Furioso apologista de la violencia cuando fue líder del gobierno bolchevique, León Trotsky fue víctima de su propio credo. El líder con el carisma y la formación política y cultural casi igual a la de Lenin, a quien se enfrentó en varias ocasiones antes y después del triunfo de la revolución, perdió su disputa por el control del partido con Stalin. Fue apartado de la dirección del partido, fue deportado a Alma-Ata, lejos en la frontera con China, fue expulsado del país y encontró asilo en la pequeña isla turca de Prinkipo, hostigado allí viajó a varios países europeos y finalmente recibió asilo en México, donde vivió varios años hasta que en 1940 la mano siniestra de Stalin, por medio de un sicario especialmente preparado al efecto, le clavó en el cráneo un pico de alpinista que lo dejó sin vida.
En su libro Mi vida había escrito lo siguiente:
“Nuestros amigos humanitarios, de esos que no sienten frío ni calor ante las cosas, no se cansaban de repetirnos que, si bien comprendían que las represalias, en general, eran inevitables, el fusilar a un enemigo preso era salirse de los límites justos de la legítima defensa. Querían que mostrásemos ‘benevolencia’ en aquel asunto. Clara Zetkin y otros comunistas europeos –que por aquel entonces todavía se atrevían a decirnos a Lenin y a mí, a la cara, lo que pensaban– insistían en que perdonásemos la vida a los acusados y que nos limitásemos a imponerles penas de cárcel. Esta solución era, aparentemente, la más sencilla. Pero el problema de las represalias personales cobra, en una época de revolución, un carácter muy especial, contra el que rebotan impotentes todos los humanitarios lugares comunes. La lucha gira toda ella en torno al poder, y es una lucha implacable a vida o muerte. No en otra cosa consiste la revolución.” (Edición digital en castellano: Marxists Internet Archive, 2002).
Los integrantes de la dirección de su grupo Oposición de Izquierda, entre ellos Leonid Serebriakov, Karl Radek, Mijaíl Boguslavski, Yevgueni Preobrazhenski, Christian Rakovski, Yákov Drobnis, Aleksandr Beloboródov y Lev Sosnovski, todos fueron fusilados durante la Gran Purga.
Y sus familiares más cercanos no escaparon ni de Siberia ni del paredón.
Olga Kámeneva Bronstein, su hermana, fue fusilada el 11 de septiembre de 1941 en el bosque de Medvédevski, en las afueras de la ciudad de Oriol. Y quien fuera su esposo, Lev Kámenev, fue fusilado en 1936.
Alexandr, otro hermano de Trotsky, fue también fusilado, así como su esposa tras pasar 18 años en un lager. Tuvieron un hijo (sobrino de Trotsky, por supuesto) llamado Valeri. Geofísico jubilado, después de la disolución de la URSS, Valeri se ha dedicado a exhumar la identidad de muchísimas personas ejecutadas por Stalin y enterradas en fosas comunes, olvidados por el mundo. Ingresó en un orfanato bajo su apellido real, Bronstein, y luego participó como soldado soviético en la liberación de Berlín y Varsovia. Hasta que un día el régimen descubrió su verdadera identidad. “Me encarcelaron en 1948 acusado de ser un elemento social peligroso. Los interrogatorios nocturnos se prolongaban hasta que caía desmayado. Me enseñaban fotos de trotskistas a los que no había visto en mi vida… yo soy geofísico, les decía, no político”. Y agrega: “Me he acostumbrado a vivir con la carga de llevar un apellido escrito con sangre y desgracia”.
La primera esposa de Trotsky, Alexandra Sokolovskaya, fue deportada a Siberia y muere en 1938.
La primera hija de Trotsky es Zinaida Lvovna Volkova (1901-1933). Obtuvo permiso en 1931 para visitar a su padre en Turquía. Sufría de depresiones y tuberculosis, entonces incurable. Se suicidó, con gas, en Berlín, en octubre de 1933. Zinaida contrajo matrimonio, primero con Zakhar Borisovich Moglin (1897-1937), quien murió fusilado durante la Gran Purga. Este matrimonio tuvo una hija, Alexandra (nieta de Trotsky), que también estuvo exilada en Kazajstán, retornó a Moscú a la muerte de Stalin y murió de cáncer en 1989. Su segundo esposo fue Platon Ivanovich Volkov (1898-1936), miembro de la Oposición de Izquierda, quien fue deportado a Siberia en 1928, regresó a Moscú en 1931 y fue arrestado de nuevo en 1935, para desaparecer en uno de los campos del Gulag.
La segunda hija de Trotsky fue Nina Nevelson (1902-1928). El padre cuenta así la muerte de su hija: “En 1928 debió ser hospitalizada. Se le diagnosticó una tuberculosis aguda. Me dirigió una carta puramente personal, pero ustedes (el Kremlin) la detuvieron durante 70 días, de modo que cuando le llegó mi respuesta ella había muerto”. Su esposo, Man Samoilovich Nevelson (1896-1937), fue fusilado.
El tercer hijo de Trotsky, León Sedov, fue fruto de su segundo matrimonio. Militante muy firme, Trotsky esperaba muchas cosas de él, incluso pensaba escribir la historia de la oposición rusa para un instituto científico; rebosaba de planes; solo dos días antes de la noticia de su muerte se recibió una carta suya, desbordante de coraje. ¿De dónde salió entonces esta enfermedad maligna y esta muerte repentina? ¿En doce días? La primera suposición, y la más natural, es que lo envenenaron. En verdad, murió durante una operación de apendicitis en París. Luego se descubrió que la clínica y el médico que lo operó eran parte del estalinismo.
El cuarto hijo de Trotsky, Sergei Sedov, fue un ingeniero que se mantuvo alejado de la política, pero fue arrestado en 1934 y enviado a un campo de trabajo. En 1937, después de los famosos procesos de Moscú, Sedov fue trasladado a Moscú y ejecutado.
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