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 Las gramáticas de la paz

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La paz negativa de Maduro, la de la ausencia de conflictos producto del control total sobre los venezolanos, la del pensamiento único y el hambre de todos, la de las desapariciones forzadas, las detenciones arbitrarias,  las torturas y otros tratos crueles, esa que se cuela  por negligencia y fallas estructurales de la gobernanza global en el Consejo de Derechos  Humanos de la ONU, contrasta en los titulares de octubre de la prensa mundial con la paz positiva, la que se construye con justicia y diálogo en un marco de respeto de los derechos fundamentales, por la que fuera galardonado con un nobel Abiy Ahmed Ali, primer ministro de Etiopía.

El comité noruego del Nobel ha otorgado el Premio Nobel de la Paz de este año a Abiy Ahmed Ali, por «sus esfuerzos para alcanzar la paz y cooperación internacional, y en particular, por su decisiva iniciativa para resolver el conflicto con la vecina Eritrea.

Etiopía y Eritrea mantuvieron una guerra de 20 años por el territorio fronterizo con un enorme costo financiero y humano. El capítulo más sangriento ocurrió entre 1998 y 2000. Las relaciones se reestablecieron en julio de 2018, apenas unos meses después de que Ahmed asumiera el cargo de primer ministro en medio de las protestas generalizadas contra el régimen autoritario de Hailemariam Desalegn.

Sin embargo, cabe suponer que el comité busca premiar su abierta disposición a promover reformas de tipo liberal, que pudieran ser de inspiración para el continente.

“Ahmed pasó sus primeros 100 días como primer ministro levantando el estado de emergencia, otorgando amnistía a miles de prisioneros políticos, poniendo fin a la censura de los medios, legalizando grupos de oposición prohibidos, destituyendo a líderes militares y civiles sospechosos de corrupción, y aumentando significativamente la influencia de mujeres en la vida política y comunitaria etíope. También se ha comprometido a fortalecer la democracia celebrando elecciones libres y justas”, destacó el Comité del Nobel.

Además, en julio de este año lideró la siembra de más de 350 millones de árboles en una jornada histórica en la que participaron diversos sectores de la sociedad civil etíope como parte de un proyecto más ambicioso denominado “Legado Verde”, que tiene como objetivo la reforestación de vastas áreas del país donde los bosques están gravemente amenazados debido al cambio climático.

Sin ánimo de endiosar a nadie, porque nadie es perfecto y en Etiopía es mucho lo que queda por hacer, sobre todo en materia de superación de las rivalidades étnicas; destacamos sí, en este rincón del mundo, el vil asesinato de Edmundo Pipo Rada, y antes el de Albán y el de Arévalo, y el de tantos otros que tuvieron menos publicidad, la muerte lenta de la región norte del estado Bolívar y de Amazonas, con la herida infligida en el Arco Minero, la nada inclusiva política de las CLAP, la hegemonía comunicacional, y la negativa a realizar elecciones presidenciales creíbles, dejan desnudo a Maduro y su paz sepulturera.

Este notorio contraste de significado de una misma palabra es moneda común en Venezuela donde el gobierno y la oposición parecen hablar idiomas diferentes al confrontar, por ejemplo, la paz negativa vs la paz positiva, los derechos universales vs los derechos condicionados por la soberanía y las clases sociales y una supuesta democracia irrespetuosa del Estado de Derecho vs una democracia cabal, con separación de poderes, que promueve el reconocimiento y aplicación de los derechos humanos como establece la Constitución.

De allí la conveniencia de crear una conciencia crítica del lenguaje. Asumir que las palabras tienen un valor referencial, un valor expresivo y un valor ideológico, que es necesario confrontar para establecer consensos, nunca permanentes ni definitivos, pero sin los que resulta imposible definir unas mínimas reglas de juego.

Como diría Habermas, los conflictos políticos remiten a discordias relativas a “las distintas gramáticas” de la forma de la vida y solo la razón comunicativa puede inspirar una acción comunicativa que los resuelva de manera práctica.

Nos guste o no, la reconciliación nacional requiere crear interpretaciones intersubjetivas desde una visión compartida de país.   La clave está en esos tres conceptos ahora esquivos como son paz, derechos humanos y democracia.

Para mí la paz es un bien a construirse en un marco de respeto a los derechos humanos. Implica acción, empoderamiento frente al Estado, lo cual solo es posible en un sistema democrático.

 

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