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Quito rescata su patrimonio sonoro

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Es imposible andar muchos pasos por el centro histórico de Quito sin toparse con alguna de las 23 iglesias y conventos que adornan la parte antigua de la capital ecuatoriana, muchos de ellos coronados por majestuosos campanarios, elementos clave de un patrimonio sonoro que hoy la ciudad quiere recuperar.Las campanas del convento de San Francisco forman parte de un proyecto de restauración que también pretende devolver el esplendor a su rica colección de antiguos libros corales y a su órgano, hoy casi en desuso a causa del deterioro.Antaño usadas para llamar a misa, anunciar una boda o comunicar un fallecimiento, las campanas forman hoy parte del acerbo sonoro de la primera ciudad declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco (1978).El convento de San Francisco, la iglesia de Santo Domingo y la de San Agustín suman 19 campanas que serán las primeras beneficiarias del proyecto, encabezado por la experta en restauración de metales del Instituto de Patrimonio Cultural de España, Soledad Díaz.En el inmejorable escenario de las galerías del claustro de San Francisco, un grupo de técnicos quiteños recibe un curso de seis meses impartido por Díaz para poder aplicar en el futuro técnicas de conservación a las numerosas campanas del centro histórico de Quito.Las campanas «eran el whatsapp» de la época, señala Díaz, al resaltar que por medio de sus tañidos «la sociedad entendía lo que ocurría a su alrededor».»Tienen un valor inmaterial bastante trascendente» y su restauración permitirá «recuperar oficios que se están perdiendo, como el de campanero, el de fundidor de campanas» y, al mismo tiempo, llevará aparejada la remodelación de los campanarios, que se integrarán en la oferta turística de la ciudad, pues «patrimonio y turismo van íntimamente unidos siempre», dijo Díaz.Financiado por el Instituto Metropolitano de Patrimonio de Quito, con una aportación de 171.000 dólares, y por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el desarrollo (Aecid), con 220.000, el programa busca también reparar el órgano de la iglesia de San Francisco, vecina del convento.El organero de la ciudad española de Tordesillas (Valladolid) Joaquín Lois se ha encargado de estudiar a fondo los problemas que aquejan al enorme instrumento, un «anciano» de 83 años que ha perdido parte de su «voz» por el deterioro de muchos de los 3.500 pequeños fuelles que forman parte de su cadena de transmisión del sonido.Además, el sistema eléctrico de la consola del órgano ha quedado algo obsoleto, según Lois.»El organista me dijo que ya últimamente no lo tocaba porque son muchas las deficiencias» que tiene, comentó el fabricante y restaurador de órganos, con experiencia en Cuba, Panamá y México, además de en países europeos como Alemania, Suiza y Francia.El experto subraya que, sin el instrumento, formado por dos muebles que contienen en total entre 1.300 y 1.400 tubos, «no nos podríamos imaginar ahora el coro» de la iglesia de San Francisco.Lois justifica la reparación del majestuoso órgano porque «es su patrimonio, es su historia» y el Municipio no puede «dejarlo abandonado» de manera indefinida, mientras que, por contra, recuperar «la música que se puede desarrollar en él» es algo que «siempre es interesante».El tercer eje sobre el que se articula este proyecto de recuperación del patrimonio sonoro de la ciudad andina es la restauración de libros corales que contienen partituras de antiguas piezas musicales litúrgicas, muchas del siglo XVII.Ximena Carrión, funcionaria del Instituto Metropolitano de Patrimonio de Quito, reconoce el «abandono» que sufre este legado y por ello, un grupo de ocho técnicos trabaja en uno de los 32 libros de coro que alberga el convento, confeccionados en pergamino y muchos de ellos datados en torno a 1620.Para Carrión, esta labor de rescate patrimonial es importante porque los códices son parte de la «memoria histórica» de la ciudad.»Una persona sin memoria no puede proyectarse hacia el futuro», asevera, convencida del valor de este proyecto.Los enormes libros han experimentado «un proceso de deterioro, como cualquier material orgánico» y han sufrido los efectos de «las condiciones ambientales de humedad, de falta de mantenimiento y de una manipulación no muy apropiada», dijo.El proceso será lento y laborioso y, a medida que los cantorales estén restaurados, serán almacenados en condiciones adecuadas de conservación, pero algunos también serán exhibidos al público y otros servirán como material de consulta para estudiosos musicales, apostilló. 

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