En la oscuridad, Triztan hizo maletas guiado por la débil luz del celular. Sin dinero para irse de Venezuela, escapó del caos desatado por meses de apagones en Maracaibo con destino a Caracas.
La capital es percibida como un «paraíso» por los venezolanos del interior asolados por el colapso de los servicios, con racionamientos eléctricos de 12 horas diarias, que interrumpen el bombeo de agua e infartan la actividad económica.
«La situación en Maracaibo es horrible. En las noches no podía dormir por el calor, me quedaba despierto hasta la madrugada esperando que llegara la luz», dice Triztan, de 21 años de edad.
Calles sucias y dañadas, comercios cerrados, escasez de gasolina y transporte público, semáforos apagados y carros viejos atestiguan la postración de la otrora pujante capital petrolera.
Los apagones alientan «desplazamientos» hacia Caracas, dice a AFP Jorge Govea, profesor de ciencias políticas de la Universidad del Zulia.
«Maracaibo es prácticamente una ciudad fantasma», afirma Govea, quien ha comenzado a documentar estos movimientos.
«Se quería morir»
Triztan, que aún no termina la secundaria, saborea el placer de dormir una noche completa, algo imposible con los apagones.
«La situación es precaria», relata a AFP Griselda González, que viajó 14 horas en autobús desde Caracas, donde reside hace dos años, para buscar a Triztan, su único hijo.
«Vivía deprimido, llegó a decirme que se quería morir», agregó.
De paso, la comida es más cara en Maracaibo que en Caracas, donde igual resulta impagable para muchos por una inflación que cerraría 2019 en 1.000.000%, según el FMI.
Quienes se mudan lo hacen porque «tienen un ancla económica o familiar» y evitan seguir el camino de los 3,6 millones que emigraron desde 2016, comentó Luis Vicente León, de la firma Datanálisis.
«Caracas es el lugar donde hay agua y luz», añade, apuntando que el fenómeno es difícil de medir.
González aclara a AFP que no es una «migración interna», sino movimientos puntuales que aumentan en momentos críticos. Muchos regresan.
Una corredora inmobiliaria con tres décadas en el negocio reporta una mayor demanda de alquileres baratos en Caracas por parte de habitantes de Maracaibo.
Ante la devaluación del bolívar, los arriendos se negocian en dólares, un lujo que Triztan, albergado por una familia amiga, no puede darse con un salario equivalente a 8 dólares.
La aparente normalidad caraqueña, interrumpida por cortes esporádicos que paralizan el Metro, incluye una mayor oferta de productos que hace olvidar estantes vacíos.
Pero esta «ilusión puede ser efímera, pues si le metemos más gente a Caracas habrá más racionamientos por el estrés del sistema», declaró a AFP el especialista José Aguilar.
«No regreso»
Antes de trasladarse de Maracaibo a Caracas, Ana Parra completaba 7 meses sin agua, servicio valorado negativamente por 84% de sus paisanos.
Politóloga de 22 años de edad, saltó de emoción cuando una firma consultora la contrató.
Ahora vive en el acomodado este de la capital y recibe parte de su salario en dólares, estrategia con la que algunas empresas intentan frenar la diáspora.
«Caracas muestra una normalidad increíble, es como otro país, siento como si hubiese emigrado», cuenta a AFP la joven, para quien esta «burbuja» no representa la agónica realidad.
Triztan presenció atónito cómo una turba arrasaba el supermercado donde llevaba dos días trabajando. «Volví a quedar desempleado», revela.
36% de las 350 empresas de Maracaibo prevé cerrar este año, según la Cámara de Comercio local.
Ana ve a su país como un «laboratorio» para su profesión. Por eso se resiste a emigrar.
Si bien Triztan dejó atrás sus noches en vela, el salario que aún no cobra se devaluó 32% en la primera semana de trabajo en una pizzería.
Aún así, está animado. «Mi calidad de vida ha mejorado, a Maracaibo no regreso».
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