Recuerdo el día, al término de una reunión del Consejo de Ministros, que se me acercó el presidente Jaime Lusinchi y me pidió que llamara al poeta amigo Vicente Gerbasi, a fin de que nos facilitara un ejemplar de su obra inmortal Mi padre, el inmigrante. La idea era obsequiarle el libro a un presidente que nos visitaría por esos días. Para mí resultó todo un placer conversar con el gran poeta. Y allí fue que conocí el célebre comienzo y final del largo poema “Venimos de la noche y hacia la noche vamos”.
Por supuesto que categorías universales como el día, la noche, el miedo, las tinieblas, la justicia, la verdad, la belleza y la libertad forman parte del mundo fundamental de la escritura poética, la expresión más pura, limpia, verdadera y corta del lenguaje empleado con precisión.
Lejos estaba yo de imaginarme que, tan solo 30 años después, Venezuela estaría sumida por un narcorrégimen en una larga noche para sus ciudadanos al contraste de una orgía de robos, homicidios, entrega de la soberanía, francachelas, usurpaciones y ecocidios para favorecer a una claque y organizaciones criminales de los países que hoy integran el Eje del Mal.
Hoy en pleno siglo XXI, con el avance de la ciencia y la tecnología, prácticamente la noche se acabó como límite del día, las actividades del mundo son continuas, pudiera afirmarse que se extienden las 24 horas del día y los 365 días del año, gracias a la luz sin interrupciones que acabó con la oscuridad como límite de la vida.
El régimen que llegó para permanecer a la fuerza, así lo proclamaba el difunto desde 1999, que la revolución jamás entregaría el poder y ciertamente le dio un machetazo al principio democrático de la alternabilidad. El militar se declaró subversivo inmediatamente y violó la Constitución de 1961 en su primer acto de juramentación y su segunda decisión fue declarar la patente de la corrupción al estamento militar, que comenzó a controlar férreamente con el Plan Bolívar 2000.
La ignominia le dio entrada franca al régimen cubano para que acabara con nuestra soberanía, al mando del tristemente llamado “charco de sangre.” Quebró la agricultura con el robo de la expropiación de tierras y empresas como se lo dijera en su cara la líder, sin dobleces, María Corina Machado. Arruinó los emporios industriales de la CVG y Petróleos de Venezuela.
Para resumir la historia harto conocida, retrotrajo la nación casi dos siglos atrás, y volvimos a conocer la noche, cercada la libertad de nuestro desenvolvimiento, a causa de la impunidad decretada por el régimen y rematada por el colapso de la luz y el agua. El régimen pretende apagar a Venezuela. Pero no podrá apagar la esperanza del noble pueblo venezolano que enfrenta con coraje la violencia sin límites y solicita la activación constitucional del 187.
¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!
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