Por LENA YAU
Tres voces, una mano que rige, una galería de espejos, un sinnúmero de desplazamientos y juegos de alternancia.
La mujer mora de Massimo Desiato es un batiscafo.
Autor y lector se encapsulan en unas líneas que se cierran sobre sí mismas dejando una mirilla por la que se cuela, de adentro hacia fuera y de afuera hacia adentro, un sistema de dicotomías y paralelismos.
El protagonista se abre en dos conciencias que son una sola: el detractor y el amante.
Este Jano bifronte inquietante encarna en sus rostros a lo apolíneo y a lo dionisiaco; a Eros y Tánatos; a la razón y a la pasión; al asco y a la atracción; al cálculo y al impulso; a la ironía y al arrebato, al nomadismo y al arraigo; al descreimiento y a la fe.
La convivencia de dos modos antagónicos de ver al mundo y de sus discursos se insertan en un movimiento oscilante con tempos interiores que apuntan al absoluto generando tensiones narrativas.
El amor y la aproximación que cada uno tiene sobre el mismo los separa y abre una brecha entre ellos que se llena con trampas, sabotajes, careos, pulsos, poder.
Una novela metaficcional en la que un joven Massimo comparte espacio con el Desiato de cuarenta y tres años establecido en Mallorca. No hay engaño, no hay truco, no hay un andamiaje fallido. El autor es honesto desde el principio y hace intervenciones puntuales para aclarar que no es una historia de amor, que él teclea pero que la Mujer Mora es quien organiza las ficciones, que el relato es una autobiografía:
Todos somos una novela, inclusive, y quizás más, si nunca la escribimos.
Hola Massimo. ¿La escuchan? ¿Pueden hacerlo? Dijo: Hola, Massimo.
La mano que organiza las ficciones: todo la mano mora que rige esta escritura lo repite con fuerza, que esta no es una historia de amor.
El ser humano es fragmentario y por tanto, una autobiografía, debería atrapar esa atomización.
La mujer mora guarda la vida de Massimo Desiato desde múltiples perspectivas.
No solo la lucha que deriva en diálogo y en fusión de las dos pulsiones que lo habitan.
También sus lecturas (que son a su vez las lecturas de tres: el detractor, el amante y el filósofo que escribe el libro), la relación que establece con los autores de los libros que lee, sus preferencias pictóricas, sus reflexiones filosóficas, el devaneo entre dos lenguas y dos tierras, su inserción en los paisajes disímiles de dos continentes, la mímesis entre su ser y el mar.
Los autores, personajes, ficciones y ensayos que ocupan su biblioteca son sogas que el detractor y el amante se arrojan para enlazarse y arrastrar el uno al terreno del otro.
El detractor, fría racionalidad y humor negro, hala al amante hacia la objetividad.
El amante, pasión sanguínea, arrastra al detractor hacia lo subjetivo.
El punto: comprender que el amor también se amolda al ser y la parecer.
Nietzsche, Baudelaire, e Humbert Humbert de Lolita, Kurtz de El corazón de las tinieblas, el agrimensor, el castillo y la posada de Kafka, Flebas el fenicio y los hombres huecos de Elliot, la hélice que toca raíces en el Diario del Gaviero de Mutis, el mito de Narciso en estudios, en la venus de Velázquez, las catedrales góticas, Henry Miller y la filósofa Simone Weil (a quien el detractor llama mi única amiga) son algunas de las muchas vertientes por dónde autobiografía/novela metaficcional /autoficción fluye. El personaje de interior bífido se extravía en geografías cambiantes que van ciñendo su destino: Caracas, Morrocoy, Ciudad Piar, Urbino, París, Spoleto, Brighton, Lucca, Carcassone, Florencia, Puerto La Cruz, Mallorca.
Años después comprendí que lo más difícil en la vida no es encontrarse, conocerse a sí mismo, sino perderse, y desde ese extravío retornar a casa a tiempo. ¿A tiempo para qué? Para no ser lo que no se quiere ser. El extravío enseña al menos eso.
Ese errar tras la mujer que cree amar lo enrumbará hacia la unificación de los dos “yo” atormentados y hacia dos hallazgos que lo asentarán en la costa que surge inclusive dentro del mar adentro, no horizonte engañoso, sino plena costa y plena tierra de sólido amor (p.214) : la escritura y la Mujer Mora. Llegando allí, las tres voces se funden para desparecer y estar de ese modo más presentes, para llenar el vacío existencial, para ser plenitud, para ser permanencia:
Por eso escribo breve. Por eso escribo intenso, para otorgarme la ilusión de que soy, de que algo existió, de que mis contornos y perfiles tienen la marca de un estilo «Roman 10 cpi», un viejo estilo que he traído de otro viejo ordenador que no supo terminar el relato y que me ha dejado sin ser, sin huella, sin traza.
Cuarenta minutos de su tiempo, rogó Kafka a Milena. Cuarenta minutos en esta novela son una vida que regresa, una vida que late más que nunca, una vida que es riqueza de palabras, caudal de pensamiento, voz que arma y rearma, deleite literario, Massimo Desiato, su cátedra y su luz en 376 páginas.
Un libro para leer muchas veces.
Una joya.
La mujer mora. Massimo Desiato. Grupo Tierra Trivium. Madrid., junio 2019.
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