Uno de los conceptos más ampliamente estudiados en la Ciencia Política es el de “gobernabilidad”, entendida esta de manera sintética como una propiedad de los sistemas políticos definida por su capacidad para satisfacer de manera eficiente y adecuada las demandas de la sociedad a quien sirve.
Desde el punto de vista psicosocial, la gobernabilidad se asocia con el grado de acatamiento o aceptación mayoritaria de las acciones gubernamentales por parte de los ciudadanos, y en este sentido tiene que ver con un concepto relacionado como lo es el de “legitimidad de reconocimiento”. Por otro lado, desde una perspectiva técnico-administrativa, la gobernabilidad se asocia con el grado de eficacia y eficiencia en el desempeño del equipo gubernamental, y con su control sobre los procesos políticos y económicos de un país.
Lo contrario a la gobernabilidad, por supuesto, es la ingobernabilidad. Y esta se define, en consecuencia, como la incapacidad de los gobernantes para satisfacer las demandas y expectativas de la población, y por la falta de control sobre los procesos económicos y políticos.
Una rápida mirada a la Venezuela de hoy nos habla a las claras de una situación típica e innegable de ingobernabilidad. Quienes ocupan el poder en el país no gobiernan, ni en el sentido estricto de satisfacer las necesidades básicas de la población ni desde la perspectiva del necesario control sobre los procesos sociales. Y para muestra hay más de un botón.
El régimen de Maduro no puede con la economía (somos hoy el único país del planeta con hiperinflación, con una recesión y decrecimiento ya crónicos, y con un porcentaje mayoritario de la población con severas limitaciones para acceder a la alimentación y a los servicios básicos de salud, luz, agua y educación), no controla la moneda (cada vez más devaluada y casi inexistente), no puede con el hampa (desde que las actuales personas que ocupan el poder lo hacen, somos el país más violento e inseguro del mundo), y ni siquiera controla el propio territorio nacional, hoy víctima de la presencia activa de paramilitares y delincuencia organizada.
Si la capacidad de gobernabilidad es la principal característica de un gobierno, y estamos en presencia indiscutible de una situación de ingobernabilidad estructural, entonces en Venezuela se puede afirmar con propiedad que no existe un gobierno sino unos individuos que ocupan el poder. En sentido estricto, el régimen de Maduro no gobierna, solo usa el poder.
¿Para qué existen los gobiernos? Existen para satisfacer las demandas y necesidades de la población, para administrar los recursos públicos de manera eficiente de cara a la satisfacción de esas necesidades, para garantizar la vida y el bienestar de la población, para asegurar la paz y la convivencia nacional, y para resolver a través de sus instituciones y acuerdos las diferencias inevitables entre personas y sectores distintos. Si ello no ocurre, el gobierno de que se trate no tiene sentido, justificación ni razón de existir.
Venezuela necesita con urgencia un gobierno. Los símbolos y espacios de poder están ocupados por personas que se refugian allí y utilizan el poder. Pero usar el poder y gobernar son dos cosas diferentes. Mientras el beneficiario de lo segundo son los ciudadanos y el país, los que practican lo primero lo hacen fundamentalmente en su propio beneficio.
En 1819, y como parte de su célebre Discurso de Angostura, el Libertador Bolívar afirmaba que el sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política.
Coherente con este pensamiento, un régimen que condena a la población al hambre y la infelicidad, que le priva de siquiera las condiciones mínimas de seguridad social, y que al criminalizar y perseguir a quien no piense igual aleja toda posibilidad de paz y estabilidad política, se convierte de hecho –siguiendo a Bolívar– en el más imperfecto y perjudicial de los gobiernos. Tanto, que ni siquiera merece ese título.
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional