Los vestidos de gala, tipo cóctel, o un esmoquin, representan un gasto extraordinario en el presupuesto de los venezolanos. Cada vez se hace más común “pedir prestada” alguna prenda, ya que hasta alquilarla resulta inasequible para muchos.
Las bodas, los bautizos y otras fiestas que se celebran en ocasiones especiales son momentos que hacen ilusión a familiares y amigos. Pero, también se convierten en motivo de preocupación porque suelen obligar a un desembolso casi siempre relacionado con el vestuario.
En los sitios más exclusivos de Caracas, los vestidos largos pueden costar entre 300 y 400 dólares, sin que tengan la firma de diseñador alguno. Los cortos oscilan entre 100 y 250 dólares, hechos por diseñadores venezolanos emergentes o importados de tiendas por departamentos.
“A los hombres les resulta más sencillo vestirse, pueden llevar el mismo traje y nadie se da cuenta”, es una frase popular entre las mujeres.
Sin embargo, la inversión en ese “único” atavío puede superar los 175 dólares en una tienda de marcas venezolanas. Este vestuario consta de camisa, pantalón, saco, medias, correa, corbata y zapatos.
Aunque los precios de los productos pueden ser pagados en bolívares y ese es el precio que se informa a los compradores, la cotización del dólar es la que rige la variación de los precios.
La ambivalencia de los clientes
Gerentes de establecimientos dirigidos a una clase media-alta, coincidieron en que su público se ha reducido considerablemente.
Aseguraron a El Nacional que cada vez son menos las personas que pueden pagar estos artículos.
Muchos optan simplemente por comprar lo que requieren: la camisa, la corbata o invierten en algo que saben que pueden volver a utilizar, como los zapatos.
«Pero, también tenemos clientes un poco ‘más exquisitos’ que mandan a hacer su traje a la medida”, expresó uno de los gerentes.
“Uno no va a fiestas todos los días. Se casa una hermana y si sale otro evento, usará el mismo traje; podemos cambiar la camisa o la corbata y listo”, dijo María Clara Casal, madre de un adolescente de 17 años de edad, a quien le compró recientemente un esmoquin.
Para las mujeres existe más variedad porque hay una mayor cantidad de tiendas en los centros comerciales.
“Si tengo alguna fiesta suelo ir con un vestido corto, es más económico. Además, que se consigue en cadenas de tiendas para damas que hay en los centros comerciales. No todas tienen lo mismo, hay que ver varias antes de comprar”, dijo Carolina Silva, estudiante universitaria.
En comercios de ropa importada se consiguen más vestidos cortos que largos, sus precios oscilan entre 25 y 125 dólares. Los tacones están entre 18 y 50 dólares.
Varias mujeres consultadas aseguraron que reutilizan los tacones. Solo cambian de ropa y accesorios.
Cuando éramos ricos y no lo sabíamos
Roxanna García recordó que hasta hace unos años, cada fiesta significaba una ampliación de su guardarropas. “En el 2015 se casó una amiga en Margarita, ella me compró el boleto, y yo aunque no tenía mucho dinero, en aquel entonces pude comprar el vestido. En la zapatería no sabía cuáles elegir y compré dos pares. El día de la fiesta decidí los que usaría”.
“Toda esa ropa y zapatos que compré en el pasado aún la utilizo. Intento variar los accesorios para hacer un look diferente. Tengo tiempo sin ponerme algunos zapatos. Sé que se están dañando pero ya no salen tantos eventos como antes, y no son para usarlos a diario”, continuó.
Almira Pérez relató que cuando su hijo tenía 5 años de edad le compró un flux que ha prestado a algunos de sus sobrinos. “Se lo compré ‘grandecito’, para que le durara, porque los niños crecen muy rápido. Se le ajustó el ruedo y la pretina hasta que se pudo. Ahora el mismo traje se presta en mi familia a los niños pequeños”.
Pérez negó que pueda comprar un nuevo traje para su hijo que ahora tiene 12 años de edad. Señaló que en ocasiones ha tenido que abstenerse de acudir a este tipo de eventos porque no tiene qué ponerse. “Son fiestas que le hacen ilusión a los niños, y primero están ellos”.
La presencia a costa de la calidad de la ropa
En algunas zonas comerciales más populares de la capital, como el centro de Caracas o el mercado de El Cementerio, se pueden conseguir ofertas más asequibles que las anteriores. Para las mujeres, un vestido de cóctel se encuentra desde 5 dólares, y de gala entre 60 y 70 dólares.
Sin embargo, los mismos vendedores aseveran que se han tenido que adaptar a las condiciones económicas de sus compradores. “A la gente se le va todo el dinero en comida. Hace un sacrificio para poder comprar su ropa. La calidad ya no es la misma de antes y eso es evidente”, indicó el dueño de un establecimiento comercial.
Para los hombres, las ofertas varían entre 50 y 90 dólares por traje. Uno de los puestos ofrece un “combo” para los caballeros: camisa, corbata, saco y pantalón por 50 dólares. Las dos últimas prendas confeccionadas por la modista que tienen. El calzado se consigue desde los 10 dólares al cambio.
La calidad de las prendas en estas tiendas ubicadas en el oeste de la ciudad no es equivalente a la que se puede adquirir en centros comerciales o en casas de diseñador, pero resulta la única opción de muchos que no pueden costear los precios de firmas.
Algunas entrevistadas aseguraron que faltan a los eventos porque no pueden pagar los gastos para la ocasión, que incluyen, para las mujeres, los costos de peluquería y maquillaje.
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