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El «apoyo» de China y Rusia

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Los «expertos instantáneos» que abundan entre nosotros, y que muchas veces se manifiestan con obsesión a través de las redes sociales, le han dedicado bastante cuerda al tema que sugiere el título de estas breves líneas. Al respecto, sería oportuno realizar algunas consideraciones, también breves. 

Las relaciones de la hegemonía roja con China y Rusia a lo largo del siglo XXI no han tenido ni tienen nada que ver con el desarrollo de Venezuela sino con el continuismo de la propia hegemonía. En un contexto completamente distinto, esas relaciones podrían ser transparentes y podrían colaborar con los intereses nacionales. De hecho, a finales del siglo XX se multiplicaron los vínculos entre Caracas y Pekín, durante varios gobiernos democráticos de distinto signo político. Dichas relaciones estaban regidas por el derecho internacional, público y privado, y sometidas, desde luego, a la normativa legal venezolana. 

Es mentira, entonces, que la hegemonía roja “inició” las relaciones con China, lo que sí inició fue el tipo de relaciones opacas y depredadoras del patrimonio nacional, que serían inaceptables en un Estado de Derecho. Acá o en cualquier parte del mundo. Igual puede afirmarse de las relaciones con Moscú, en gran medida sustentadas en la compra de chatarra militar rusa, que ya bastantes vidas han cobrado a efectivos militares venezolanos, sobre todo de la Fuerza Aérea. Y la verdad sea dicha, las “relaciones” con Irán, o con Turquía, o con Bielorrusia, para no entrar en la trágica cuestión del Alba y del dominio colonialista que ejerce La Habana sobre la hegemonía roja, son variantes de esa temática no solo siniestra en sí misma, sino brutalmente contraria a las necesidades y aspiraciones del conjunto de la nación venezolana.

Como vemos, la transparencia y el avance del interés nacional, son conceptos imposibles con Maduro –acaso también sean incomprensibles–  y todo ello viene de los tiempos del  predecesor. Lo que aquel buscaba y este busca son aliados políticos que además le presten plata al poder, a cambio de empeñar, si fuera necesario, el Panteón Nacional. Y esto no es un pretendido chiste, porque la hegemonía roja ya empeñó, con Chávez y Maduro, a parte de los yacimientos de la faja petrolífera del Orinoco, que constituyen el activo económico más importante del país. Aunque cada vez con menos valor, entre otras razones, por la referida hipoteca.

Y me limito a destacar el crimen contra la faja petrolífera del Orinoco, porque en este espacio no cabría la lista de otros crímenes contra recursos y activos venezolanos, verbigracia la destrucción de la Gran Sabana por la minería mafiosa de procedencia foránea y complicidad interna.

¿Puede el apoyo de China y Rusia, por tanto, apuntalar a Maduro? La respuesta que daría es que sí, al menos por un tiempo. Son como bombonas de oxigeno para un enfermo terminal. No curan, pero permiten que el cuerpo siga aguantando. Me refiero, desde luego, al cuerpo de la hegemonía despótica y depredadora que aún impera en Venezuela. No me refiero a la nación venezolana, asolada sin piedad por los mandoneros que la destruyen.

China es la segunda potencia económica del mundo, y eso no se puede subestimar. Rusia tiene una importancia menor. Pero es necesario que sus autoridades sepan que cuando la hegemonía roja sea superada, esas “relaciones” tendrán que ser examinadas cuidadosamente, y de ellas, no tengo dudas, saldrán numerosas abominaciones. Las instancias judiciales correspondientes, en especial de carácter internacional, tendrán mucho de qué ocuparse al respecto.

La reconstrucción integral de Venezuela supone, entre mil cosas, la reconstrucción de relaciones internacionales soberanas, serias, legítimas y acordes con el interés del país. Una tarea nada menuda y en cambio tan trabajosa como necesaria. Y eso incumbe a todos los integrantes de la comunidad internacional, empezando por China y Rusia.

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