A menos de 24 horas de que el presidente constitucional de la República de Chile, el excelentísimo señor presidente Sebastián Piñera, declarara, en uso de su legítimo derecho de libertad de expresión y opinión, que su gobierno estaría dispuesto a bloquear aérea y marítimamente aeronaves y buques de bandera venezolana en un esfuerzo pragmático para contribuir a restaurar el orden democrático en la tierra de Bolívar, los factores de la izquierda insurrecta comunista que integran el Partido Comunista chileno y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, conocido desde tiempos de la dictadura de Pinochet como el MIR chileno, se dieron a la tarea de tomar por asalto más de 41 estaciones del metro de Santiago de Chile e incendiar vagones enteros del subterráneo, quitándoles a los millones de ciudadanos que se movilizan diariamente a su lugares de trabajo y a sus centros de estudio la posibilidad de trasladarse, y causando desazón, desconcierto e incertidumbre entre la población.
Todo ocurre en momentos en que el gobierno chileno anuncia un justificado aumento en las tarifas del sistema de transporte subterráneo. La ola de incendios obviamente planificados por terrorismo ideológico de la izquierda marxista-leninista del Foro de São Paulo y cohonestada por el elocuente silencio expresivo del régimen autoritario y represivo de Nicolás Maduro, adquirió visos rápidamente de “protesta general” en casi todo el territorio nacional chileno, al punto de que grupos terroristas de clara filiación de izquierda latinoamericana incendiaron el edificio que sirve de sede al diario El Mercurio, el más antiguo del país y miembro activo fundador del prestigioso Grupo de Diarios de América.
En el marco de los violentos sucesos que acaecían en la capital del país austral, leo en la red social Twitter un tweet de Jesús Petit Da Costa que rezaba así: “¿Coincidencia? Ayer Chile anunció su apoyo a un bloqueo para provocar la caída de Maduro. Hoy, desórdenes en Santiago, incendio de estaciones de metro, destrozos de servicios públicos, evidentemente fomentados por los comunistas, ya que su bancada se apresuró a darle apoyo público”.
Varias entidades bancarias fueron literalmente incendiadas como parte de los destrozos a instituciones públicas y privadas en toda la geografía nacional. ¿Acaso detrás de los violentos disturbios e insurrecciones urbanas que prendieron la mecha de la revuelta desestabilizadora en Chile no está el denominado “Grupo de Puebla” y tras bastidores de la protesta en Chile no ronda el fantasma del golpe de Estado contra el presidente Sebastián Piñera? ¿Acaso lo de Chile no es una metáfora política de “la espada de Bolívar que camina por América Latina”? ¿Acaso lo de Chile no forma parte del guion guevarista del foquismo guerrillero latinoamericano de crear uno, dos, tres, Vietnam, muchos Vietnam, como antesala a forjar las condiciones subjetivas, el impulso de la revuelta continental y la retoma del poder hemisférico del “socialismo del siglo XXI” por parte del ALBA en Sudamérica?
No sería nada extraño que en los próximos meses la izquierda narcoterrorista colombiana lograra volver por sus fueros en Colombia tratando de desestabilizar el gobierno del presidente Iván Duque, pues ya lo han intentado hacer en Buenos Aires durante el actual mandato del gobierno de Mauricio Macri.
La lección de Chile es de gran trascendencia para la sensibilidad democrática del espíritu civilista latinoamericano: la democracia construye y la izquierda autoritaria y violenta destruye; los gobiernos centro-democráticos de Latinoamérica crean cultura de paz y convivencia política y la izquierda marxista comunista fomenta el odio clasista y el rencor social como parte sustantiva de su vocación violenta de su proyecto emancipacionista compulsivo.
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