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La Paciencia: La naif transgresión de Alicia Plaza

Una mirada retrospectiva a la experiencia de esta diva venezolana 

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Por JOSÉ ANTONIO PARRA

Alicia Plaza (Caracas, 1957) es hoy por hoy una figura legendaria de la actuación en Venezuela. En efecto, esta artista que ha estado vinculada a la TV, al teatro y al canto ha desplegado una carrera que desde sus comienzos en el año de 1978 ha tenido momentos plenos de impecabilidad técnica en el oficio, de magia y de sensualidad. Es inolvidable, por ejemplo, el poster de la película Los criminales (1982), que fue una marca erótica generacional. Ella justo recuerda sus primeros años como un período de mucho furor, en el sentido de que estaba de modo simultáneo en el teatro, el cine y la TV.

Era el año de 1978 cuando Plaza, casi de una manera azarosa, debutó en el teatro en una pieza de Alejandro Jodorowsky, en la que había quedado vacante un papel que sería interpretado por Tatiana Capote, quien en ese momento ingresó al certamen Miss Venezuela. Lo cierto es que la joven Alicia, cuyo plan inicial era dedicarse a la danza, se vio interpretando un rol en El juego que todos jugamos del mencionado autor chileno en montaje de El Nuevo Grupo. Ello fue un comienzo absolutamente experimental, si se toma en cuenta que la mayor parte de la carrera de esta actriz ha tomado lugar en el ámbito televisivo. En la pieza de Jodorowsky, de hecho, los actores daban la impresión de estar desnudos y Plaza, como parte del juego de rompimiento psicológico, interactuaba con el público; sentándose incluso en las piernas de algunos asistentes. De sus comienzos, Plaza nos comenta que fue el propio José Ignacio Cabrujas quien habló con su padre, Gonzalo Plaza, para que la dejase ingresar en el medio de la actuación. De modo que hay una faz que no ha sido tan conocida de esta diva, ello en el sentido de que en su quehacer en el teatro hubo momentos vinculados a lo más depurado de dicho género, como fue el caso de su personificación en 1981 de Margarita en el Fausto en versión y dirección de Temistocles López, al igual que en Medora en 1985 de Lope de Rueda, dirigida por Hugo Márquez, que fue llevada a España y los Estados Unidos. Asimismo en 1986, en el Grupo Rajatabla, fue protagonista –en el papel de la bruja– de El embrujado de Valle-Inclán –quizá el mayor reto de Plaza, según ella refiere–. En relación a esto último, Alicia recuerda lo enriquecedor de la experiencia de haber trabajado con Carlos Giménez, dado el rigor y la excelencia de ese director; sin duda una de las glorias del teatro en el país.

En lo referido al despliegue de lo erótico, la actriz comenta que eso era un hecho natural, casi una necesidad expresiva que iba a la par de algunas otras de sus necesidades expresivas, como el canto, por ejemplo. Ese hecho, y hasta cierto punto la ingenuidad con la que se daba ese aspecto en ella, es una de sus marcas fundamentales. Así, esa manera de ser tan singular, la llevó por los años ochenta a ser nombrada sex symbol, al igual que enfant terrible en el ámbito nacional. Y aquí hay que decir que justo esa naturalidad es una de las improntas de Alicia en todos los aspectos de su vida, lo cual denota una personalidad muy glamorosa per se, además de una calidad humana superlativa; años de amistad y de solidaridad en buenos y malos momentos son evidencia de ello.

En el cine venezolano, esta artista tuvo un rol muy importante, sobre todo en el período de oro del cine nacional, cuando participó en El rebaño de los ángeles (1979) de Román Chalbaud, que le significó varios premios a la actriz; al igual que en la película El atentado (1985), de Thaelman Urgelles, en la que ejecutó una de las escenas eróticas de mayor resonancia en el ámbito del cine nacional.  Justo esta escena conllevó muchísimos comentarios entre el público, en el sentido de que la actriz rompió el molde que se traía hasta ese momento en lo relativo a escenas eróticas y logró una representación de extrema verosimilitud con el primer orgasmo del cine nacional, como ella misma refiere. Asimismo, en el ámbito televisivo, quizá los momentos clímax de esta artista se dieron con las telenovelas Rosángela (1979), Mosquita muerta (1982) –su primera protagonización– y Por estas calles (1992-1994), telenovela icónica de los años noventa.

Sin lugar a dudas, Alicia Plaza es uno de nuestros grandes valores nacionales. Asistimos con ella a la experiencia de una diva que se ha hecho legendaria, tanto en nuestro país como más allá de nuestras fronteras.

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