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Un metro de asfalto por 10 litros de agua

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I

La estrategia es vieja, pero eso solo quiere decir que ha probado su eficacia. Es como cuando un equipo de fútbol aplica una jugada que ha convertido muchas veces en gol. En estos momentos se puede decir que el régimen nos ha goleado. Nada más efectivo que mantener a la gente pendiente del agua, de la electricidad, de la comida que no puede comprar o de los bonos del carnet de la patria.

Como estrategia vieja, no quiere decir que no se renueve. Los rojitos saben cómo presentarla para que siempre sea la misma pero se vea diferente. E incluso han incursionado en diversos grados de complejidad, de acuerdo con la necesidad de “distracción” que ellos necesiten. Los más sencillos son los trapos rojos; el difunto era experto en los globos de ensayo, esos que soltaba y luego recogía cuando advertía una reacción desfavorable.

La cúpula maduchavista es más burda, más tosca, más malvada. Han demostrado que ya no les interesa eso de andar disimulando y se van con todo. También es cierto que el nivel de distracción que necesitan es mayor, porque saben en el fondo que no tienen salvación. Se han decidido por el “buying time”, tan aplicado por los queridos gringos. Son expertos comprando tiempo, y lo que han hecho últimamente ha sido magistral.

No dudo en que han sido realmente exitosos, sobre todo con lo último, el gran apagón. Se las ingeniaron o les cayó desde el cielo de su misma ineficiencia.

II

No hay nada más efectivo para diluir la ira de la población que desviarle la atención hacia lo realmente vital. Funcionó con las colas de kilómetros para comprar comida. Ahora que no alcanza el dinero, lo que vemos es gente deambulando de un lado a otro con botellones de agua vacíos o buscando bolsas de hielo para conservar lo poco de comida que tienen.

La gente no se ha levantado del coñazo (perdonen, pero así se sintió) que los tiró al suelo. Seguimos en las calles como muertos vivientes buscando dónde bañarnos, dónde lavar los uniformes de los muchachos, dónde hervir agua, dónde cazar un vendedor que tenga punto de venta.

Este grado de distracción es el último. Y por eso todas las noches nos acostamos ya sin fuerzas, no nos queda ni voluntad para arrecharnos. Aunque la indignación es mucha, no podemos ni gritar de lo extenuados que estamos. ¡Cuánta eficiencia!

III

Pero yo quisiera que la gente entendiera que esa indignación es mejor mostrarla, aunque sea para desahogarse. Es legítimo, es genuino que uno anteponga la supervivencia a cualquier otra cosa, pero siento que en este momento la respuesta es la protesta enardecida.

Debe ser así, enardecida, o como decimos los venezolanos, arrecha pero en la misma proporción del maltrato que nos impone la cúpula maduchavista. Es posible que tengamos que aguantar sol, sed y hambre, pero la calle es la respuesta. Como lo hicieron los argentinos una vez, como lo hicieron los ecuatorianos.

Sentarnos en el asfalto, exigirle a esta gente malvada que se vaya. Porque aunque no lo veamos claro, esta es la verdad: no vamos a tener agua, ni electricidad, ni comida ni paz hasta que la peste roja se vaya.

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