Al ver que ninguna de las partes puede aniquilar a la otra se llega a la conclusión de que es mejor negociar la salida que matarse. Ahí ha llegado Venezuela y es claro que el régimen es incapaz de mejorar la gravísima situación. Está sentenciado a muerte, aunque pueda prolongar la agonía a un costo muy alto.
La conciencia y la Constitución (Art. 350) nos mandan a desconocer la tiranía que hoy está matando a la población y violando sus legítimos derechos y aspiraciones, y estamos obligados a trabajar por el restablecimiento de la Constitución (Art. 333) con elecciones democráticas libres y transparentes. La Constitución manda (Art. 233) que ante la falta absoluta de presidente legítimamente elegido, el presidente de la legítima Asamblea Nacional se encargue de la Presidencia de la República para conducir la transición que restaure la Constitución, al tiempo que frena la hiperinflación de muerte, busca de emergencia la ayuda humanitaria, y promueve el renacer de la vida ciudadana y de la producción económico-social. Necesitamos un cambio urgente que desde ahora ponga todas las condiciones para un proceso electoral limpio (CNE nuevo, registro electoral, voto en el exterior, candidatos habilitados, modo de votar, testigos…).
Ya el “diálogo” burlado no volverá como una trampa para que el régimen pueda ganar tiempo, sino que necesitamos un extraordinario acuerdo para recrear el país. Cada día que pasa se agrava la situación y eleva los costos para quienes desesperados se aferran al poder y aumentan la represión criminal. Por el lado de la oposición se ha disipado la ilusión de una fácil salida, gracias a los marines o a soldados brasileños y colombianos, sacrificados para salvarnos. No queda más que la violencia interna impuesta con paramilitares criminales protegidos por las fuerzas armadas y la policía, o la negociación con un gobierno de transición o la prolongación del caos y del régimen cadavérico que ya hiede. Una intervención armada externa tendría graves e impredecibles consecuencias y la llave para evitarla la tiene nuestra Fuerza Armada con solo decidirse a cumplir su juramento y obligación constitucional de no imponer la tiranía sino defender la democracia.
Es lógico que los chavistas se pregunten por su futuro postiránico. La respuesta para millones tiene que ser que, al restablecer su Constitución, ellos tendrán los mismos derechos y garantías que los demás grupos sociales y partidos. En la oposición hay mucho sufrimiento y agravios que dejan profundas heridas con deseos de que los crímenes sean castigados y la rabia alimenta la furia de la revancha y el linchamiento. Por eso necesitamos un liderazgo extraordinario con la grandeza de Mandela, con la mente centrada en la reconstrucción del país reconciliado para sumar todas las fuerzas nacionales sanas y reducir el sabotaje del chavismo despojado del poder, y con resentimiento y miedo. No hay renacer posible sin una gran renovación de espíritu nacional y amplia colaboración internacional, como en el posnazismo, el posapartheid o el poshorror de la república cárcel que había detrás del Muro de Berlín.
El creciente cerco nacional e internacional a la tiranía no cederá en su exigencia de derechos humanos, elecciones democráticas y cambio inmediato de modelo económico con un vuelco a la hiperinflación. La necesaria masiva ayuda internacional con préstamo de miles de millones de dólares y un flujo de inversiones productivas internacionales y nacionales es impensable con Maduro aferrado al poder usurpado. El Gobierno de transición es indispensable y urgente para encauzar de inmediato la salida de la tragedia socioeconómica y guiar la ruta productiva, al mismo tiempo que se ponen las condiciones para elecciones presidenciales libres y democráticas con garantías internacionales.
Sin Maduro. Nicolás Maduro ha demostrado que ni quiere ni puede convocar a elecciones democráticas y limpias, ni restablecer la Constitución que Chávez proclamaba como la mejor del mundo. Maduro ni quiere ni puede cambiar el antiproductivo modelo económico, ni frenar la hiperinflación ni promover la producción nacional. La salida del país pasa por la salida voluntaria u obligada de él.
¿Dónde quedan en ese gobierno de transición el chavismo y la Fuerza Armada? La FA está llamada a construir la transición y dar la decisiva colaboración para que Venezuela renazca con Constitución y democracia. Por supuesto, el núcleo corrupto militar debe salir. ¿Cómo? es parte de la negociación. ¿Por qué va a negociar la oposición? ¿Por qué la camarilla gubernamental? Todos lo tienen que hacer obligados por la realidad, porque el enfermo se muere. Hay que obligarlos demostrando que es la alternativa razonable y viable frente al conflicto armado, sin capacidad de renacer nacional y de la costosísima prolongación indefinida de la agonía que se agrava. Tiene que haber justicia para los delitos graves. El doloroso y multitudinario grito del pueblo movilizado lo exige. Es imposible renacer sin un amplio e inclusivo acuerdo con un plan nacional muy definido y con respaldo internacional. También para Estados Unidos, Colombia, Brasil, Unión Europea, Rusia, China, el Grupo de Lima e incluso para México y Uruguay es el mejor camino. Y a Cuba se le puede hacer ver que también para ellos es la única salida. Lo necesario ahora es que cada grupo no se aferre a su fórmula sino que todos coincidan en la única salida negociada y vean que es lo mejor y menos costoso también para ellos.
Afortunadamente Juan Guaidó vino con la mano abierta y no con el puño cerrado obedeciendo a la Constitución para suplir a la falta de gobierno legítimamente elegido (Art. 233).
Muchas de las aspiraciones de la población venezolana que apoyó a Chávez hoy son urgentes, legítimas e irrenunciables, aunque traicionadas. Y muchas de las deformaciones y corrupciones de la democracia prechavista no deben volver para que en Venezuela seamos esforzados ciudadanos productores de un primaveral renacer nacional reconciliado e inclusivo.
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