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Tácticas dilatorias

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Es una vieja práctica. Típica en los tribunales donde se ventila un juicio. Alguna de las partes necesita tiempo, así como los pulmones aire que respirar. Entonces, en pleno litigio se busca la manera de prorrogar el debate, evitar que se dicte el fallo, si se intuye que el veredicto no será favorable.

Pero también en la política son frecuentes las tácticas dilatorias para recuperar aliento, mientras –como se dice coloquialmente– se “arrastran los pies”, haciendo tiempo para dar el zarpazo. De eso “hay mucha tela para cortar”. Por ejemplo, cuando se estudia “el caso Chávez”, encontramos varias pistas. Cada vez que se detectaba una falla en su expediente, se recurría a la táctica dilatoria para “pasar agachado”, una y otra vez. Si salía aplazado en un examen para coronar su curso de Estado Mayor, también se sacaba de la cartera de tácticas dilatorias alguna fórmula para que el tiempo diera oportunidad de «saltarse a la torera» ese requisito indispensable para seguir ascendiendo, hasta llegar a teniente coronel. Ya se han develado los padrinos que se prestaron para alcahuetear esas trapisondas en las entrañas de la Fuerza Armada Nacional. Eso de que «Chávez era un prospecto en el beisbol» no era más que una historia preelaborada para justificar su incorporación en la Academia Militar, saltándose unos requisitos mínimos, para poder enrolarse en esta institución. Les recomiendo leer la historia de La conspiración de los 12 golpes en Venezuela de la escritora Thays Peñalver.

Los hermanos Castro tienen una larga tradición en eso de echar mano al abanico de opciones que ofrece esa vieja pócima distraccionista. Son más de 60 años ganando tiempo, mientras ultrajan a todo un pueblo sometido y les sobran años para meter sus manos invasionistas en otras partes del mundo, como lo han hecho, a sus anchas, e impunemente, en nuestro territorio nacional.

De ahí viene la naturaleza del Foro de Sao Paulo. Se agruparon atendiendo a una narrativa común. Se esmeran en hilvanar una retórica populista, apelando al desgastado, pero aún funcional, enfrentamiento con un supuesto enemigo externo. Promueven la lucha de clases, exacerbando los odios entre ricos y pobres. A estos les meten en la cabeza que lo que no tienen es porque «una clase burguesa y explotadora se enriquece a costas de sus derechos». Por eso les prometen aplastar a los oligarcas para que se levanten sobre las ruinas que ocasionan, destruyendo todo lo que encuentran a su paso. Toda esa monserga es aliñada con la falacia doctrinaria, las argucias libertadoras y el pretexto de lucha antiimperialista.

Mientras tanto el Foro de Sao Paulo planifica las tácticas, según el escenario. En Nicaragua el dictador Ortega logró aplacar el auge de las protestas, llamando a «dialogar», después de asesinar a más de 500 ciudadanos. En Bolivia, Evo Morales aplicó la táctica de las consultas a los bolivianos, mientras ganaba tiempo para modificar la Constitución y después, como suelen hacer esos tiranos, proceder con su real gana. En Argentina usaron la táctica de las protestas de los sindicatos de Mollano. Así Cristina se las arreglaba para pasar por debajo de cuerda, los juicios de los tribunales que han debido inhabilitarla, teniendo en cuenta sus evidentes actos de corrupción. En Ecuador tenemos a Correa, en cuya espalda pesan todo tipo de acusaciones fundamentadas. El ex presidente hizo tiempo esperando el momento, como las hienas, para atacar. Ya se sabe lo que está ocurriendo en Quito.

Antes, tanto Evo como Correa expulsaron a la DEA de sus territorios, mientras el mandatario de Bolivia, con sus incondicionales del trópico de Cochabamba, expandía la siembra de coca a más de 50.000 hectáreas y Correa desmantelaba la base antinarcóticos de Manta. En otro extremo, en Brasil, está agazapado Lula, aguardando que sus compañeros de banda acudan a su rescate.

Maduro no puede quedarse atrás, siendo él protagonista del caso más difícil de los socios del Foro de Sao Paulo, tomando en cuenta la catástrofe humanitaria que padecemos los venezolanos y con su expediente pleno de acusaciones que lo relacionan con el narcotráfico, el terrorismo, la violación de derechos humanos y la espeluznante corrupción que se ha devorado buena parte del ingreso fiscal de Venezuela.

Maduro ha tenido en la táctica de los «diálogos» su mejor carta dilatoria. En eso emuló muy bien a su maestro Hugo Chávez. No olvidemos cómo Chávez rebanó el tiempo entre agosto de 2003 y agosto de 2004, para burlar el verdadero resultado del referéndum revocatorio fijado para la primera fecha.

Maduro sigue usurpando el poder. Es asombroso, si tomamos en cuenta el desastre que ha ocasionado. Sigue ahí, en Miraflores. Por eso ya es hora de aprender de los errores cometidos para tratar de enfrentar esa mafia. Lo lógico sería no seguir cayendo en las trampas dilatorias de Maduro.

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