«Soy un redactor forense que, desenfadado, regresa a casa para reunirse con enfermos, sedientos y muertos de hambre sin prometerles una vida paradisíaca sino parar el oficio de perpetradores»
No ocultaré que la conducta abusiva, tanto en instituciones públicas como privadas, caracterizada por la falta de respeto y consideración hacia el ser humano, es práctica imposible de protestar en la Venezuela hojarasca donde nos escardillan hacia los peores tiempos políticos experimentados por quienes nos precedieron en sufrimientos también inducidos.
Las penurias que nos incoan son el muro de contención edificado por victimarios para mantenerse distantes, blindados mientras agreden gozosos. No es república un lugar donde el salvaje latinoamericano, sin dar explicaciones de ninguna índole, porque carece de inteligencia y no sabe de gentilizas, te obliga a subsistir con algo que ya no es instrumento de pago [la divisa]. En nuestro destruido país, su potencialidad fue neutralizada tras la instauración del Gran Terror Revolucionario. Derogaron tu derecho constitucional a vivir de un sueldo, el acceso a información pública y la urgencia de procesar penalmente al funcionariado que coopera con los apropiadores del Estado, enemigo del acceso libre-natural a productos de consumo básico y servicios.
Las convocatorias a protestas fueron convertidas en apagones de la ira e indignidad colectiva, por cofradías de individuos canallescos y ambiguos: políticos viejos atornillados en el poder convertido en lupanar, y jóvenes recién llegados para lucrar[se] en el festín de la politiquería letal. Mientras lo descrito sucede, el pueblo [intimidado o bajo enajenación] los observa amordazado y con ataduras.
Soy testigo de la canalla incendiaria y padezco junto al pueblo que idolatró al patriarca de la vida miserable. Desoigo los petitorios de mis amadas hijas que buscan sacarme del infierno este, cuyo advenimiento advertí: inútilmente, lo admito, en la Universidad de los Andes, centros culturales y sitios donde he residido. No son seres de otra dimensión, que les aseguro existen, quienes están iluminándome el sendero donde camino hacia un lugar en el cual seré gratificado.
La sofocación nos transforma en sujetos agrestes y fáusticos. Unos contra otros es rutina en curso de colisión. La canalla incendiaria-revolucionaria será desmembrada, lo anuncio sin otro propósito que no sea informar [a quienes concierne] que deben prepararse para un potentísimo estallido. Soy uno de los detonadores.
(@jurescritor)
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