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La dictadura de la felicidad o Happycracia

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Desde Epicuro hasta Schopenhauer, pasando por Kant, la felicidad ha hecho reflexionar a los más grandes filósofos y se ha visto atribuir numerosas teorías y definiciones. En nuestros días se ha suplantado la pregunta “¿qué es la felicidad?” por la necesidad de encontrarla y alcanzarla. Percibida como una ausencia de sufrimiento, un bienestar o autorrealización, partimos en la búsqueda de la felicidad para disfrutar plenamente de la vida.

Ahora vivimos en un mundo en el que ser feliz no solo se ha convertido en un objetivo de vida para muchos de nosotros sino también un derecho y una obligación. Por supuesto: ¿Quién proclamaría que quiere ser y permanecer infeliz?

Y entonces, para ayudarnos a conseguir esta tan deseada meta, emergió al final de los noventa la psicología positiva, con sus autoproclamados científicos y gurús que llegaron para enseñarnos cómo ser feliz. Con su amable pero firme ayuda usted aprenderá cómo desligarse de sentimientos negativos y no productivos, creciendo en gozo y positivismo. Y si usted falla, pero no es una opción, no se le está permitido fallar, porque usted está condenado al éxito por su propio bien, será su entera y absoluta responsabilidad, por su falta de compromiso y voluntad, y no será culpa de la sociedad.

Los profesores e investigadores universitarios Edgar Cabanas y Eva Illouz son los autores del libro Happycracia. Cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas (Ed. Paidós), una reflexión sobre la búsqueda incesante de la felicidad en la sociedad moderna. El concepto “happycracia”, acuñado por los autores, ya se ha difundido extraordinariamente y triunfa en las redes.

Estos renombrados sociólogos, brillantemente muestran la faceta escondida detrás de las cortinas tautológicas de esta happycracia. Demuestran con vigor cómo esta manera de pensar ha cambiado la responsabilidad de la sociedad al individuo en muy pocos años. Y las consecuencias de este movimiento son fascinantes y perturbadoras al mismo tiempo.

Estos dos investigadores muestran cómo la felicidad se ha convertido en una formidable mercancía que genera millardos de dólares cada año por medio de best sellers, seminarios de empresas, financiamiento de centros de centros de investigación y, finalmente, pero no menos importante, un número creciente de aplicaciones por abono que acompañan promesas de felicidad en 15 lecciones. Los mercaderes de la felicidad, se apoyan principalmente en tres temas: La “autoayuda” (autogestión emocional o ecología emocional), la búsqueda de la autenticidad y la realización personal, todo envuelto en un discurso seudocientífico que pretende no solamente medir, sino también generar la felicidad. Para expandir su alcance, la psicología positiva tuvo la habilidad de apuntar no solamente a los que sufren problemas psíquicos, como lo hacía la psicología tradicional, sino a todo el mundo, enfermo o no.

Continúan los autores: “Los oradores motivacionales, el ‘coaching’ y los libros de autoayuda crean tal presión para que seamos felices que ya hay hipocondriacos emocionales: gente que convierte esa búsqueda en una obsesión”.

“Descubre tu puntuación de felicidad y mejórala en dos meses”. Esta es la fantástica promesa de Happify, una aplicación “basada en la ciencia que mejora la salud emocional”. Después de registrarse, los usuarios pueden conocer su estado emocional en tiempo real y mejorarlo con motivación y gestión del estrés y de los pensamientos positivos. Happify y otras aplicaciones similares son la “autoayuda” del siglo XXI.

“Hace 20 años, la psicología positiva prometió ofrecer las claves de la felicidad y aún estamos esperando. Después de 64.000 estudios, lo único obvio es que sus resultados son contradictorios y ambiguos. Y, en el mejor de los casos, puro sentido común”, indican los autores de Happycracia, quienes además denuncian los problemas que los expertos en la disciplina tienen para definir el mismo concepto de felicidad y sobre todo para medirla. “¿Qué quiere decir que tú y yo tengamos un 7 de felicidad? Imagínate cuando se ponen a comparar países… ¿Qué tiene que ver la felicidad de un chino con la de un español?”.

A pesar de tener muchos detractores (la psicología positiva), la felicidad se ha transformado en un sector económico impresionante. El sociólogo británico William Davies acuñó el término de “industria de la felicidad” en un libro del mismo título en el que alertaba sobre el lado más oscuro del fenómeno. “Las tecnologías para medir nuestro ánimo, los algoritmos para analizar las emociones se ponen al servicio de los intereses económicos y políticos”, menciona en su libro. Nuestro estado emocional es una mercancía más, comercializada con distintos envoltorios: desde aplicaciones basadas en sofisticados algoritmos hasta la literatura de autoayuda, pero también los coaches de desarrollo personal, los entrenadores de mindfulness o los oradores motivacionales.

Según Forbes, 40% de las 500 empresas norteamericanas más grandes ya utilizan el coaching de manera habitual. El fenómeno está acompañado de otro negocio paralelo: el de la formación de esos coaches. Pero tampoco se detiene ahí. A veces, la felicidad se transforma en merchandising puro y duro. El que se imprime, abusando de aforismos, en tazas, cuadernos o felpudos. Así se explica, por ejemplo, el éxito de Mr. Wonderful, autodefinida como (la tienda online de productos felices para alegrar al personal), que con 150 empleados en nómina y en 2017 facturó 28 millones de euros.

“La felicidad se ha convertido en una especie de religión, donde se sustituye la fe en la salvación por la fe en la autorrealización personal”, señala Cabanas. “La industria de la felicidad se nutre de ese estado obsesivo porque la felicidad es insaciable, no tiene fin”. Uno de los dogmas de la psicología positiva consiste en defender que la felicidad se puede aprender y es algo meramente individual, que nada tiene que ver con las circunstancias. Y esa no es una idea inocua. “Implica que el sufrimiento es una elección. Ese es un planteamiento muy peligroso. Acaba generando una idea de ciudadano individualista que no le debe nada a nadie y que depende exclusivamente de sí mismo. Tiende a desdibujar el hecho de que las causas de los problemas no son solo personales, sino también sociales y estructurales”.

Dentro del pequeño reino de Bután se mide con mayor importancia el índice de Felicidad Nacional Bruta que el propio PIB. Por eso, durante un tiempo, propuso a las Naciones Unidas que se instaurara un día para recordar la importancia de ser feliz. Y dicho día fue publicado en 2012 en la Resolución 66/281 del 28 de junio de 2012, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió proclamar el 20 de marzo como Día Internacional de la Felicidad.

La ONU elabora un ranking de los países más felices del mundo y la OCDE tiene una herramienta similar (el Better Life Index), Incluso Venezuela tiene un Viceministerio de la Suprema Felicidad Social del Pueblo.

En resumen, saque usted sus propias conclusiones acerca de este interesante ensayo de Cabanas & Illouz de lo que se ha convertido en una búsqueda y un afán universal: la felicidad y cómo llegar a ella. Sea cual sea la tesis que usted defiende, es evidente que el tema de la felicidad hace vender.

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