Durante la última década, los académicos y la oposición venezolana han deplorado, y con razón, la fuerte apuesta de China por la revolución bolivariana del fallecido presidente Hugo Chávez. Los préstamos de Pekín, respaldados por el petróleo, carecían de transparencia y eran insostenibles, ya que Caracas trágicamente comprometió las futuras exportaciones de petróleo a China y no utilizó el dinero resultante para invertir y aumentar la producción.
En general, la política fue un desastre al permitir decisiones macroeconómicas irresponsables que llevaron al país al peor colapso en la historia económica de América Latina. Con un saldo pendiente de 19.000 millones de dólares, es altamente improbable que China alguna vez reciba el reembolso completo. La deuda externa de Venezuela es ahora más de 6 veces mayor que sus exportaciones totales, y esta relación va a empeorar significativamente con las recientes sanciones petroleras impuestas por Estados Unidos.
Después de una catástrofe como esa, ¿puede China jugar un papel positivo en la reconstrucción de la economía venezolana tras la caída de Nicolás Maduro? Creo que puede y, de hecho, el apoyo de China será esencial para la recuperación a largo plazo de Venezuela. Sin embargo, Pekín necesita primero cambiar significativamente su enfoque hacia Caracas.
Un prestamista generoso y descuidado
De 2007 a 2017, Pekín proporcionó más de 60.000 millones de dólares en financiamiento, principalmente al gobierno central de Venezuela y en gran parte respaldado por exportaciones de petróleo, haciendo de este país el destino de más de 40% del total de préstamos chinos en América Latina. Inicialmente, los préstamos no estaban condicionados al rendimiento, pero la abrumadora evidencia de un gasto improductivo y derrochador, combinada con la incertidumbre política producida por la enfermedad de Chávez y su posterior muerte, cambió el enfoque de China.
Desde el ascenso de Nicolás Maduro al poder en 2013, el gobierno chino no ha ofrecido líneas de crédito adicionales, solo ha renovado algunas de las existentes. Además, los limitados nuevos préstamos se restringieron a joint ventures con empresas chinas y fueron casi exclusivamente para la extracción de petróleo.
Después del colapso de los precios del petróleo en 2014, Venezuela entró en un incumplimiento de facto con China al no enviar suficientes barriles de petróleo para pagar la deuda. Finalmente, en 2016, China le dio una mano a Caracas ofreciendo un período de gracia de dos años, en el cual Venezuela solo necesitaba pagar intereses sobre la deuda pendiente. Este período expiró el año pasado y China no lo renovó. Desde entonces, Venezuela ha estado enviando a China más de 300.000 barriles por día (más de un cuarto del total de las exportaciones) para pagar sus deudas.
De hecho, solo alrededor de 30% de la producción petrolera de Venezuela generó flujo de efectivo. El resto se utilizó para pagar deudas o se regaló, ya sea en el mercado interno o en exportaciones a países aliados (principalmente Cuba). En parte como resultado de esta crisis de efectivo, la producción de Venezuela se derrumbó a 1,2 millones de barriles por día en diciembre de 2018, menos de la mitad de la registrada en 2015.
Grupo de poder, inversionista y comprador
A diferencia de Rusia, China ha sido muy cautelosa al lidiar con la actual crisis política venezolana, lo que indica que colaborará con cualquier gobierno para desarrollar una estrategia de cooperación a largo plazo. Una vez que se produzca un cambio de liderazgo, China podría desempeñar un papel constructivo en el apoyo a un programa de estabilización macroeconómica dirigido por un organismo multilateral, que incluiría una reestructuración significativa de la deuda.
Pekín debe seguir siendo uno de los principales inversionistas en la industria petrolera venezolana. El mayor importador de petróleo del mundo tiene mucho de qué beneficiarse con una presencia significativa en la nación con una de las mayores reservas de hidrocarburos del planeta. Además, a medida que el crudo pesado canadiense y la producción de Estados Unidos desplacen al petróleo venezolano del mercado estadounidense, India y China se convertirán en los principales mercados para las exportaciones petroleras venezolanas.
Para producir 3 millones de barriles por día, como lo hizo a principios de esta década, la industria petrolera venezolana requerirá más de 15.000 millones de dólares en inversiones anuales durante los próximos 10 años. Petróleos de Venezuela solo podría invertir una pequeña fracción de esta cantidad. La mayor parte del dinero deberá provenir de empresas extranjeras. Las empresas chinas (e indias) pueden desempeñar un papel clave en el desarrollo de las enormes reservas de petróleo extrapesado de Venezuela. Las compañías occidentales no están ansiosas por desarrollar ese tipo de recurso, y las refinerías en China e India se encuentran entre los pocos compradores potenciales para ello.
Para que esto funcione, las inversiones chinas en Venezuela deben ser mucho más transparentes y responsables. Pekín también debe involucrarse más directamente en garantizar que las inversiones se asignen de manera eficiente, generándole a Venezuela un retorno para pagar los préstamos. En el lado opuesto, Caracas necesita procesos de licitación competitivos y transparentes para atraer inversiones y fondos chinos, en igualdad de condiciones con compañías occidentales y bancos de desarrollo.
Es difícil imaginar que dos países que se complementan tan bien desperdicien la oportunidad de una colaboración estratégica a largo plazo, incluso si eso significa pasar la página de los actuales fracasos.
Publicado en Americas Quarterly
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