El uso de la geometría como elemento estructural y como soporte conceptual en el arte sigue tan vigente en el siglo XXI como lo fue en el XX. Ello ocurre a escala internacional, y en Venezuela, tiene especial significación. Lo tiene porque el proyecto moderno de las décadas de finales de los cuarenta y especialmente en los cincuenta ha tenido importantes implicaciones en diversos ámbitos de nuestra cultura. A ojos de hoy, vemos cómo la geometría, como elemento estructurante, ha llegado a definir una condición inherente de nuestra plástica moderna. Tan es así que nos hemos formado en esta tradición. Así como los expresionismos han marcado un giro trascendente en nuestra plástica, también así ha ocurrido con tendencias diversas que trabajan la geometría tanto en la figuración como en la abstracción. Lejos de considerar el geometrismo como una moda pasajera en aquellos años cincuenta, por el contrario, hoy es parte de la cultura visual de los venezolanos.
La Galería Metanoia inaugura su sede en Valencia con una importante exposición de seis artistas venezolanos que trabajan con la geometría. Con excepción de Julio Pacheco Rivas, todos son artistas abstractos: Nidia Delmoral, Fabiola Sequera, Ángel Hernández, Juvenal Ravelo y Daniel Suárez. Sus obras están aquí reunidas por este motivo formal pero también porque sus procesos creativos están en consonancia con una interesante exploración con la materia y por el soporte conceptual en que los sustenta.
Julio Pacheco Rivas
Desde la década del 2000, Julio Pacheco Rivas utiliza como herramienta de trabajo los medios digitales y nuevas tecnologías. Estos le han permitido crear múltiples vistas de un objeto, así como concebir espacios a través de estructuras o construcciones arquitectónicas en variaciones ilimitadas. Adicionalmente, la tecnología le ha brindado no solo rapidez en la ejecución sino exactitud y complejidad en las formas, además de calidad insuperable en el resultado final. Con esta tecnología, Pacheco Rivas dibuja y crea imágenes susceptibles a ser transferidas a pinturas o a piezas tridimensionales de mayor escala.
Las “Construcciones” que actualmente presentamos resultan de un proceso gradual de síntesis de las formas a estructuras mínimas, esenciales, en las que el artista ha suprimido completamente el color. Para crear estos espacios, concibió sus estructuras mediante una rigurosa geometría. Estas se ven como siluetas tanto por las cualidades del material (plexiglás, que es idóneo al corte con láser), como por la incidencia de la luz. El resultado: espacios de sombra y de luz. Así, estas “Construcciones” propician una lectura reversible y ambigua de la imagen, entre la figuración y la abstracción, que define el actual proceso creativo de Julio Pacheco Rivas.
Nidia Delmoral
Dos aspectos son distintivos en la obra escultórica reciente de Nidia Delmoral: la creación de imágenes de apariencia sígnica que surgen del tratamiento casi orgánico de la geometría y el uso de la madera. Esta serie se denomina “Umbrales” y es resultado de un proceso gradual de depuración de las formas que esta escultora ha ido realizando en los últimos años. No obstante, para llegar a estas formas nítidas y casi emblemáticas, fue necesario cambiar el modo de trabajar el material. Ciertamente, en los ensamblajes de madera y materiales industriales realizados en años anteriores, las texturas tenían gran relevancia. Ello realzaba el carácter informal de aquellas piezas. Con este recurso, asimismo, la artista también “asentaba” su particular sentido de pertenencia a este territorio pues el tema giraba en torno al petróleo.
Actualmente, Delmoral ha sintetizado su lenguaje al punto que la connotación orgánica –que sigue prevaleciendo en su trabajo– se expresa ahora a través de su peculiar geometría, generadora de formas esenciales y sígnicas. Las diseña previamente a través de medios digitales. De allí la exactitud de los cortes en la madera. En “Umbrales” las piezas modulares bidimensionales crean una relación espacial con las tridimensionales, modo como precisamente “crean un umbral”: un espacio dinámico que activa la percepción del espectador.
Fabiola Sequera
La trayectoria de Fabiola Sequera ha tendido al uso de materiales naturales haciendo referencia, de alguna forma, a nuestras tradiciones primigenias. Para ella es importante “el hacer con las manos” y, por otro lado, mantener en el fondo una claridad constructiva indiscutible. Ya en 1986, cuando llamara a su trabajo de entonces “Ensamblajes textiles”, había señalado el cambio sustancial en su proceso creativo ubicando las piezas en el contexto de la textilería artística contemporánea de tendencia más constructiva y minimalista.
