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La nación indigente

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Venezuela es la representación del abismo. La realidad nos convirtió en prisioneros del infortunio, un buen día perdimos el rumbo al ir detrás del populismo cautivante. Cayeron como pandemias todas las desgracias sobre nuestra nación. El futuro se hizo oscuridad infinita. Todos los sueños secuestrados, cada una de las expectativas de crecimiento económico las secuestró el socialismo. De un zarpazo aniquilaron los sueños más preclaros de la nación, era el plan que buscaban implementar los que creen en las teorías del totalitarismo.

Un pueblo hambriento es fácilmente manipulable para quien controla el alimento. El primer paso era destruir el aparato productivo, lo hicieron añicos; después, quebrar las empresas para solo dejar con vida al Estado secuestrado que expele calamidad. Ya con el cadáver de la democracia entre sus manos se apareció el demonio con toda su corte. Las grandes jornadas del patrioterismo revolucionario para hacer del pueblo venezolano el laboratorio de sus oscuros intereses. Nos llenaron de mentiras hasta que hizo metástasis.

¿Qué somos ahora?

La realidad es que retrocedimos décadas para volver a la Venezuela rural. La nación profunda en ruinas. Grandes extensiones de tierras productivas están desérticas. Son un triste espectáculo de maleza y abandono, mientras más nos adentramos: la realidad se hace más cruenta. Ante la falta de gas doméstico volvimos al antiquísimo fogón de leña. Mientras el mundo anda en la búsqueda de nuevas tecnologías, incluso para alimentar a millones, acá la revolución nos devuelve a etapas superadas. Son miles los que andan en nuestros escasos bosques destruyendo los árboles para volverlos leña. Curiosamente, una nación rica en petróleo y gas, pero dirigida por lo peor, tiene a muchos soplando brasas. Nuestra gente vive hurgando en la basura. Es un ejército de necesitados que se lleva a la boca lo primero que encuentran. Mientras los causantes de esto disfrutan de grandes comilonas, el pueblo venezolano se debate entre el hambre y más hambre.

En los negocios ciertamente se exhiben los productos, pero con precios que pocos pueden pagar. La indigencia social que padecemos abarca una inmensa franja poblacional. Muy pocos escapan ilesos de esta crisis originada por el desfalco a la nación. Cada uno arrastra su pena. Las necesidades se multiplican mientras Nicolás Maduro se abraza a creerse eterno. Esa desgracia que llegó hace más de veinte años nos arrastró hasta este horizonte sombrío.

Los venezolanos padecemos una crisis tan descomunal que sus límites rebasan cualquier análisis. Estoicamente resistimos toda esta salvaje expresión del aniquilamiento. Una pesadilla por capítulos endiablados de mayores necesidades. Cada día un nuevo desafío, para quienes hemos hecho de la resistencia nuestro oxígeno. Llevarnos al atraso del pasado es una estrategia que tiene el gobierno para hacernos más vulnerables. Molernos en su trituradora el motivo que los impulsa.

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@alecambero        

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