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Llueve y no escampa

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I

El clima de los altos mirandinos fue lo que enamoró a Ana Alcira y por eso le pidió al doctor que le comprara una casa allí. Un cielo siempre encapotado, la neblina mañanera espesa, el frío nocturno, los grillos que cantan en las noches junto con los sapitos. Y los torrenciales aguaceros. Tardes enteras de lluvia incesante.

Mi casa tuvo por siempre un techo provisional en lo que fue un jardín interno. Era del tiempo de Juan Vicente Gómez, de esas que tenían un patio en medio de los pasillos de los cuartos, pero mi mamá lo mandó a quitar y mi padre lo que hizo fue ponerle una armadura de zinc para complacerla. Como que no estaba en el fondo de acuerdo, porque nunca la mandó a hacer definitiva.

Cuento ese detalle porque el sonido de la lluvia en ese techo se magnificaba. Los goterones sonaban como metras y toda mi casa era un vendaval. Yo adoro los días lluviosos y aún recuerdo a mi madre cuando comenzaba a escuchar las gotas y salía al porche a rodar los grandes materos para que bebieran agua del cielo.

Me dejaba salir al jardín bajo un paraguas. Yo entonces me sentaba sobre un banquito ya mojado. Estar bajo la lluvia era uno de mis placeres. Pero siempre escampaba.

II

Cuando llueve en esta Venezuela devastada se esperan las peores calamidades. Muchos recordarán todavía lo que pasó con tormentas como Brett, lo que sufrimos en 1999 con el deslave del estado Vargas (ese es su nombre). La improvisación y la desidia gubernamental de más de 20 años me ha hecho cambiar la percepción que tengo de la lluvia.

Hace años que cuando llueve de noche no puedo dormir, por más sabroso que sea dejarse arrullar por el sonido de las gotas. Pienso en las miles de personas que están perdiendo lo poco que tienen, los pobres que se harán más pobres, los niños que se enfermarán. Pero esa soy yo y de seguro que muchos otros que tenemos empatía por los que sufren, no esta cuerda de sociópatas.

Sin embargo, ahora tenemos un añadido. Cuando llueve, usualmente se va a luz. No es que no estemos ya acostumbrados, sé que muchos en el interior del país dirán que se va cuando llueve y cuando hace sol. Pero en el área metropolitana de Caracas, que sé que somos privilegiados, es lo que ocurre.

Últimamente no se va, sino que los flujos de voltaje son muy seguidos y más evidentes. No hay nada que dañe más los aparatos que un flujo variable de electricidad. Y además, en la zona donde vivo nos quedamos sin servicio de teléfono e Internet.

La explicación que dan los técnicos de Cantv es que las tanquillas en donde está el cableado se llenan de agua y que cuando se secan vuelve el servicio. Estamos en época de lluvias. Son por lo menos seis meses. No hay nada que hacer.

III

Es una frase muy conocida. “Llueve y escampa”, dijo Carlos Andrés Pérez en algún momento en que atravesaba las peores vicisitudes de su vida política. Y el tiempo le dio la razón, porque sé que más de uno en estos momentos lo recuerda con nostalgia y lamenta no haber tenido la paciencia ni la voluntad de entender el plan que CAP se proponía implementar.

También dijo que si ganaba Chávez se instauraría una dictadura y que la democracia como la conocíamos iba a morir. La historia lo absolvió, indudablemente.

Siento que sobre Venezuela hay un gran techo provisional de zinc que magnifica el sonido de la lluvia. Cualquier garúa (llovizna) suena como una tormenta, como granizo, como metras. Al contrario de lo que pensaba el ex presidente adeco, no veo que escampe.

Ahora resulta que la oposición es corrompible. Que tanto dinero junto le hace crecer las agallas a cualquiera, dirán, se justificarán. Ahora resulta que lo importante es la acción de respuesta, que no se deje pasar, que se castigue a los responsables.

En el último punto tienen razón. La impunidad es como esa gota de agua que ha caído incesantemente en terreno venezolano y ha abierto una canal que nos ha tragado a todos. Hay que castigar al que mal obra. Pero también hay que afinar los filtros, hay que escoger mejor. No repitamos esta historia, es lo que pido, para que por lo menos escampe algún día.

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