Para esta ocasión, Sequera expone obras realizadas en los años noventa. La particularidad de ellas estriba en su condición abstracta presentando, paradójicamente, significaciones alegóricas. “Pizarra de Nantle” pertenece a la serie en las que la madera, tratada como soporte y pedestal, forma parte de su resolución formal. “Se trata de una pieza ―señala la artista– de marcado sincretismo religioso: la imagen de un confesionario, la piedra intervenida con grafito como vestigio de culturas ancestrales, lo zen…”. Por otra parte, las cajas vidriadas contienen composiciones abstractas “bordadas” en cuero sobre madera. El nombre de la serie, “Pariastros”, fue referido por William Niño en 1991 al contar cómo estas cajas recuerdan a una antigua fábula etrusca en la que un pájaro se transforma en cofre para preservar a los héroes en su interior. Así, las obras de Sequera, más allá de lo formal, van de lo primigenio a lo universal.
Daniel Suárez
La escultura, el trabajo de manufactura en el taller y la aplicación de nuevas tecnologías en función de los materiales forman parte del mundo creativo de Daniel Suárez. A partir de la década del 2000, no solo abrió el Centro de Arte Daniel Suárez, que funciona como galería y taller, sino que asumió dejar la pintura para trabajar a fondo en la tridimensionalidad. Ello le permitió dominar los recursos empleados para la escultura: materiales, aplicación de pigmentos, tecnología digital, cortes en láser o en router, herramientas industriales que le permiten llevar a término obras de impecable manufactura. La creación de formas abstractas con el apoyo de nuevas tecnologías sigue siendo campo inagotable de exploración.
Suárez ha trabajado desde sus inicios con plena libertad. No concibe su geometría sin alusión a algún referente tomado de la realidad. Esta particularidad hace que su obra genere sentidos múltiples a la vez que, con el tiempo, ha consolidado un estilo que lo define e identifica. De este modo, empleando formas abstractas que pueden oscilar entre lo geométrico y lo orgánico, realiza piezas que pueden perfectamente tratar asuntos propios de la abstracción (composiciones con planos asimétricos, esferas, filamentos, etc.) y, a la vez, sugerir por medio de formas reducidas a lo esencial temas trascendentes como la religión, la música, la naturaleza o la familia.
Ángel Hernández
El uso de las nuevas tecnologías y el trabajo en el taller “potencian”, por decirlo de algún modo, las inusitadas formas irregulares que distinguen las piezas de Ángel Hernández. Su punto de partida son los bocetos a lápiz que, a la manera tradicional, permiten la concepción de estas formas y el diseño razonado de las posibles relaciones de color. Luego, la digitalización permite al artista realizar, con el apoyo técnico del equipo de trabajo del Centro de Arte Daniel Suárez, las pruebas necesarias para calibrar, según el material, el color y la escala, en concordancia con los formatos irregulares.
Los colores vibrantes, planos –aunque a veces con ligeros claroscuros– y la ruptura del formato tradicional son cualidades distintivas de la obra de Hernández, tanto en piezas bidimensionales como en relieves. Su acercamiento al Grupo Madi denota, sin lugar a dudas, su adhesión y afinidad con los planteamientos tan particulares de esta importante agrupación. Cada pieza se presenta como un volumen virtual en el que se configuran planos que parecen crear ilusorias perspectivas según su forma geométrica, las relaciones tonales generadas, así como los cambios drásticos de color. El resultado es una obra vibrante basada en una geometría dinámica, de formas cromáticamente contrastadas y composiciones sorprendentemente inusitadas.
Juvenal Ravelo
La obra de Juvenal Ravelo se distingue, en esencia, por el uso de dos elementos expresivos en diálogo constante sobre una superficie bidimensional: el color y la luz. La composición se organiza, por lo general, mediante la yuxtaposición sistemática, en alternancia y en contraste, de pequeñas formas planas de color, con la intención de producir un efecto de inestabilidad óptica o vibración visual. Cabe agregar dos aspectos de importancia: la direccionalidad a la que apuntan estas diminutas formas de color y la integración de dos medios expresivos que trabaja indistintamente como son la pintura y el relieve. En el primer caso, vemos cómo se agudiza el efecto de inestabilidad según la dirección determinada a la que apuntan los pequeños planos en la composición; en el segundo caso, la incorporación de pequeños espejos y piezas metálicas permiten la “fragmentación” de la luz por su condición reflectante. Estos animan la obra reflejando, como el mismo artista señala, “el colorido ambiental”.
Así, la obra se vuelve un “fenómeno mutable”, cinético. Este principio prevalece tanto en obras de fuerte cromatismo como en las intencionalmente monocromas. En estos casos, las variaciones tonales en consonancia con la luz y la animación generada por el movimiento y el color ambiental son los protagonistas.
Luego de analizar la lógica que motiva esta exposición inaugural en la Galería Metanoia, no queda sino corroborar el sentido de su título: Geometrías variables. Con esta imagen, no solo se alude a la heterogeneidad de las obras expuestas, sino también a la relevancia y posibilidades ilimitadas de creación que tiene el geometrismo en el arte actual venezolano.
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Susana Benko. Investigadora y crítico de arte. Miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA-Venezuela).
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