La victoria del sí en el referéndum del domingo sobre la reforma constitucional promovida por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, podría tensar aún más las relaciones de su país con la Unión Europea (UE), opinan varios analistas.
«Ellos nos hacen esperar a la puerta de la Unión Europea desde hace 54 años, ¿no es así? (…) Nosotros podemos ir ante nuestro pueblo, y obedeceremos su decisión», lanzó Erdogan durante un discurso en el palacio presidencial de Ankara.
La víspera, en un discurso pronunciado tras su victoria en el referéndum, había planteado la posibilidad de celebrar una consulta sobre el restablecimiento de la pena de muerte, una línea roja para la UE, que pondría fin a cualquier negociación de adhesión de Turquía al bloque.
Esra Ozyurek, de la London School of Economics, cree que las palabras de Erdogan son bastante significativas tras su ajustada victoria. Para él, el presidente, que no obtuvo el plebiscito que esperaba -el sí sólo logró el 51,4% de los votos según resultados provisionales-, podría utilizar a la UE con fines electorales.
«Si piensa que su discurso antieuropeo puede hacerle ganar votos, podría seguir» en esa vía, considera Ozyurek. Ibrahim Dogus, director de Ceftus, un centro de reflexión sobre Turquía con sede en Londres, considera que Erdogan se mostrará «cada vez más duro sobre determinadas cuestiones como la pena de muerte» para movilizar a sus bases, teniendo en cuenta que la mayoría de los cambios constitucionales no se aplicarán hasta después de las elecciones presidenciales de 2019.
El mensaje de Erdogan
La campaña en Turquía ya estuvo marcada por un discurso muy vehemente de Erdogan, que acusó de llevar a cabo «prácticas nazis» a algunos países de la UE que prohibieron actos de la comunidad turca a favor del sí en el referéndum para ampliar sus poderes.
París y Berlín avisaron de las consecuencias del restablecimiento de la pena de muerte. Semejante medida sería «sinónimo del final del sueño europeo» para Turquía, declaró el ministro de Exteriores alemán Sigmar Gabriel.
La presidencia francesa consideró, por su parte, que la organización de una consulta sobre esta cuestión entraña «una ruptura con los valores y (los) compromisos» suscritos por Ankara. La difícil relación entre la UE y Turquía, socios en el ámbito económico y también en la gestión de la crisis migratoria, podría complicarse aún más, según Amanda Paul, analista en el European Policy Centre (EPC) con sede en Bruselas.
«Ahora queda claro que el casi 50% de los turcos que votó en contra de la reforma espera de Europa que siga comprometida con Turquía», asegura.
«Es cierto que el proceso de adhesión lleva mucho tiempo en punto muerto, pero acabar con él de manera oficial sería distinto y tendría enormes consecuencias», añade. El domingo por la noche, la UE pidió «el mayor consenso nacional posible» para aplicar la reforma constitucional, a raíz de una campaña que dividió a la sociedad turca.
La canciller alemana, Angela Merkel, instó por su parte al presidente turco a buscar «un diálogo respetuoso» con todas las fuerzas políticas y con la sociedad.
Los eurodiputados ya había recomendado la suspensión de estas negociaciones en noviembre. «En realidad hay pocas esperanzas de que, bajo un régimen constitucional autocrático y con un estado de emergencia que se ampliará el miércoles, Turquía regrese a una atmósfera social y política serena.
Europa lo desea, pero no está claro que los líderes turcos lo consideren positivo para sus intereses», asegura Marc Pierini, del centro de reflexión Carnegie Europe.
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