del colapso de la Unión Soviética y del nacimiento de EE.UU. como la única superpotencia mundial, el resurgimiento de Rusia como una potencia militar y política al sur del mar Negro parece ser inevitable.
La creciente influencia rusa en Medio Oriente
Malik Dahlan, profesor de Derecho Internacional y Políticas Públicas de la Universidad Queen Mary de Londres, cree que Rusia tiene intereses en la región a largo plazo.
Con su nuevo rol en Medio Oriente, Rusia ya no buscaría jugar un papel neutral. «Putin se dio cuenta de que su país necesita ser más que un mediador«, dijo a BBC Mundo Dahlan.
«Necesita ser un garante internacional y crear nuevas reglas de compromiso en la región y, sobre todo, hacer que se cumplan».
Agrega que, debido a que aliados estadounidenses tradicionales como Israel y Arabia Saudita se han dado cuenta de que la administración de Trump no es fiable, están buscando otras alianzas.
«Los países del Golfo se han dado cuenta de que EE.UU. es un aliado desleal», recalca Dahlan.
Para el experto, el ataque de Abqaiq-Khurais del 14 de septiembre de 2019, o como él lo llama «el Pearl Harbor del Golfo» mandó una señal clara al mundo: Estados Unidos ya no garantiza seguridad en la zona.
«Por eso creo que la influencia estadounidense se está desvaneciendo y poco a poco comienza a ser reemplazada por Rusia».
El «gran error» cometido por Donald Trump al retirar las tropas estadounidenses del norte de Siria es el último impulso de un resurgimiento del poder político ruso en Medio Oriente.
«Rusia no solamente ha sido bienvenida en la región, sino que se le ha dado el asiento central».
Intereses energéticos, políticos y militares
Yury Barmin, experto en Medio Oriente y África del Norte del Consejo de Asuntos Internacionales de Rusia, está de acuerdo con Dahlan respecto al nuevo rol «sustancial» que ha tomado el gobierno de Putin en Medio Oriente.
«Sin duda, se trata de una victoria diplomática rusa, pero esto solamente ha sido posible porque otras potencias han cometido errores en la zona».
Hablando de los intereses rusos en la región, Barmin menciona los energéticos, pero algo igual de importante sería «incrementar la influencia política rusa en la zona y servirle de contrapeso a Occidente«.
«El gobierno ruso también busca garantizar la seguridad en el mar Negro y el Mediterráneo y tal vez dominar militarmente la región».
Pero las intenciones de Putin no serían reemplazar a EE.UU. en su papel de «policía global».
«No hay ni interés y realmente Rusia no tiene la capacidad económica ni militar para serlo».
Llenar el vacío dejado por EE.UU.
Barmin sostiene que el plan inmediato de Rusia es «llenar el vacío dejado por Estados Unidos» en Medio Oriente.
«Es una estrategia. Es lo que han estado haciendo en Turquía, o lo que hicieron en Egipto. Cuando los estadounidenses le cortaron la ayuda militar al gobierno, llegaron los rusos».
Otros de los intereses de Vladímir Putin en la zona sería el controlar el flujo de yihadistas rusos que parte a Siria e Irak.
E igualmente, Moscú estaría buscando nuevos mercados en Medio Oriente que puedan comprar armamento, recibir talento e incluso energía nuclear rusa en la región.
Para el experto, Rusia tiene un enfoque muy pragmático.
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