Esta semana el régimen fue, para usar términos caros al héroe de las guerras económicas, eléctricas, cibernéticas, psicológicas y mediáticas, el comandante en supremo de los ejércitos de tierra, aire y mar de la república bolivariana de Venezuela, N. Maduro M., blanco del fuego de cobertura disparado desde Estado Unidos, a fin de ponerlo en su sitio. En respuesta a esta ofensiva –continuemos con la jerga belicista del metafórico buscapeos–, se gasta pólvora en zamuros, mediante maniobras de distracción dirigidas a evadir la responsabilidad de la camarilla dictatorial en el apagón todavía no resuelto –aún hay varios estados sin energía– y, al mismo tiempo, silenciar al presidente encargado, amplificar un discurso triunfalista, basado en la crueldad y piromanía de sus círculos gansteriles; minimizar la severa crisis de gobernanza, y ocultar su participación en delitos perpetrados a la sombra, como la sustracción de 8 toneladas de oro valuadas en 300 millones de dólares de las bóvedas del Banco Central de Venezuela y su introducción de contrabando en Uganda, con el concurso de la mal reputada empresa AGR (African Gold Refinery). A este asalto a las arcas nacionales, respondió Washington sancionando, a través del Departamento del Tesoro, a Minerven y a su presidente, Adrián Antonio Perdomo Mata, «por mal uso de las operaciones de oro como otra forma de robarle al pueblo venezolano»; y, de continuar haciendo negocios con la estatal minera venezolana, empresas de Rusia, Turquía y los Emiratos Árabes Unidos se verían afectadas por las trumpadas de la administración pelirroja. ¡Injerencia!, cantaron los asaltantes de Miraflores y, al condenar las medidas restrictivas y vincularlas a la imaginaria conspiración electromagnética, desgranaron un rosario de falaces argumentos en torno a la inminencia de una improbable intervención armada del ejército imperial con la misión de deponer al ilegítimo ocupante de Miraflores.
Antes de proseguir, una digresión. Rechazamos la muy remota posibilidad de una intervención, incluso si ella se encauzase estrictamente a expulsar del país a las fuerzas cubanas de ocupación –esa tarea corresponde a las fuerzas armadas nacionales–; sin embargo, en su asimétrico batallar contra el gobierno, la oposición debe tener siempre presente que el enemigo de su enemigo es naturalmente un amigo. Los jóvenes de la generación de 1928 no dudaron en asociarse a un aventurero y reaccionario general de montoneras, Rafael Simón Urbina, para intentar deponer a Juan Vicente Gómez. Lo hubiesen hecho con Satanás, dijo en más de una ocasión Miguel Otero Silva, quien participó, junto con Gustavo Machado en la toma de Curazao y en la expedición, desde la isla holandesa contra el tirano andino, comandada por el general (¿?) falconiano. No estoy del todo convencido del talante jeffersoniano o democrático de Donald Trump ni de su vocación humanitaria: veo en él a un pragmático oportunista; mas su predicamento respecto a la corrupta narcodictadura militar apuntala las aspiraciones libertarias del venezolano y eso, aunado a su influyente posición, lo convierte, más allá de prejuicios, escrúpulos y recelos siempre a flor de piel cuando se trata de líderes de la superpotencia capitalista, en socio de inestimable valía, sobre todo por su capacidad de golpear a esta gente donde verdaderamente les duele: el bolsillo. Y, ojo: no me gusta el m(ad)uro, no. Hecha esta muy necesaria aclaratoria, continuemos.
Las maniobras de distracción suelen ser trampas, ardides o artimañas urdidas durante una confrontación dirigidas a confundir o engañar al adversario y atacarle cuando y donde menos lo espera. Los tejemanejes previos a Normandía, para convencer a los nazis de que el desembarco de las tropas aliadas sería por Pas de Calais, constituyen impecable ejemplo de esas manipulaciones; no son, empero, tretas exclusivas de estrategias militares. Funcionan de igual modo en el ámbito político. Y allí está para corroborarlo José Luis Rodríguez Zapatero. Cuando este espíritu de la concordia se materializa, lo hacen también, ¡ay, papá!, los fantasmas del chanchullo y la componenda. 24 horas antes de su (re)aparición, se daban por concluidos los ejercicios cívico-militares, bautizados, no por casualidad, con una consigna supremacista y racista: el grito de guerra caribe Ana Karina Rote (solo nosotros somos gente). No es necesario devanarse los sesos o remitirse al apotegma de los aprensivos –piensa mal, y acertarás– para conjeturar que, aprovechando el ruido en torno a la II reunión del Grupo de Contacto sobre Venezuela a celebrarse la próxima semana en Quito y el predecible llamado a un evasivo blablablá, la camarilla roja rojita y verde oliva ha instrumentado un plan orientado a su oxigenación, sobre la base de dos objetivos: ganar tiempo y neutralizar el efecto Guaidó.
Con la angustia de quien no sabe qué vendrá después del fuego de cobertura, el usurpador solicitó la renuncia de sus ministros y vaya usted a saber cómo quedará constituido el gabinete después de los enroques, maquillaje y purgas. Habrá escasez de rostros nuevos. A estas alturas del partido únicamente los tontos o los ilusos apuestan a perdedor. Casi simultáneamente, llamó a sus bandas armadas a salir a la calle a defenderle y tal vez ordene un acuartelamiento de tropas y oficiales –¿obedecerán?–, esperando frustrar las movilizaciones agendadas en la Operación Libertad, iniciada con prometedor arranque y entusiasta participación en Carabobo y Vargas. Los acontecimientos parecen precipitarse a velocidad mayor a la calculada por áulicos palaciegos y consejeros espirituales de La Habana y Fuerte Tiuna. Mientras intentaba rematar estas líneas me entero de la detención por esbirros del Sebin de Roberto Marrero, jefe del despacho de Juan Guaidó, y del allanamiento de la vivienda del diputado Sergio Vergara, secuestro y violación de domicilio consumados con ánimo de intimidar y, desde luego, hacer pasar bajo la mesa el informe de la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet; igualmente, se ha dispuesto la colocación de nuevos contenedores (ya suman 15 más un camión cisterna) en el puente internacional Tienditas, a fin de constreñir al máximo la comunicación entre Ureña y Cúcuta. Se quiere meter miedo, pero, aunque Maduro y sus conmilitones estén dispuestos a todo, incluso al exterminio masivo de la ciudadanía con tal de no ceder el poder, algo muy inquietante han debido deducir del encuentro de Jair Bolsonaro con el taheño huésped de la Casa Blanca y su decisión de contribuir mancomunadamente a restituir el hilo constitucional de la República. Quizá, el fuego de cobertura ponga punto final a las maniobras de distracción y dé razón a Guaidó cuando asegura que Maduro «no se atreve a encarcelarle… o no manda». Independientemente de ello, llegó el momento de poner en marcha a los millones de compatriotas hartos de populismo, castrismo, chavismo, madurismo y otros ismos de análoga perversión para tomar la capital e instalar en Miraflores al presidente constitucionalmente habilitado y soberanamente proclamado. Tal es el desiderátum de la Operación Libertad.
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