No son pocas las razones que ayudan a analizar o entender el punto de inflexión al que el presidente Juan Manuel Santos llegó esta semana en su relación con el gobierno de Venezuela, al punto de declarar que “la revolución bolivariana fracasó”.
Entre las principales están: el proceso de paz con las FARC llegó a un punto de consolidación con el respaldo de la comunidad internacional, y el apoyo de Caracas no es indispensable; se necesita enviar un nuevo mensaje a Washington sobre hacia dónde apunta con prioridad la política exterior colombiana, sobre todo ante la cercanía de la visita que el mandatario colombiano le hará a su colega Donald Trumpl a tercera semana de mayo; el régimen de Nicolás Maduro pierde cada día más respaldo del mundo entero, y el proceso con el Ejército de Liberación Nacional (Eln) tiene su propio ritmo.
Maduro también rebosó la copa de Santos con su errático manejo de la frontera (cierres unilaterales sistemáticos), la incursión de soldados venezolanos en territorio colombiano alegando soberanía –hecho que la canciller María Ángela Holguín calificó como una “provocación”– y su anuncio de armar a más de 500.000 civiles.
Tomar distancia de Caracas le permitirá a Santos también enfrentar con más tranquilidad a la oposición, que lo ha etiquetado con el rótulo del ‘castrochavismo’, sobre todo ahora que se avecina con todo su rigor el debate presidencial del 2018.
Y, definitivamente, según conoció El Tiempo, el presidente Santos y su canciller, María Ángela Holguín, llegaron esta semana a la conclusión de que no podían tolerar más el deterioro de la situación social en Venezuela, que ya comenzó a medirse en la pérdida cuantiosa de vidas humanas: esta semana, los muertos a raíz de las protestas pasaron de 20.
Además, las detenciones de manifestantes opositores pasarían de 1.000 en las últimas dos semanas.
Santos, apenas dos días después de su posesión como Presidente, en agosto del 2010, decidió restablecer las relaciones diplomáticas con Venezuela, que su antecesor Álvaro Uribe había entregado rotas.
Chávez y la paz
El mandatario colombiano aguantó casi siete años como aliado de Caracas con un gran costo político interno, pero que aprovechó de manera expresa para sacar adelante el proceso de paz con las FARC y mantener una situación manejable en la frontera.
Chávez, en su momento, fue determinante para darle confianza al proceso de paz con las FARC, pues muchos de los líderes guerrilleros vivían protegidos al otro lado de la frontera, y su estrecha cercanía con el régimen cubano también facilitó las cosas.
“El comandante Hugo Chávez facilitó los primeros contactos exploratorios entre el gobierno colombiano y las FARC para hacer posibles las negociaciones”, dijo recientemente ‘Iván Márquez’, segundo hombre en la estructura de las FARC y ex jefe de la delegación de paz de esa guerrilla.
“No cesaremos de agradecer su enorme contribución, la de la República Bolivariana de Venezuela y su pueblo, a la búsqueda de una solución política del conflicto interno colombiano”, agregó ‘Márquez’.
Haber calificado a Chávez como su “nuevo mejor amigo” en agosto del 2010 fue una de las razones principales de la ruptura Santos-Uribe, hecho que luego desembocó en una polarización política como pocas se habían conocido en el país.
La cercanía con Caracas y la negociación con la guerrilla, asuntos que para muchos van de la mano, le costaron a Santos soportar estos siete años las mayores críticas de sus opositores de la derecha.
Y Maduro es otra cosa
Aunque los problemas del socialismo del siglo XXI comenzaron cuando Chávez todavía estaba en el poder (Santos recordó que le presagió a él mismo su fracaso), la situación de Venezuela empeoró desde que Nicolás Maduro asumió la presidencia, en marzo del 2013.
La descolgada en los precios del petróleo, principal fuente de ingresos del país; el endurecimiento de la represión contra la oposición y la escasez de alimentos y medicamentos esenciales por la caída de la producción interna y la ausencia de divisas llevaron al régimen de Maduro a la que es considerada la peor crisis económica, política y social de todos los tiempos.
Venezuela, con Maduro, pasó a tener, por ejemplo, la inflación más alta del mundo. Según los estimativos, este año llegará al 720 por ciento y en 2018 pasará del 2.000 por ciento.
A Maduro también le cambió el contexto político regional con el que Chávez contó por muchos años. En poco tiempo, Caracas perdió aliados como Brasil y Argentina, y el apoyo menos comprometido de países como Bolivia, Ecuador o Nicaragua no le ha resultado suficiente.
Por eso, para Maduro resulta costoso perder a Colombia como aliado, pues, de cualquier manera, Santos le había dado respaldo a su gobierno, a la espera de que encontrara salidas con la oposición.
Aunque Maduro, en general, ha sido duro con los países del hemisferio que se atrevieron a pedir en la OEA la aplicación de la Carta Democrática, que podría llegar inclusive a su exclusión de ese foro interamericano, ha sido especialmente severo con Colombia.
Luego de que Santos habló el jueves pasado del “fracaso de la revolución bolivariana”, en una clara actitud de retaliación Maduro dijo que Colombia es un “Estado fallido”, sentencia que repitió con enfado.
Retaliación
Ese mismo espíritu de desquite se le vio cuando, a sabiendas de la importancia que el proceso de paz con las FARC reviste para Santos, amenazó con revelar “verdades” y “secretos” de 10 años que tiene “grabados” sobre las negociaciones para que “se sepa lo que se han burlado”.
Sin mostrar ninguna evidencia, sino simplemente arguyendo “informes de inteligencia” de su país, Maduro dijo que “se está preparando una matanza contra los líderes de las FARC que firmaron la paz”.
Santos, por su parte, no se ha quedado en declaraciones, sino que ha pasado a acciones de gran impacto para Maduro y su gobierno, como liderar el bloque de países que denunció en la OEA la desinstitucionalización de Venezuela y poner en conocimiento de la Secretaría General de las Naciones Unidas (ONU) el riesgo de armar a más de 500.000 milicianos.
Por lo demás, a poco más de un año de poner fin a su gobierno, el presidente Santos parece poco dispuesto a ayudar a sostener lo que para muchos países es ya una dictadura
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