La economía venezolana ha entrado en una nueva fase. Ante el hecho de que la industria petrolera venezolana se fue a pique y se encuentra destruida, aunado con el esquema de sanciones internacionales que afecta al Estado venezolano y a sus operadores, los agentes económicos criollos se han venido enfrentando a una nueva dinámica que, si se quiere, nunca se había visto en la historia del país.
Porque de alguna forma u otra, al menos en nuestros tiempos modernos, la era petrolera que se consuma en las primeras décadas del siglo XX venezolano se caracterizó por la fuerte presencia del Estado como agente económico. Primero, fiscalmente. Luego, como productor y principal agente en toda la cadena de valor de los hidrocarburos, y como propietario del subsuelo y sus activos en nombre de la República.
Sin embargo, en los últimos meses, el clásico esquema del Estado venezolano como principal agente económico del país, y principal actor proveedor de recursos y capital se ha visto afectado sustancialmente. Sí, el Estado sigue teniendo un rol preponderante en la economía. Sí, el Estado tiene la nómina de empleados formales más grande de todo el país. Sí, el Estado tiene numerosos contratistas. Sí, el Estado sigue poniendo las reglas del juego a través de sus regulaciones de opaca legalidad y, con frecuencia, dotadas de arbitrariedad funcionarial. Sí, el Estado sigue emitiendo bolívares y recaudando impuestos allí donde puede. Pero si bien todo eso es cierto, a medida que pasan los días, y a medida que la combinación sancionatoria y la inviabilidad del socialismo se conjugan, el Estado pierde fuerzas y recursos, con lo cual todo su aparataje tiende a debilitarse y con ello cambiar la dinámica de la economía.
Desde luego, este proceso de debilitamiento del Estado no se da de la noche a la mañana. Sin embargo, ya comienza a afectar el modo en que se realizan los intercambios de bienes y servicios dentro de Venezuela. En este contexto, tal vez el factor más preponderante sea la aparición del sector privado como agente sustituto de las labores que el Estado, por su propia incapacidad, no es capaz de hacer. De allí que tengamos un nuevo planteamiento en el cual se estén gestando un conjunto de soluciones privadas para problemas públicos.
Este proceso de transición lejos está de ser sencillo. Por el contrario, hasta la fecha, está dando muestras de una profunda complejidad. Creemos que ello obedece al hecho de que esta nueva “relevancia” del sector privado no se está desarrollando gracias a las políticas públicas que promuevan quienes detentan el poder, sino a su pesar. Dicho de otro modo, no quiso el régimen de forma deliberada que los privados asumieran este rol en la economía, pero las circunstancias existentes, por infinidad de razones imponderables, condujeron a que las acciones decantaran en esta extraña paradoja del socialismo bolivariano.
El sector privado, por supuesto, no tiene la tarea fácil. Para comenzar, debe operar sin ningún tipo de financiamiento. Virtualmente, el crédito dejó de existir en Venezuela como consecuencia de las políticas de encaje legal bancario. El mercado de valores no tiene profundidad ni volúmenes de relevancia para el país. Pero además de operar con su propio pulmón, se debe trabajar en un entorno hiperinflacionario, con una contracción sin precedentes de la economía, la caída del producto interno bruto a niveles impensables, y con el entorno macroeconómico más hostil de la historia moderna venezolana, y de los más destructivos en los anales de la historia mundial.
Por si fuera poco, desde el punto de vista institucional, el Estado es incapaz de proteger la propiedad, administrar justicia y proveer de seguridad jurídica a los agentes económicos, los cuales quedan a merced de un entorno de indefensión e incertidumbre ante un eventual incumplimiento de sus contratos y obligaciones.
Todo parece indicar que esta dinámica económica llegó para quedarse. De ser una mera coyuntura ya pudiera incluso afirmarse que forma parte estructural de la realidad país. Por las razones que fueran (ironías del destino, manifestación providencial), la dinámica del país le abrió una ventana de oportunidad al sector privado para desplazar al Estado como principal actor de la economía venezolana. Esta transición no será fácil y hoy día enfrenta severas limitaciones logísticas y de entorno, pero bien manejada, puede ser un elemento fundamental para reconducir a Venezuela dentro de la senda del desarrollo.
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