La resurrección de la lucha armada en Colombia, que podría derivar en una campaña terrorista o, en sus propias palabras, en ataques puntuales contra el liderazgo político y económico de Colombia, acompañado de la matriz de opinión de que detrás de esta situación se encuentra el apoyo financiero y logístico del alto gobierno de Nicolás Maduro, según una gran cantidad de medios de comunicación de América y Europa, amenaza con reproducir una tragedia oculta de la historia latinoamericana y mundial del siglo XIX, como fue la guerra de la triple alianza que devastó a Paraguay.
Es importante acotar que las tragedias ocultas abundan en la historia y son ocultadas por historiadores, políticos y politólogos, por los medios de comunicación masivos, muchas veces por sus intereses personales. Ejemplos de ello son la muerte por hambre de más de 8 millones de ucranianos por la política de exterminio de los campesinos libres de Stalin, en la Unión Soviética; la muerte por la misma causa de casi 30 millones de chinos durante el Gran Salto Adelante en la República Popular China; la muerte de 1 millón de activistas, entre ellos 300.000 cuadros del Partido Comunista de Indonesia, durante la represión anticomunista; los 3,5 millones de norcoreanos que murieron de hambre entre los años 1993-1995 o los 4 millones de muertos ocurridos durante la Guerra Mundial Africana que terminó en 2003, de la cual nadie quiere comentar en medios occidentales; y, en los actuales momentos, los 22 millones de yemeníes que están en peligro de morir de hambre por el bloqueo económico y militar de Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.
Si parecen exageradas estas comparaciones con el caso de Venezuela, debe recordar el lector que la estatización de miles de empresas privadas, la escasez de medicinas en farmacias e insumos en hospitales y la reducción del consumo alimenticio en los últimos 4 años han traído una disminución de la calidad de vida que ha provocado una reducción de la expectativa de vida de muchas personas, ha acabado con un número difícil de estimar antes de su tiempo natural y ha llevado a millones a un desesperante exilio en naciones vecinas y en otras latitudes.
A esta realidad de destrucción social y económica de Venezuela se suma la posibilidad de la peor de las tragedias, como es la posibilidad de que el conflicto con las guerrillas en Colombia termine en una guerra en todos los sentidos desde el punto de vista militar contra Colombia, apoyada por Estados Unidos y Brasil.
Es aquí donde los venezolanos, y muy especialmente sus decisores políticos y militares, deben conocer la trágica historia de la Guerra de la Triple Alianza en la que Paraguay cometió la imprudencia, o mejor dicho la política demencial, de ir a la guerra contra Uruguay, Argentina y Brasil, que además contaban con el apoyo del imperio británico.
Está demás decir que semejante situación llevó a la peor guerra de la historia de América del Sur, en la que murió una enorme cantidad de la población de Paraguay, cuyo territorio además quedó bajo ocupación militar brasileña. Este estuvo incluso al borde de la destrucción, lo que no ocurrió por la imposibilidad de los gobiernos de Argentina y Brasil de ponerse de acuerdo después de la guerra, de la misma manera que había ocurrido con México 30 años atrás, en 1848, cuando la pugna entre los estados esclavistas contra lo estados no esclavistas evitó la anexión de dicho país por Estados Unidos.
Con aquellas lecciones históricas en cuenta, queda la pregunta de cómo quedaría el país si además de estas tragedias termináramos ensartados o metidos de lleno en el conflicto de Colombia; si el presidente de dicha nación, Iván Duque, opta por organizar ataques aéreos o incursiones de fuerzas especiales del Ejército o la Policía Nacional de Colombia dentro de territorio venezolano, en búsqueda y destrucción de los supuestos campamentos guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional, de la misma manera como se atacó en el pasado un campamento guerrillero en Ecuador y se generó una situación prebélica entre Ecuador, Venezuela y Colombia.
Es importante acotar que no existen las mismas condiciones geopolíticas de aquella época, que llevaron al gobierno de Uribe a replegarse, puesto que al enorme liderazgo nacional y latinoamericano de Hugo Chávez –a la cabeza de muchos países con gobiernos de izquierda– se unía la condición de un Estados Unidos centrado en Irak, además de una bonanza financiera general a nivel nacional y regional en dichos países, con contadas excepciones.
En 2019 todo es muy diferente: Nicolás Maduro enfrenta un rechazo de más de 80% según la mayoría de las encuestas; la economía está arruinada y los servicios públicos colapsados y casi todos los países latinoamericanos de cierto peso económico y militar le son adversos, a excepción de Cuba, Nicaragua, Bolivia y México.
La presencia de tres jefes de Estado de fuerte personalidad, que adversan frontalmente a Maduro, como son Donald Trump (Estados Unidos), Jair Bolsonaro (Brasil) e Iván Duque (Colombia), podría generar en caso de choque fronterizo una intervención militar directa de los tres ejércitos más grandes del continente, de los cuales uno es ciertamente el de mayor experiencia y nivel tecnológico de todo el mundo.
La pretensión de resistir esta hipótesis de conflicto con 3 millones de milicianos, formados bajo el método táctico de resistencia revolucionario, es una apuesta riesgosa parecida a la realizada por el entonces presidente de Paraguay, Francisco Solano López, que llevó a la destrucción de su país.
En todo caso, el ministro de la Defensa de Venezuela, Padrino López, ha planteado este tipo de combate popular como algo innovador que permitirá en caso de invasión detener a los agresores y mantener la continuidad del gobierno al hacer imposible la ocupación estable del territorio nacional por la resistencia popular masiva y organizada de los cincuenta y tres mil y tantas unidades de defensa popular.
Ciertamente, no es fácil para el lector tener que afrontar a todas sus penas la idea de una guerra con Colombia, Brasil y Estados Unidos, pero es una posibilidad real de ocurrencia dada la imprevisibilidad de la situación fronteriza y el hartazgo de la clase política colombiana con los grupos irregulares, sumados al rechazo de Trump y Bolsonaro hacia Maduro, por lo cual peores desgracias pudieran caer sobre Venezuela en los tiempos por venir.
Ante esta situación, es urgente apretar el paso de cualquier esfuerzo de negociación, antes de que la dinámica política de los hechos sin control diplomático lleve a una tragedia histórica nacional y latinoamericana.
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