Las Naciones Unidas declararon que la industria de la moda es responsable de 10% de las emisiones mundiales de gases, un índice más alto que el producido por el transporte aéreo y marítimo juntos.
Esta cifra causó que la adquisición de ropa nueva fuera la principal inquietud de quienes están preocupados por la contaminación. Por ello, surgió la tendencia köpskam o “vergüenza de comprar”. La iniciativa se dio en Suecia por parte de la activista Greta Thunberg, quien propuso que se deje de adquirir prendas nuevas.
“La única manera de ser políticamente correcto con el ambiente es no comprar más ropa nueva. No se puede ser seguidor de Greta Thunberg y comprar lo último en la industria de la moda”, sostuvo el autor Fredrik Virtanen en el periódico Expressen.
La compra de ropa nueva se convirtió en un acto mal visto en Suecia. En su lugar, las personas adquieren prendas usadas.
“Lo mejor que se puede hacer para comprar ropa de manera sostenible es ir en bicicleta a la tienda de segunda mano”, aseguró Malin Wennberg, de Mistra Future Fashion, programa de investigación de moda sostenible.
Las Naciones Unidas informaron que la industria de la moda utiliza 93 millones de metros cúbicos de agua al año, lo suficiente para satisfacer las necesidades de 5 millones de personas.
“Si continuamos así, la expectativa es que las emisiones contaminantes de la industria crezcan 50% para 2030”, advirtió Elisa Tonda, directora de la Unidad de Medioambiente y Consumo y Producción.
Ante las cifras ofrecidas por las Naciones Unidas los consumidores y empresas están cada vez más conscientes del impacto negativo que tiene la industria de la moda en el ambiente y surgen iniciativas para reducir el daño causado.
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