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Cuadros en una exposición. Víktor Hartmann, 1873

Ad Perpetuam Rei Memoriam. 1

I. Libros en una exposición

En 1874, el compositor de San Petersburgo Modesto Mussorgsky compuso una suite de piezas para piano inspirada en la exposición póstuma de pintura de un amigo, el artista y arquitecto Víktor Hartmann (1834-1873). La tituló Cuadros en una exposición. En su homenaje, Mussorgsky quiso «dibujar en música» los cuadros expuestos, muchos de los cuales eran arquitecturas y lugares de ciudades, como El viejo castillo, una alameda de las Tullerías o La Gran Puerta de Kiev: el proyecto en estilo ruso antiguo de Hartmann de un monumento al zar Alexander II. Entre pieza y pieza de la suite, como entre  pintura  y  pintura  de  la  exposición, se  evocan  los  pasos  de  los  visitantes,  en interludios que muy apropiadamente Mussorgsky tituló Promenade.

Caminando por la exposición CCS del artista Javier León, el visitante en su promenade también se encuentra con un homenaje póstumo, esta vez a una ciudad que para algunos ya no será nunca más… y para otros está a punto de renacer. Ahora los «cuadros» son 150 libros de la historia arquitectónica y urbana caraqueña  –entre otros temas–, alineados cronológicamente… y cuidadosamente cerrados.

Lo primero que consigue CCS es dejarnos en shock. Al no más entrar a la sala, el visitante se encuentra inesperadamente paralizado por el asombro; quedamos de una pieza, mientras contemplamos cómo se extiende de manera aparentemente infinita, como un Ávila extendido, la larga cordillera de libros que solo en nuestros sueños habíamos logrado reunir… Lo mejor de todo es que secretamente también sabemos que l o que aflora ante la vista es solo la punta de un iceberg… de ese iceberg cristalino y semisepultado por el olvido que es la monumental historia visual y escrita de Santiago de León de Caracas.

El perfil de la montaña (f. Frank Alcock, 2019).

II. El perfil de la montaña

Haciendo un corte longitudinal de la dilatada montaña de libros, podemos trazar su perfil bibliográfico. La hilera de obras que recorre el espacio de la sala permite leer en ella de manera gráfica la naturaleza de la historiografía de la capital, particularmente la arquitectónica y urbana. Así como, de alguna manera, permite leer también la historia del país en los últimos cien años.

El largo desfile, organizado cronológicamente, arranca en 1924 para detenerse en 2017. Alineados hombro a hombro sobre una línea horizontal, las carátulas van marcando a su paso no solo la personalidad de las diez décadas a lo largo de las cuales se desarrollan, sino también la evolución del gusto, los cambios en la temática, el auge y caída de las bonanzas, las crisis económicas, la densidad de los contenidos, el auge de lo visual, el regreso  temporal a  los  textos  de  estudio  y análisis,  el  debate urbano, la  moda, las preferencias por ciertos formatos, la historia del diseño gráfico, los altibajos y epopeyas de los autores y en fin, la vida, pasión y muerte de las editoriales.

Yendo desde la primera publicación, la línea del perfil de la montaña de libros sube suavemente por los cantos de los libros de los años veinte, treinta, cuarenta y cincuenta, como quien remonta el piedemonte de una cordillera, hasta llegar de manera muy visible al salto de escala que trajo consigo la celebración del Cuatricentenario de Caracas en 1967, para luego volver a descender a la depresión editorial que marca el momento actual.  El  hito  lo  marca  el  gigante de  la  biblioteca lineal:  Caracas a  través  de  su arquitectura, de Graziano Gasparini y Juan Pedro Posani, Fundación Fina Gómez, de 1969, especie de pico Naiguatá de los libros de Caracas.

El origen de las especies (f. Centro de la Ciudad, 2019)

III El origen de las especies

Debemos volver a abrir los libros que ha inspirado esta ciudad para saber qué cosas tienen para decirnos hoy en día. En particular, sobre sus variedades tipológicas y el origen de sus especies.

Desde los inmaculados libros blancos de los primeros años, de tipografías antiguas, tapas blandas y pasión heráldica, pensados para ser leídos con delicadeza, tan parecidos a los de las bibliotecas en los palacios del Renacimiento, como Historia de la Casa de Bolívar, de Vicente Lecuna y Julio Planchart, impreso por la Litografía del Comercio en 1924.

A los libros de costumbres de mediados del siglo, testimonio del amor de su época por las anécdotas urbanas –y los cuentos de personajes–, bellamente ilustrados y llenos de estampas, reminiscencias y escenas de la vieja Caracas, como La Ciudad de los Techos Rojos: calles y esquinas de Caracas, de Enrique Bernardo Núñez, impreso por la Tipografía Vargas en 1947.

Y, un paso más allá, a los libros llenos de pasión tipográfica y énfasis en el diseño geométrico moderno de los cincuenta y sesenta. Libros que son la expresión clarísima de lo que pasaba en Caracas en esa  época, cuando la ciudad entera se contagió de la integración de las artes de la Ciudad Universitaria y el arte entró en nuestra ciudad. Así también el arte también quiso entrar en los libros.

