El régimen forajido despliega el sistema de misiles hacia la hermana república de Colombia, receptora del número mayor de venezolanos que integran la diáspora histórica derivada de la emergencia compleja que vivimos. Mientras realiza el dislate, aquí no hay comida, agua, luz, efectivo, medicina, transporte ni educación. Los usurpadores fracasaron en la provisión de los servicios básicos previstos en la Constitución. No cumplen las funciones de un Estado y quieren entrar en una guerra.
Uno de los momentos más críticos de nuestra vida republicana de 208 años lo enfrentamos los venezolanos de hoy, tanto los que luchamos en el frente interno como los de la diáspora que superan los 4 millones.
Luego de 21 años de ignominia, nos queda claro que la corporación criminal aniquiladora de la república, opera con una lógica maligna que se traduce en el desastre de la realidad nacional.
Hemos insistido que el momento exige políticos con grandeza, que practiquen los valores del gentilicio. Cuando se asume el privilegio del servicio público procuramos aumentar el bienestar general. El valor de la grandeza demanda no decaer en medio de la batalla ciudadana. Solo el genuino compromiso derivado de una vocación política y no politiquera, es capaz de priorizar al otro por encima de nuestros intereses. Implica un descentramiento que implica a menudo renunciar a nuestros egoístas intereses, quien no renuncie a hacerse rico con el erario nacional y servirse del poder de manera egoísta, jamás pondrá por delante el bienestar colectivo.
No hacer el bien es un mal. Si miramos dentro de nosotros, descubrimos la facilidad con que nos cerramos al sufrimiento de los demás, aunque de palabra manifestemos lo contrario. El político auténtico se compromete a transformar la sociedad para que haya menos gente desfavorecida. No significa decidirse por una vida infeliz, fastidiosa y resignada, sino elegir un modo de vivir más humano, más sano y, en definitiva, más dichoso, aunque exija sacrificios y renuncias.
Pasando a otro tema, comienzan las clases y la deserción escolar pinta una realidad educativa patética. Si analizamos el calendario escolar 2018-2019, observamos un déficit de 30%, no hubo clases 60 días de los 200 del año académico. En las zonas rurales la inasistencia a las escuelas llega a 50%. Los planteles escolares en mal estado superan el 90%. La crisis de los servicios públicos afectó a 70% de esos planteles, que no tienen agua, luz ni Internet. La exclusión escolar monta al 60% y en los estados fronterizos asciende a 80%.
Es una realidad negativa la estampida de docentes, 40% han dejado las aulas este último año. Y el régimen pretende llenar el vacío con funcionarios de la Chamba Juvenil sin ninguna preparación para dar clases. Urge el cambio político.
¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!
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