Devant les Watteaus au Louvre. Paul Cesar Helleu, 1894 (f. The Bristish Museum)

Con Caracas a través de su arquitectura, de Gasparini y Posani, de 1969, y con otra obra monumental muy importante, Los Planos de Caracas, de Irma Lovera de Sola, de 1967, editado en el formato apaisado de las cartas geográficas, las editoriales inauguran las grandes dimensiones y se preparan para el lujo de las décadas siguientes. Lujo que tiene muchas maneras de expresarse: desde el furor de los fotolibros artísticos en los setenta y ochenta, hasta los grandes formatos explotando todas las posibilidades del lujo editorial de los noventa. Son los años en que los libros apuntan al gran tamaño y la fotografía a color. Coffee Table Books. Y muchas veces, solo a   eso. Salvo honrosas excepciones, como los dos maravillosos libros de Carlos F. Duarte y Graziano Gasparini, Historia de la Catedral de Caracas e Historia de la Iglesia y Convento de San Francisco de Caracas, de Ediciones Armitano, 1989 y Editorial Arte, 1991. Paradójicamente, los libros que analizan propiamente la ciudad son los menos cuantiosos y cuando se publican, carecen de todo lujo.

Finalmente, con el cambio de siglo, asistimos al gradual empobrecimiento de las tipologías, que redunda en la merma en tiraje, medios y formatos, expresión de la crisis de estos últimos veinte años, salvo contadas excepciones de muy reciente data, donde el ingenio produjo pequeñas joyas en diseño y contenido.

Lo  cierto  es  que  lo  que  más  salta  a  la  vista  es  que,  editorialmente,  la  ciudad reiteradamente  se  ha  acercado  y  se  ha  alejado  de  sí  misma  muchas  veces,  unas prestándose al análisis y las más, resistiéndose a este. En este sentido, Caracas no ha logrado ser hasta ahora una ciudad lineal.

Our Architects en Caracas: arquitectura norteamericana en Caracas 1925-1975, Docomomo Venezuela. La Galaxia, 2017 (f. Docomomo Venezuela).

IV. Algunos ausentes

Los libros que vamos a ver en esta breve selección forman justamente parte de ese gran iceberg sumergido bajo las aguas que mencionábamos al principio, conformado por el resto de la producción editorial sobre Caracas (donde habría que incluir, por supuesto, los libros digitales).

Los libros dedicados a la ciudad se multiplicaron con el paso de los años como las ramas de un gran árbol. Cada generación aportó sus nuevas necesidades, sus propias búsquedas y nuevos temas. Tantos son los nuevos temas, que casi se podría decir que la mayoría de las veces los caminos editoriales llevan a la producción de una sola obra singular en cada renglón.

Todos sabemos que este árbol podría ser muchísimo más frondoso, y esta es la razón central de que en la fundación Centro de la Ciudad hemos aprovechado la oportunidad que nos ofrece esta exposición para señalarlo. Si, contrariamente a lo que hemos visto  el  siglo pasado en la producción de libros sobre Caracas, la industria editorial se organizara de una vez por todas con fondos editoriales para poder darle oportunidad y continuidad a las iniciativas en todos los temas, otro gallo cantaría.

Desde los libros de jardines a las cartografías de los barrios, desde las guías de Caracas hasta las monografías de arquitectura, desde los estudios urbanos sobre la ciudad contemporánea hasta los registros de patrimonio hasta toda la nueva producción literaria que de nuevo tiene como escenario la ciudad, muestran la riqueza de la temática. Los libros, producidos con tanta dificultad, podrían multiplicarse y diversificarse saludablemente, apuntando hacia esa meta final que es llevar las historias  aún por contar de nuestra amada ciudad a todos los rincones y mercados del mundo.

Patio central art déco del antiguo Palacio de Agricultura, 1938 (f. Rafael Alfredo Márquez Gil, 2015 – Docomomo Venezuela)

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V. Sala de Caracas

En la Esquina del Conde, en el piano nobile –es decir, en el primer piso–, del antiguo Palacio de Agricultura, luego Ministerio de Educación y hoy Biblioteca Municipal Simón Rodríguez, un edificio en exquisita arquitectura art déco diseñado entre 1934 y 1938 por el ingeniero Guillermo A. Salas, con esculturas y bajorrelieves del escultor Lorenzo González y vitrales del artista Eduardo Borges Gala, en un espacio de medianas dimensiones que da hacia la calle, existió por mucho tiempo y hasta hace pocos años una biblioteca especializada en la ciudad de Caracas.

Se llamaba la Sala de Caracas. Era una de las siete salas originales de la biblioteca. Se entraba a ella tras empujar una puerta de pesadas hojas de madera talladas, cuyo tema principal son los libros. De altos techos y verticales ventanales, la sala era muy clara, a pesar de estar poblada de muchos anaqueles repletos.

Quien tuvo la suerte de visitarla, seguramente recuerda la riqueza ecuménica de su contenido, la proliferación de publicaciones capitales, la colección de incunables, las curiosidades y los folletos raros de todas las épocas. También la diversidad de los temas, desde la arquitectura hasta la ciudad, desde la poesía hasta la botánica, desde la política hasta la historia. Asombrada ver que todo aquella vasta colección de obras versaba solamente sobre un único tema: Caracas. Era sin duda el tesoro mejor guardado de la ciudad.

Lamentablemente, la Sala de Caracas desapareció. Administraciones nuevas decidieron «mejorar» la biblioteca y dispersaron los libros por todo el edificio. Lo que queda de la refinada colección se ha vuelto material de consulta en desintegración. Aquel remanso de la historia urbana se esfumó. Hoy, cuando gracias a esta exposición vemos de nuevo reunidos tantos libros de Caracas, en la fundación Centro de la Ciudad no podemos sino proponerles: ¡vamos a reconstruirla!

Libros en una exposición (Centro de la Ciudad, 2019)

Puerta de la Sala de Caracas (f. Frank Alcock, 2015 – Docomomo Venezuela)

NOTAS:

  1. Para perpetuar su memoria.

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